Entre 90.000 y 103.000 efectivos militares. Desplegados, en esta ocasión, no solo en la frontera oriental de Ucrania con Rusia, sino también en el norte, concretamente en Bielorrusia, aliado del Kremlin; también en el este, en Transnistria, región rebelde de Moldavia controlada por fuerzas prorrusas; y por último en el sur, en Crimea, península ucraniana anexionada por Moscú en 2014. De nuevo, el Ejército de Rusia se halla en posición de ataque contra Ucrania, su vecino del oeste, despertando gran inquietud entre los líderes de EEUU, la OTAN y la UE. "Si durante la primavera pasada la alerta se podía calificar de 'naranja', en este caso la alerta es roja, porque el posible ataque ruso puede venir de todas direcciones", valora para El Periódico de Catalunya desde Kiev Yevhén Fedchenko, director de Stop Fake, una página web ucraniana especializada en desinformación y ataques híbridos desde suelo ruso.

Según informaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses compartidos con los aliados de la OTAN, el presidente Vladímir Putin estaría sopesando una invasión en toda regla de la exrepública soviética a principios de 2022, con 100 grupos tácticos de batallones y apoyada desde el aire. De acuerdo con sus cálculos, la mitad de esos casi 100.000 militares ya habría completado el despliegue. Desde la capital rusa, el servicio de inteligencia exterior (SVR) ha negado por completo semejante extremo, pero lejos de rebajar la tensión, continúa haciendo sonar con fuerza los tambores de guerra y comparando la tensión actual con los prolegómenos que provocaron en 2008 una corta guerra de cinco días de duración entre Rusia Georgia y que terminó amargamente para la pequeña república caucásica.

"Observamos una situación similar en los prolegómenos de los hechos del año 2008: Entonces Saakashvili (el presidente georgiano del momento) pagó un elevado precio", reza un inusual y amenazante comunicado publicado en la página web del SVR.

En Kiev, los analistas consideran que Rusia está de nuevo testeando la determinación de los aliados de Ucrania a la hora de defenderla, habida cuenta de que el conflicto dura ya ocho años, concretamente desde la revolución de Maidán en 2013-2014, y algunos Estados miembros "podrían estar cansados del precio pagado" en la forma de sanciones por las malas relaciones entre Occidente y el Kremlin, considera Fedchenko. Que el ataque "se materialice o no dependerá de en qué términos y en qué tono hablen los aliados occidentales con Ucrania", es decir, si demuestran estar comprometidos "diplomática y políticamente" con la integridad territorial ucraniana, concluye el especialista ucraniano. "Ucrania no espera que los países occidentales pongan en peligro las vidas de sus soldados", recuerda.

Pese a las cumbres y a los constantes contactos telefónicos entre los líderes occidentales y el presidente ruso, todo parece indicar que las relaciones con Rusia experimentarán en los próximos meses nuevos picos de tensión con varios frentes abiertos. La crisis migratoria en la frontera con Bielorrusia está lejos de ser resuelta, y este lunes mismo, el presidente Aleksándr Lukashenko exigía que Alemania se hiciera cargo de 2.000 migrantes atrapados en la frontera. Además, Rusia no muestra intención alguna de incrementar los envíos de gas para paliar la crisis energética que está atravesando la UE.