Un nuevo tiroteo en Estados Unidos. Es una noticia que los periódicos llevan prácticamente cada mes. Esta vez ha sido en Texas, en la escuela elemental de Uvalde, donde Salvador Ramos, de 18 años, entró parapetado en un chaleco antibalas para disparar contra profesores y alumnos. El resultado han sido 19 niños y dos adultos muertos, además del tirador.

Pero hace dos semanas fue Buffalo, en abril, Sacramento, y así los tiroteos masivos se producen una y otra vez a lo largo y ancho de Estados UnidosSolo en lo que va de año, apenas 150 días, se han producido 214 tiroteos masivos en el país, casi dos cada 24 horas. Son cifras de Gun Violence Archive (GVA) , una asociación sin ánimo de lucro que lleva las cuentas de los crímenes con armas de fuego en Estados Unidos como método para presionar a las autoridades a regular el mercado de la compraventa de armas.

La violencia con armas de fuego afecta a todo el país, pero los colegios son lugares especialmente afectados. En los últimos 10 años, 900 escuelas han sufrido incidentes de este tipo según los datos del GVA, por lo que Estados Unidos presenta una media de 90 tiroteos masivos en escuelas al año.

Esto ha obligado a que los centros educativos se pongan en marcha para garantizar su seguridad. Según la Asociación Nacional de Oficiales de Recursos Escolares, en los últimos 20 años los colegios han tomado medidas drásticas: sistemas de vigilancia, arcos detectores de metales a al entrada, espacios para refugios, simulacros y protocolos para que los profesores sepan como actuar en caso de un tiroteo, e incluso han recomendado a sus alumnos que utilicen mochilas antibalas.

Sin embargo, el tiroteo de Texas ha reabierto el eterno debate de la regulación de las armas de fuego en Estados Unidos: ¿Es mejor ponerle a un chaleco antibalas a un niño o regular las armas para que ningún niño pueda disparar? El presidente de Estados Unidos, Joe Biden dejó claro su posicionamiento tras la matanza de Uvalde. "La idea de que un chico de 18 años pueda entrar en una tienda de armas y comprar dos rifles de asalto está simplemente mal. Es hora de transformar este dolor en acción. A cada padre, a cada ciudadano de este país: tenemos que dejar claro a los representantes políticos que es hora de actuar, es hora de decir a quienes obstruyen, retrasan o bloquean normas de sentido común sobre armas que no lo vamos a olvidar", dijo Biden en un mensaje televisado.

Biden se ha propuesto establecer leyes más restrictivas contra las armas de fuego. Pero no es el primer presidente que lo intenta. Otros, como Barack Obama, ya lo intentaron. Y perdieron. ¿Por qué es tan difícil regular el mercado de las armas en Estados Unidos?

Cultura armamentística

Las armas forman parte de la cultura americana tal y como demuestran algunos datos del Instituto Nacional de Justicia. Para empezar, en Estados Unidos hay más armas que personas. En total, 393 millones de rifles y pistolas para una población 328 millones. Eso quiere decir que Estados Unidos concentra al 4,4% de la población mundial, pero, sin embargo, posee el 42% de las armas del mundo.

Tener armas de fuego es prácticamente algo cultural en ciertas regiones de Estados Unidos. Hay asociaciones, como la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle, que se dedican a promover, enseñar y apoyar el uso de armas de fuego. Lo hacen bajo la protección de la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que blinda el derecho de todos los ciudadanos a poseer y portar armas con estas palabras: "Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas".

Es una cuestión que va más allá de republicanos y demócratas, más allá de ideologías. Amparándose en su constitución, son muchos los estadounidenses que creen que el derecho a portar y poseer armas, y a utilizarlas para proteger su vida, su familia o su propiedad, es sagrado. Y todos ellos entienden las leyes encaminadas a una mayor regulación del mercado armamentístico o a las restricciones a la venta y tenencia de armas como un ataque a esta Segunda Enmienda.

