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Protesta en Asia Central

Kazajistán, lucha de clanes entre tensiones geopolíticas

Los kazajos creen que los disturbios en la nación fueron una protesta civil genuina que el clan próximo al expresidente Nazarbáyev ha querido instrumentalizar

Policías antidisturbios vigilan una calle durante las manifestaciones del pasado 5 de enero por la subida de los precios de la energía en Almaty, Kazajstán.

Durante varios días, Aigerim, una traductora de 29 años residente, junto a su esposo y a su hija, en un barrio periférico de Almaty, pensó que las fuerzas del infierno se iban a apoderar de su país. Internet se había caído, y solo lograba comunicarse a través de la línea de tierra con su hermano, quien vivía en el centro de la ciudad, a escasos metros de los más graves disturbios registrados en Kazajistán en su corta historia como Estado independiente.

Lo que le explicaba su familiar a través del auricular era aterrador. No podía salir a la calle. Los disparos y las explosiones se sucedían constantemente, como si de un frente de guerra se tratara. "Mi hermano, incluso llamaba a los bomberos para que fueran a apagar los incendios en los edificios oficiales cercanos, y éstos se negaban; le decían que no tenían coches, aunque en realidad no salían porque tenían miedo", relata la mujer a través del teléfono desde Kazajistán.

Aigerim, quien prefiere no revelar su apellido, ha empezado a recuperar la sensación de seguridad perdida. Pero, al igual que millones de kazajos, es muy consciente de que el país que emerge de los aterradores desórdenes vividos es muy diferente al de hace tan solo unas semanas. "Antes veíamos al presidente como una marioneta; ahora lo vemos como un hombre con poder", relata.

Protestas contra el precio del gas

Según los testimonios procedentes del interior de Kazajistán, la protesta ha tenido dos momentos bien diferenciados: por un lado, los mítines tras el año nuevo en las regiones ribereñas con el mar Caspio, en el oeste del país, contra el incremento del precio del gas licuado, principal fuente de energía de las clases populares. Y los disturbios que se replicaron en las principales ciudades kazajas días después, con la intervención de hombres armados que empezaron a asaltar sedes oficiales, en muchos casos con la aparente complicidad de quiénes las ocupaban. "Me cuentan mis fuentes que la sede del Comité de Seguridad Nacional en Almaty fue entregada a los rebeldes; ¡vamos como si aquí en Moscú, el FSB cediera su sede a los opositores!", explica una fuente diplomática occidental en la capital rusa que ha vivido durante tres años en el estado centroasiático.

Ernesto, un ciudadano latinoamericano residente también en Almaty que tampoco quiere revelar su verdadero nombre, cree que en realidad todo se trata de una "genuina protesta ciudadana que un sector del poder ha querido instrumentalizar para su beneficio". Sin mencionarlos abiertamente, se refiere a familiares y allegados del anterior presidente, Nursultán Nazarbáyev, quien ocupaba el puesto de presidente del Consejo de Seguridad hasta hace unos días y todavía ejercía gran influencia desde la trastienda. "Pienso que un levantamiento así, con armas, llevaba tiempo preparándose", continúa. Según la mayoría de observadores, aunque Nazarbáyev había dejado de ser jefe del Estado, todos aquellos familiares y demás allegados que durante su longeva presidencia de casi tres décadas habían acaparado cargos y adquirido posiciones relevantes en los sectores productivos del país han mantenido su influencia intacta. Hasta ahora.

"La oposición es pequeña"

"No entiendo lo que pasó; la oposición aquí es pequeña, y nunca hubiera empleado armas; conozco a jóvenes que salieron a la calle a protestar, y de repente empezaron a aparecer desconocidos que iban armados", comenta Aigerim. Fue en esos momentos cuando el presidente Kassim-Jobart Tokáyev, sintiéndose contra las cuerdas, cambió completamente de táctica: dejó a un lado las concesiones iniciales a los manifestantes, reclamó la ayuda internacional y dio la orden de disparar a matar. Y a partir de ese momento, comenzó a depurar a dirigentes a los que percibía como desleales, sobre todo a Karim Masimov, jefe de los servicios secretos, finalmente arrestado y acusado de traición. "Aunque dicen que todo se ha normalizado, ayer mismo hubo decenas de arrestos", informa Ernesto.

A río revuelto, ganancia de pescadores. El presidente ruso, Vladímir Putin, de inmediato entendió que ayudar al líder en apuros de una nación vecina constituía una ocasión inmejorable para reforzar sus posiciones en un estado, sobre el papel aliado, que no tiene reparos en mantener buenas relaciones con Estados Unidos e incluso se resiste a reconocer algunas de las acciones más controvertidas de Rusia en los últimos años, como la anexión de Crimea. Con gran celeridad, movilizó a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, un organismo supuestamente multilateral, que agrupa a varias repúblicas exsoviéticas pero que en realidad se halla bajo el férreo control de Moscú. Éstos militares se hicieron con el control del aeropuerto de Almaty, tomaron posiciones en las sedes oficiales principales y dieron rápidamente la puntilla a la revuelta.

Algunas voces, incluyendo la del secretario de Estado de EEUUAntony Blinken, han dado a entender que las tropas encabezadas por Rusia jamás se retirarán de Kazajistán; los dos repliegues fallidos de Siria anunciados por Putin parecen darle la razón. Sin embargo, quienes conocen en profundidad el país lo descartan. "Putin no necesita soldados sobre el terreno ahora; Tokáyev le debe la presidencia; ya se cobrará después el favor", concluye un diplomático occidental.

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