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Crisis del coronavirus

Nadie irá a Belén esta Navidad

El cierre de fronteras por parte de Israel impide la llegada de turistas y peregrinos a la ciudad bíblica por segundo año consecutivo

El árbol de Navidad en la plaza Manger de Belén.

En Belén, a apenas 20 minutos a pie de donde nació Jesús de Nazaret, se erige un muro. Esta barrera de más de 450 kilómetros de largo separa Israel de Cisjordania a modo de recordatorio de la ocupación militar israelí. Pocos turistas siguen el camino más allá de la Ciudad Vieja para conocer la otra realidad de la ciudad bíblica. Ahogada por el aislamiento, la ciudadanía de Belén, además, llega a esta extraña época navideña con calles vacías y tiendas cerradas. La variante ómicron es el Grinch de las fiestas. No habrá Navidad para el mundo en Belén.

Más de 2.000 años después de que María y José hicieran el arduo viaje de Nazaret a Belén, donde el cristianismo cree que nació Jesús, muy pocos pueden caminar sobre sus mismos pasos. Los puestos de control y las divisiones políticas no son un impedimento para los peregrinos que acostumbran a viajar a Tierra Santa por estas épocas festivas. Solo son obstáculo para los palestinos. Pero el cierre de fronteras decretado por el Gobierno israelí y extendido hasta el 29 de diciembre sí les aparta de su peregrinación otro año más. 

Hoy en día, Belén está rodeada por dos carreteras exclusivas para colonos y por 18 asentamientos israelís. Un cuarto de los colonos de Cisjordania, unos 170.000 israelís, viven en esas colonias ilegales. El muro de separación israelí aísla a la ciudad bíblica de quién ha sido su urbe hermana, Jerusalén. Además, esta barrera ha separado a docenas de familias palestinas de sus campos de cultivo y a las comunidades cristianas de sus lugares de culto. Ahora, la llegada de una nueva variante de coronavirus ha acabado de ahogar la economía de Belén.

Misa para palestinos

Cada 24 de diciembre, en la Iglesia de la Natividad, construida sobre la gruta que marca el lugar preciso donde nació Jesús, miles de cristianos se juntaban para celebrar este alumbramiento. El año pasado la pandemia obligó a cerrarla y centenares de creyentes alrededor del mundo se sintieron huérfanos sin la Misa del Gallo en ese templo sagrado. Este año el alcalde de Belén, Anton Salman, no quiere privar al cristianismo de su noche más mágica –ni a su ciudad de una tímida recuperación económica– y ha anunciado la celebración de la misa ante la ciudadanía local.

Se espera que los palestinos de los territorios ocupados y aquellos con ciudadanía israelí se movilicen hasta Belén en la víspera de Navidad. Además, a diferencia del año pasado, a unos 500 cristianos de Gaza se les han otorgado permisos para visitar a sus familias en Cisjordania durante las fiestas. El turismo es la principal industria de Belén con más del 25% de su población activa trabajando de forma directa o indirecta en este sector. Para la economía de la ciudad, representa un 65% y para la de la Autoridad Palestina (AP), un 11%.

Dos años de pandemia, exacerbados por la crisis económica de la AP, han quebrado el delicado sector turístico de Belén. Mientras que los hoteles israelís han sido compensados por las autoridades hebreas, los trabajadores palestinos del turismo han recibido una ayuda de 700 shekels, apenas 200 euros, por parte de Ramala. A causa de la pandemia, el desempleo oscila entre el 23% y el 35% en la ciudad bíblica. Mucha gente se ve forzada a vender sus negocios ante solo el 11% de ingresos del turismo interno obtenidos comparados con cifras del 2018. Los principales beneficios suelen llegar de los visitantes extranjeros. 

Optimismo fugaz

Ante la reapertura de fronteras israelís del pasado 1 de noviembre, volvieron las reservas y los planes navideños. Pero la llegada de ómicron arruinó las Navidades para los hoteleros, guías y vendedores palestinos, hartos de que sus vidas dependan de las decisiones de un país sobre el que no tienen ni voz ni voto. Unos pocos turistas vinieron a Belén este pasado noviembre trayendo consigo un ligero repunte en la economía local pero el optimismo duró poco. Lejos quedan de los 3,5 millones de visitantes que recibió la ciudad en invierno del 2019, justo antes de la pandemia.

El árbol de Navidad imponente corona la plaza Manger, a unos cuantos metros de la Iglesia de la Natividad. El pasado 4 de diciembre, Salman quiso regalar a su ciudadanía una píldora de esperanza con un espectacular alumbrado de luces y fuegos artificiales. Pero se acerca la Navidad y el silencio reina en las callejuelas de adoquines. En la carretera frente al muro de Belén, circulan menos coches. El aburrimiento toma a los soldados israelís en los puestos de control que permiten el acceso a la ciudad. Nadie puede volver a Belén por Navidad.

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