En la Navidad de 1973, las casas norteamericanas no encendieron sus habituales y estridentes alumbrados. En el interior, los termostatos de la calefacción estaban inusualmente bajos y los coches aguardaban en los garajes con sus tanques de combustible vacíos. El nuevo año los recibió con largas colas en las gasolineras y un sistema de racionamiento que solo permitía repostar en función del número par o impar de la matrícula. Fue la primera gran crisis energética desde la Segunda Guerra Mundial, provocada por la guerra del Yom Kippur y la decisión de los países árabes de cerrar el grifo del oro negro.

Medio siglo después, el mundo vuelve a tener un problema con la energía, agravado por la invasión rusa de Ucrania y la decisión europea de acabar con la dependencia del gas ruso. Todos los gobiernos adoptan medidas de ahorro siguiendo la pauta marcada por Bruselas mientras sobrevuela el fantasma de las restricciones al consumo.

En España, el PP ha respondido a las medidas de ahorro del Gobierno socialista hablando de “cartillas de racionamiento energético”, como señaló el vicesecretario de coordinación autonómica y local, Pedro Rollán. Y eso que apenas quince días antes, Alberto Núñez Feijóo había señalado: “Debemos establecer un plan de ahorro energético (...) bajar el consumo innecesario y pactar con ayuntamientos un ahorro en alumbrado eléctrico nocturno para prepararnos para cortes o disminuciones de energía”. Más allá del hiperbólico discurso de los populares, la historia muestra ejemplos al otro lado de nuestras fronteras en los que el consumo de energía sí estuvo racionado.

Embargo al petróleo en los 70

En Estados Unidos, a todo presidente le llega su guerra. Y la que libró Jimmy Carter a finales de los años setenta del siglo pasado tuvo como enemiga a la crisis energética. Desde el despacho oval, donde muchas veces lució un jersey que dejaba entrever la escasez de calefacción de la Casa Blanca, pronunció un discurso en el que calificó la nueva crisis del petróleo como "el equivalente moral de la guerra”. Porque en todo conflicto bélico hay sacrificios y los norteamericanos llevaban casi toda la década sufriéndolos. Antes de él, Richard Nixon ya se había enfrentado a la escasez de combustible, imponiendo un racionamiento para el que llegaron a imprimirse cupones y cartillas.

En octubre de 1973, los países árabes que formaban parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) embargaron los envíos de petróleo hacia Occidente, especialmente hacia Estados Unidos y los Países Bajos. Fue la primera de una serie de crisis energéticas que azotarían a la primera potencia mundial en los setenta. Las gasolineras atendían con cita previa o solo a los clientes habituales y, además de largas colas de vehículos y camiones, era frecuente ver carteles de ‘combustible agotado’ junto a otros más originales y ejemplarizantes: “Disminuya la velocidad hoy o camine mañana” o “la escasez de combustible va a hacer que el mundo vuelva a ponerse en pie”. La velocidad máxima se redujo a 55 millas por hora (88 km/h) y se impuso el horario de verano en pleno invierno.

El plan de racionamiento, que duró hasta 1976, se tradujo en suministrar carburante a los vehículos con matrícula impar en los días impares del mes, dejando el resto a los pares. En algunos estados se colocaban banderas para advertir de la disponibilidad, racionada o ilimitada, de combustible.

La Oficina de Conservación de la Energía inició una campaña con el lema ‘Don't Be Fuelish’ -un juego de palabras entre foolish, estúpido, y fuel, combustible-, en la que actores y deportistas llamaban a ahorrar energía, y el Congreso promulgó un programa con ayudas para a aislar las viviendas de forma más eficiente.

En Europa, Países Bajos se llevó la peor parte del embargo. Una estampa de aquellos años fueron las salas de estar instaladas en medio de autopistas de cuatro carriles: los ‘domingos sin coche’, una medida nacional que impedía utilizar los vehículos ese día de la semana, provocaron que los holandeses invadieran las carreteras para dedicarlas a todo tipo de menesteres. También hubo ‘domingos sin coche’ en Bélgica, Italia o Dinamarca. Suecia racionó la gasolina y el gasóleo de calefacción, y Francia redujo los límites de velocidad y suspendió las emisiones de televisión a las 11 de la noche: era la forma de enviar a los franceses a dormir.