Estados Unidos concentra al 4,4% de la población mundial, pero posee el 42% de las armas

Diferencias entre estados

Si bien portar armas es un derecho en la Constitución de Estados Unidos, lo cierto es que no es ilimitado. Para controlarlo está la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF),el brazo del Gobierno encargado de decidir quién puede enviar, recibir o poseer armas y municiones mediante la Ley Nacional de Armas de Fuego.

Pero Estados Unidos es un país federal y eso quiere decir que en cada Estado hay diferencias y modificaciones sobre esta ley. Por ejemplo, según la ley federal, la edad mínima para comprar un arma de fuego es de 18 años y para comprar un arma de mano o de defensa personal de 21. Sin embargo, en estados como Alaska, Maine, Minnesota y Vermont se puede comprar una escopeta o un rifle tan solo con 16 años.

En general, no se puede acceder a una arma si se tienen antecedentes penales, algún tipo de adicción o problemas mentales y tampoco si no se es ciudadano legal en el país. Pero, en general, son requisitos que se pueden esquivar, sobre todo con la venta en internet o comprando el arma a un vendedor privado en lugar de a un vendedor autorizado.

Un negocio lucrativo difícil de intervenir

Además de ser un elemento cultural, las armas son un negocio tremendamente lucrativo en Estados Unidos. Según el último informe de la ATF, la producción de armas se ha triplicado en 20 años. Si en el año 2000 se fabricaron 3.932.734 armas en Estados Unidos, en 2020 fueron 11.063.910.

Una cantidad ingente de armas a la que es fácil acceder, y cuanto más fácil es acceder a ellas, más fácil es hacer un mal uso. Sin embargo, el mercado armamentístico es uno de los motores de la economía estadounidense. Las armas, en general, son un negocio de volumen enorme y regularlo iría en contra de muchos intereses, por lo que a las autoridades se les hace muy complicado intervenir

La todopoderosa Asociación Nacional del Rifle

"¿Cuándo, en el nombre de Dios, vamos a plantarnos frente al 'lobby' de las armas?". Fueron las palabras de Joe Biden tras la matanza de Uvalde en una clara referencia a la poderosa Asociación Nacional del Rifle, la organización que defiende con uñas y dientes que todos los estadounidenses tienen derecho a poseer, portar y utilizar sus armas en caso de ser necesario.

Enarbolando la defensa de la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, la Asociación Nacional del rifle se encarga ir en contra de cualquier intento de las autoridades de regular sobre el mercado de las armas. Su fuerza reside no solo en sus seguidores -entre cinco y 19 millones- sino en su nivel de compromiso. No son solo miembros, son militantes activos que participan en los eventos, predican sobre la asociación y apoyan la organización con millones de dólares. De hecho, el presupuesto anual de la ANR es de casi 400 millones de euros.

Con todo este dinero pueden financiar las campañas políticas de los candidatos que, a lo largo y ancho del país, defienden sus intereses. Y, de hecho, están entre los más fervientes benefactores de las campañas políticas del partido republicano. Por ejemplo, aportaron más de 30 millones de euros a la campaña del expresidente Donald Trump, un gran defensor de las armas, según datos de la BBC.

La ANR pone y quita políticos, pero no solo por sus campañas, sino también por su influencia en sus seguidores. Cada vez que hay algún tipo de elección en cualquier territorio del país, la ANR hace una lista de los candidatos y los califica con una nota más alta o más baja en función de si defiende o no los intereses de la asociación. Luego, solo tienen que esperar. Sus millones de militantes votan en consecuencia. Por todo ello muchos, como hizo Biden, califican a la ANR de 'lobby'.

El sistema lento en las cámaras

En general, es un sistema en el que se juntan ideología, negocio y política, en el que es muy complejo intervenir, pero el sistema que rige las cámaras de Estados Unidos tampoco lo hace más fácil.

En este momento, los demócratas de Joe Biden tienen mayoría tanto en el Congreso como en el Senado. Pero la clave está en la segunda cámara, en el Senado, donde los estados rurales y proarmas del sur superan en escaños a los estados más progresistas como Nueva York o California pese a su mayor población. Para cambiar la regulación de armas, Biden necesitaría el apoyo de 60 de los 100 senadores, algo que es prácticamente imposible.