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Ensayo biográfico

El médico de Himmler que trocó sus masajes por miles de vidas de judíos

El historiador François Kersaudy reivindica en un libro el papel del fisioterapeuta Felix Kersten, que aprovechó su influencia sobre el jefe de las SS para liberar a miles de presos de los nazis

Himmler, con otros líderes nazis y con su médico, Felix Kersten (de civil), en Finlandia.

Minutos antes de que los dedos y la palma de la mano del fisioterapeuta Felix Kersten se hundieran en 1939 por primera vez en el vientre del Reichsführer y jefe de las SS, Heinrich Himmler, "amarrando y amasando los haces de nervios a través de la piel", el reputado médico alemán, nacionalizado finlandés, ya fijaba en su mente el inicio de una relación no deseada pero que aprovecharía para salvar a miles de judíos. Lo anotó en su diario: "Mi primera impresión: no era nadie. [...] Obviamente, era un pedante y un místico que leía mucho; un hombre extraño, y un hombre enfermo". 

Y a eso se agarró. Hasta la caída del Tercer Reich, en abril de 1945, Kersten, a quien el dirigente nazi llamaría su "Buda mágico", trató, en más de 200 milagrosas sesiones de una hora con masajes de terapia fisioneuronal que aprendió de un maestro tibetano (el doctor Kô), los muy dolorosos calambres abdominales que para el fiel acólito de Hitler suponían un "martirio". "Himmler pensaba que iba a morir, durante esas crisis era muy vulnerable y si creía que Kersten le quitaba los dolores y lo mantenía vivo eso justificaba cualquier concesión", explica en entrevista el historiador francés François Kersaudy (1948), que presenta su ensayo biográfico ‘El médico de Himmler’ (Taurus).

Himmler y Felix Kersten.

Kersten, a quien el Reichsführer quiso pagar nombrándole coronel de las SS, rechazó todo honorario, pero vio que podía "intervenir a favor de pacientes y conocidos judíos", condenados a muerte, detenidos y deportados, que habían pedido su ayuda, y pidió indultos y liberaciones a un Himmler que cuando necesitaba de sus masajes "se hallaba muy desvalido y era muy influenciable [...] y firmaba casi todo lo que le ponía por delante". Así lo explicaba el mismo terapeuta en sus jugosas memorias, que publicó autocensuradas en 1947 y rescató completas su hijo Arno en 2016 (en España las editó Pasado & Presente como ‘Las confesiones de Himmler’). 

Secretos y confidencias del Reichsführer

El líder nazi no podía pasar sin él y durante las sesiones le hacía partícipe de secretos y confidencias. Explica Kersaudy en perfecto castellano cómo tras la guerra antiguos oficiales de las SS le recordaban como "el maldito doctor finlandés que les ponía furiosos porque les impedía fusilar a tantos prisioneros porque se los ‘arrancaba con masajes’. Incluso inventaron un verbo que no existía en alemán para definir eso".  

En 1947, el Congreso Judío Mundial estableció que había salvado a "100.000 personas de distintas nacionalidades, entre ellos, 60.000 judíos [...] a riesgo de su propia vida", pero podrían superar las 350.000, afirma Kersaudy. "Es un personaje aún desconocido y ha sido muy controvertido porque se presupone que al ser su masajista también debía ser amigo y cómplice de aquel temible personaje", asume este especialista en la Segunda Guerra Mundial, que ha buceado en numerosos y diversos archivos y fuentes.

Pero, en realidad, fue informante del Gobierno finlandés, del sueco y del Estado Mayor neerlandés y en el entorno nazi generó desconfianzas y suspicacias, siendo sospechoso de "ser amigo de los judíos" y espía. Le tenían en el punto de mira el temible Reinhard Heydrich y Kaltenbrünner, quien llegó a prepararle una emboscada que Himmler abortó.  

Consulta al astrólogo

Para Kersaudy, el momento más impresionante de aquella relación fue con el imperio nazi ya a punto de caer. "Los ocho primeros días de marzo de 1945, cuando Hitler dio la orden de volar los campos de concentración con todos los prisioneros dentro y Kersten, a petición de los neerlandeses, intentó persuadir a Himmler de que no transmitiera la orden. Primero se negó y dijo: ‘Estoy de acuerdo con el Führer en que si tenemos que morir, esos malditos prisioneros deben morir con nosotros’. Tardó ocho días, pero le convenció con promesas, chantaje, halagos: ‘Un gran hombre como usted que tiene que estar en los libros de historia del Reich milenario no puede tomar una decisión como esa y llevar sobre su conciencia un baño de sangre tan atroz’. Incluso, como sabía que no tomaba una decisión importante sin consultar al menos a dos astrólogos, le presentó a uno que le dijo que la Luna y el Sol y la configuración de los astros indicaban que no debía tomarla. Y siendo también persuasivo con un ‘si lo hace no le daré más masajes’". 