En Reino Unido, a la crisis del petróleo se sumó una huelga de mineros que agravó la falta de combustible. La medida más importante fue ‘la semana de tres días’, que limitaba el consumo de electricidad de locales comerciales e industriales a tres días consecutivos por semana. En aquellos días de velas parpadeando se imprimieron más de 18 millones de cartillas de racionamiento de gasolina. Tal y como consta en los Archivos Nacionales de Reino Unido, el primer ministro llegó a vetar que la Reina hiciera cualquier mención a la escasez de combustible en su mensaje de Navidad.

La crisis del petróleo también se sintió en España, sumida aún en los tiempos oscuros de la dictadura. “Circunstancias relacionadas con el consumo de combustible”, como señala el BOE de la época, impulsaron a Franco a imponer límites a la velocidad de los turismos y a adelantar una hora los relojes españoles. Décadas más tarde, la historia volvió a rimar: en febrero de 2011, el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero redujo el límite de velocidad en autovías y autopistas de 120 a 110 kilómetros por hora. Alfredo Pérez Rubalcaba aseguró que la medida estaba relacionada con la subida de los precios del petróleo por las revueltas árabes y que con ello pretendían “ahorrar gasolina”.

Cuando la naturaleza trae la crisis

Los fenómenos naturales están también detrás de algunos de los momentos de escasez de energía de la historia reciente. En 1992, ‘el Niño’, un evento climático que azotó el Pacífico, dejó importantes sequías en Colombia. Fue la gota que colmó el vaso de un sector energético en crisis. El Gobierno tuvo que hacer cortes diarios de electricidad entre marzo de 1992 y febrero de 1993. Los chilenos también sufrieron las consecuencias de los embalses vacíos en 1998, con cortes programados del suministro eléctrico pese a las llamadas del gobierno a ahorrar energía.

La sequía también fue una de las causas que arguyeron las autoridades de California en 2000 y 2001 para decretar apagones de racionamiento en todo el Estado, incapaces de abastecer una demanda eléctrica disparada por los aires acondicionados ante las altas temperaturas. Y en Japón, tras el desastre de la central nuclear de Fukushima, la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio anunció un plan de racionamiento de electricidad.

Huelgas y desabastecimiento

Antes incluso de que Rusia invadiera Ucrania, a finales de 2021el Reino Unido se enfrentó a gasolineras cerradas y largas colas en busca de combustible. La falta de transportistas que abastecieran las estaciones de servicio, acentuada por el Brexit, y la alarma generada provocó que los británicos se agolparan para repostar.

La escena ya se vivió en la isla en el año 2000, cuando las protestas de los camioneros por los precios de los combustibles derivó en que algunos supermercados incluso tuvieran que racionar los alimentos. Francia sufrió una crisis similar y los problemas de desabastecimiento de combustible provocaron también el racionamiento de la gasolina. En Portugal, otro país europeo, fue en 2019 cuando una huelga de transportistas provocó que la gasolina tuviera que dosificarse.

Cortes de luz frecuentes

La Polonia de los años 80 sufría una crisis profunda donde los productos básicos, y también la gasolina, llevaban racionados desde 1976. Algunos como el café o el tabaco rara vez estaban disponibles. Las largas colas en los establecimientos fueron la estampa habitual de una década que arrancó con una ley marcial que terminó con fuertes protestas. La URSS trató de presionar a las autoridades polacas para que acallaran los tumultos recortando el suministro de petróleo. La situación se prolongó hasta 1989, con el fin del comunismo y la transformación económica de la era postsoviética.

Pero si hay un país donde la crisis energética se ha prolongado décadas ha sido Venezuela. También fue la sequía que provocó ‘El Niño’ la chispa que prendió el déficit de generación de energía en 2009. El Gobierno impuso un plan nacional de racionamiento, pero en Caracas no duró mucho, ahogado por las protestas. En el resto del país, se cortaba el suministro eléctrico durante varias horas cada tres o cuatro días. En 2011 volvieron los apagones y Hugo Chávez retomó los racionamientos. Desde entonces y hasta hoy, con mayor o menor frecuencia, los venezolanos siguen sufriendo cortes de electricidad.

De vuelta a 2022 y a este lado del Atlántico, resuenan de nuevo palabras que evocan tiempos oscuros. Europa ya ha alumbrado el primer plan de ahorro energético de su historia y el título bien podría colgar en los carteles de alguna de aquellas gasolineras de los Estados Unidos de los 70: “Ahorrar gas para un invierno seguro”.