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Guerra en Ucrania

Los rescatistas del Donbás

Un equipo de doctores y paramédicos radicado en Bajmut acude a rescatar a civiles de los bombardeos y a evacuar militares del frente de guerra

Policías en labores de rescate en el Donetsk. Reuters

En teoría, la carretera permite solo circular a apenas 70 u 80 kilómetros por hora, pero Vova Bobalo, originario de la provincia de Leópolis, conduce su ambulancia a velocidades que en muchos momentos llegan a superar los 120 kilómetros por hora. Sabedor de que su condición de vehículo para el transporte de heridos no le protege de un eventual bombardeo ruso, considera que apretar el acelerador es la mejor forma de preservar la seguridad del equipo médico y humano que transporta, a pesar de los innumerables baches y socavones que presenta esta ruta local de la provincia de Donetsk, amén de lo estrecho de la calzada, flanqueada por arbustos y prados, que a duras apenas permitiría el paso de un segundo vehículo en dirección contraria si éste aparece.

A bordo de la furgoneta se hallan el cirujano Ihor Alekseiev, además de Bohdan Marchuk, estudiante de medicina de 25 años en sus últimos cursos y un militar que hace las veces de consejero de seguridad. Dotada con camilla y material de primeros auxilios para asistir a heridos, la discreta 'pick up' se adentra a diario en estas peligrosas rutas, bombardeadas de forma recurrente por las fuerzas enemigas, para recoger, con la mayor discreción posible, en puntos geográficos acordados previamente y secretos, a los últimos heridos en el frente de batalla, ya pertenezcan al Ejército, ya se trate de civiles afectados por las bombas. El equipo, dirigido por Svitlana Druzenkoi y perteneciente al Primer Hospital Móvil de Voluntarios Mikola Pigorov -un célebre médico del siglo XIX considerado como el padre mundial de la cirugía de campaña- tiene como sede la localidad de Bajmut, en el Donbás bajo control ucraniano, aunque permanece constantemente en alerta y se mueve casi a diario por toda la región. Nadie cobra un duro por su tarea, pese al enorme desgaste personal y familiar que ello supone.

"El tipo de heridas que principalmente tratamos son impactos de metralla, en el caso de los civiles, en todas partes del cuerpo; en el caso de los militares, al llevar un chaleco antibalas que les protege, las heridas son más frecuentes en las extremidades y no tanto en el abdomen", constata Svitlana. Asegura haber visto de todo en estos largos meses de experiencia que ha atesorado tratando a heridos de la guerra con Rusia, pero los casos que más le sorprenden son los pacientes que incluso presentaban síntomas que en principio se corresponden con los que provocan los ataques químicos, aunque admite ser incapaz de determinar qué tipo de sustancias se han podido emplear. "He visto pacientes que tosen, se muestran desorientados, mareados; pero no podemos decir nada más", subraya.

Ambulancia aparcada entre los arbustos

Nada más llegar al punto de encuentro, Vova aparca la ambulancia, pintada de camuflaje, entre los arbustos de la cuneta. Cualquier medida de prudencia es poca para asegurarse de que no es divisado por las fuerzas rusas, que vigilan constantemente el territorio, ya sea desde sus posiciones a escasos kilómetros o mediante drones, aviones no pilotados. Serhyi Speed, (velocidad en inglés) el militar al cargo de la seguridad de la comitiva, un hombre que prefiere no mencionar su apellido por seguridad y que ha sido así apodado por sus compañeros de armas por lo rápido que puede llegar a correr, comienza a dar instrucciones: "si pasa algo, hay que ocultarse detrás de esos matorrales; si sucede algo más grave, hay que esconderse bajo ese puente", asegura, mientras señala una cercana acequia

En caso de que aparezcan los heridos, el grupo tiene claros los protocolos de actuación: "la prioridad son mantener las constantes vitales, es decir, la respiración y el flujo sanguíneo, lo demás es secundario", señala el cirujano Aleksiev. "Preferimos aburrirnos a tener trabajo; un día sin nada qué hacer es un buen día", añade Vova.

La acción, reconocen los miembros de esta brigada de voluntarios, puede surgir en cuestión de segundos, y a veces ni siquiera es necesario acudir al frente de guerra. Tras un par de días de inactividad, el equipo recibe una llamada a primera hora de la tarde, y Vova tiene que agarrar su furgoneta y enfilar junto con Svitlana y el resto del equipo en dirección desconocida, sorteando vehículos e ignorando señales de tráfico dentro de la propia ciudad de Bajmut. Y es que proyectiles de origen desconocido acaban de reventar, hace una media hora, un edificio de apartamentos en un barrio periférico de la ciudad. Para cuando llegan, el edificio, un sector del cual está ardiendo, ha colapsado debido a la violenta explosión, pero apenas hay algunos contusionados que tratar con lesiones menores. El grueso del trabajo aquí, en realidad, es para los bomberos, que al cabo de una hora empiezan a extraer bolsas negras con cadáveres en su interior.

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