"Me mentiste, me engañaste". El dúo Pimpinela, que en rigor son dos hermanos, los Galán, puso en escena, en clave musical, el ritual de los reproches ininterrumpidos entre supuestos amantes. La pareja no se escucha, cada uno se canta a sí mismo. Ese debió ser el secreto de un éxito en los años ochenta que pronto cruzó las fronteras argentinas. El estilo Pimpinela ha sido recordado estos días tras el enfrentamiento entre el presidente Alberto Fernández y su número dos, Cristina Fernández de Kirchner, como consecuencia de la severa derrota electoral del peronismo. Todo comenzó con la decisión de seis ministros que responden a la vicepresidenta de abandonar sus cargos. Pero ese fue apenas el comienzo del culebrón. En lugar de dos Galán, los dos Fernández se formularon recriminaciones en público y privado. Cristina Kirchner llegó a responsabilizar al mandatario del peor traspié en las urnas del peronismo desde 1983 y reclamarle a través de una carta que abandone la política del ajuste y que "honre" el compromiso asumido con ella y "el pueblo" al asumir en 2019 la candidatura.

La sangre no llegó al río, como suele decirse. Hubo llamados a la calma y furtivas reuniones. Fernández nombró como nuevo jefe de ministros al gobernador de la norteña provincia de Tucumán, Juan Manzur. Eduardo de Pedro fue ratificado al frente de la cartera de Interior a pesar de su intención de dimitir. Hijo de desaparecidos durante la última dictadura, De Pedro había detonado la crisis. Su permanencia fue entendida como otra victoria de la vicepresidenta. Fernández hizo otros cuatro cambios en su equipo ministerial. A su vez, logró preservar al hombre que maneja la economía, Martín Guzmán, quien es señalado por los kirchneristas como el padre de las medidas de austeridad que desembocaron en la paliza electoral.

Revertir el resultado

Argentina se acerca a una pobreza del 50%. La pandemia ha agravado las penurias de millones de personas que se alimentan en comedores populares. La preocupación de Guzmán por el déficit fiscal no pareció tener en cuenta el calado de la desesperanza. El peronismo perdió cinco millones de votos en las primarias del pasado 12 de septiembre que funcionan como una suerte de radiografía del comportamiento de los argentinos en las legislativas del 14 de noviembre. El margen para evitar la catástrofe de ese día es muy escaso. La coalición gobernante tiene menos de dos meses para tratar de revertir un resultado que, de suceder, dejaría a Fernández a la intemperie. Debería gobernar con un Congreso adverso.

"Los peronistas somos como los gatos. Parece que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo", decía Juan Perón, el fundador de ese movimiento, hace más de 70 años. De hecho, cada vez que el peronismo no puede resolver sus controversias augura problemas políticos mayores. Así sucedió en los años setenta, cuando los sectores de izquierda y derecha dirimieron sus problemas a puro balazo. Los Fernández conocen la historia. Tienen en sus manos una mínima posibilidad de no repetirla.