El fisioterapeuta Felix Kersten.

Al astrólogo ya lo había utilizado con anterioridad, cuando Kersten intentó persuadirle, evidentemente sin éxito, para que derrocara a Hitler y topó con su "fidelidad eterna" a su Führer. "Himmler siempre vacilaba, decía que se lo debía todo, que era peligroso enfrentarse a él… Un día le dijo: ‘No puedo hacerlo. Mira la hebilla de mi cinturón, en ella está escrito el lema ‘Mi honor es mi lealtad’. Y el médico le contestó: ‘Pues cambie de hebilla’". 

Mediación con los aliados

Las concesiones de Himmler crecieron al acercarse la derrota y ver que Kersten podía mediar entre él y líderes aliados como Eisenhower y Montgomery cara a pactar la paz. Logró el fisioterapeuta que en abril de 1945 el jefe de las SS se reuniera en secreto en el Berlín cercado con Robert Masur, representante del Consejo Judío Mundial, y concediera la evacuación de presas del campo de Ravensbrück.

Y fue gracias al médico que trató con el conde Folke Bernadotte, sobrino del rey Gustavo de Suecia y presidente de la Cruz Roja sueca, para que esta enviara un convoy de ayuda en abril de 1945 para sacar a miles de presos judíos escandinavos, holandeses, belgas y franceses. De ahí, uno de los motivos por los que Kersten ha sido olvidado. "El conde se hizo escribir un libro que fue un ‘best-seller’ e hizo crecer su reputación. En él se atribuía todo el mérito de la evacuación sin citar para nada a Kersten, al que incluso amenazó con expulsarle del país si cuestionaba su versión de los hechos".

No fue hasta después del asesinato del conde por extremistas judíos en 1948 que el Gobierno sueco reivindicó a Kersten como "un salvador de hombres y un gran bienhechor", reconocimiento al que se sumarían Holanda o Francia, que le concedió la Legión de Honor en 1960, medalla que no llegó a recoger, pues cuando viajaba a París para recibirla, sufrió un infarto y murió. 

La sífilis de Hitler y Putin

En sus memorias, Kersten, que había prestado sus masajes también a Rudolf Hess y al conde Ciano, yerno de Mussolini, cuenta que el jefe de las SS le enseñó un informe médico de Hitler esperando que quizá pudiera ayudarle. "En él -especifica Kersaudy- había recopilado distintas informaciones, ciertas y falsas, pero Himmler no podía saber con seguridad cuáles eran buenas. Eran verdaderas que no era homosexual, que no podía dormir, que era impotente... pero no que tuviera sífilis. Temía a las mujeres y su médico, el doctor Morell, era especialista en venéreas y lo habría sabido. En 1945 era un hombre joven aún y parecía un viejo. Kersten le dijo que no estaba capacitado para tratar al Führer porque creía que tenía más un problema psicológico".

De hecho, el médico llegó a decirle que el Führer era un "demente paralítico". "Creo que fue un buen diagnóstico decir que se había vuelto loco, igual que nuestro actual Hitler del Este, Putin, que lamentablemente no debe tener ningún médico como Kersten y que como Hitler está rodeado de un entorno que le teme", considera Kersaudy. 

‘El Führer siempre tiene razón’

Himmler, que se suicidó con cianuro tras ser detenido por los británicos en mayo de 1945, le temía y le reverenciaba. Escribió el médico que "la máxima ‘El Führer siempre tiene razón’ tenía para Himmler una justificación mística. Habría hecho fusilar a su propio hermano sin la menor vacilación, o incluso a sí mismo, si lo hubiera ordenado". Según Kersaudy, le dijo: "El genio de Hitler es lo que importa. No estoy siempre de acuerdo, pero no soy tan inteligente como él así que solo queda obedecerle".

'El médico de Himmler'

François Kersaudy  

Editorial: Taurus

Traducción: Maria Pons

 396 páginas. 22,90 euros

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