“Deberíamos lanzar los libros a una hoguera”. La frase la pronunciaba la semana pasada Rabin Abuismail, un representante republicano de Virginia, cristiano de 24 años nacido en Líbano, y miembro de un consejo escolar en el estado que ha aprobado por unanimidad eliminar de sus bibliotecas obras con contenido “sexualmente explícito” y que también va a refinar qué considera material “objetable” para revisar sus estanterías. Por ahora es una propuesta aislada pero apunta a los extremos hasta los que parece dispuesta a llegar la campaña conservadora contra determinado material accesible a los estudiantes de escuelas públicas en Estados Unidos, una cruzada que se está extendiendo por todo el país.

Los legisladores han prohibido la enseñanza de material que vinculan a la teoría crítica de la raza en colegios públicos de Arkansas, Arizona, Florida, Idaho, Iowa, Nuevo Hampshire, Okahoma, Carolina del Sur, Tennessee y Tejas. En este último estado el representante Matt Krause ha enviado a varios de los mayores distritos escolares una lista de 16 páginas que incluye 850 títulos que denuncia que incumplen ese veto. Según un análisis que ha realizado el grupo Book Riot, no obstante, solo un un 8% de los libros de su lista hablan de raza y racismo, mientras que dos tercios exploran historias o tienen personajes LGTB y cerca del 14% entran en categoría de educación sexual. También hay títulos que abordan los derechos humanos.

En los últimos años ha habido también campañas progresistas que han puesto en su diana libros como 'Matar a un ruiseñor' o 'De ratones y hombres' por lo que se consideraban insensibilidades con cuestiones de raza y racismo pero la intensidad de la cruzada conservadora contra libros que abordan raza, género, sexualidad y derechos desata alertas. Y en ‘The Washington Post’ Nora Pelizzari, una portavoz de la Coalición Nacional contra la Censura, denunciaba recientemente que “particularmente cuando se une a los intentos legislativos de controlar el currículo escolar, esto se siente como un intento generalizado de purgar de las escuelas materiales con los que la gente no está de acuerdo. Se siente diferente a lo que hemos estado viendo en años recientes”, decía.

'Beloved', el símbolo

La guerra de los libros cobró un papel central en la elección a gobernador de Virginia, en la que el demócrata Terry McAuliffe se vio lastrado por haber dicho en un debate “no creo que los padres deban estar diciendo a las escuelas lo que deben enseñar”. Pero el contexto de esa frase importa. Cuando fue gobernador, el demócrata había vetado dos veces legislación que habría obligado a notificar a los padres de más de un millón de estudiantes sobre “contenido sexualmente explícito” y les habría empoderado para pedir textos alternativos para cualquiera que hiriera sus sensibilidades.

Esa ley se conoció popularmente como la ley 'Beloved', por la novela de Toni Morrison, y la originó la campaña de una madre que hace ocho años dijo que su hijo se había visto traumatizado al leer las gráficas escenas de violencia sexual en las páginas de la obra cumbre de la premio Nobel negra, un retrato demoledor en que una madre mata a su hija de dos años para evitarle los horrores de la esclavitud. En el último anuncio de la campaña del conservador Glenn Youngkin, recién elegido gobernador de Virginia, apareció aquella madre. El hijo que se “traumatizó” es ahora abogado para el Partido Republicano.