“Nuestra ofensiva se ha estancado. Estamos perdiendo esta guerra”. “La mitad de nuestro regimiento ya no está”. “Nos dieron órdenes de matar a todo el que viéramos”. “Cuando llegue a casa lo dejo. Que le jodan al Ejército”. “(Vladimir) Putin es un necio. Quiere que tomemos Kiev, pero no hay manera de que podamos hacerlo”.

Las cinco frases las pronunciaron en llamadas a familiares, parejas y amigos en Rusia soldados rusos que en marzo, semanas después de que el Kremlin comenzara la invasión de Ucrania, estaban destacados en la zona cercana a Bucha, en las afueras de Kiev. Fueron interceptadas, como miles de otras conversaciones telefónicas, por el gobierno ucraniano. Y este miércoles, tras meses de investigación, traducción y certificación de su autenticidad, “The New York Times” ha hecho público el contenido como parte de un reportaje que revela la frustración y el desencanto de las tropas, que cuestionan decisiones tomadas tanto por el presidente ruso como por líderes militares y reconocen también atrocidades cometidas contra civiles, así como haber realizado saqueos.

El ‘Times’ oculta el nombre de los receptores y solo ofrece los nombres de pila de los soldados rusos, explicando que algunas de las cosas que dijeron en llamadas con móviles que no estaban además autorizados a realizar podrían ser castigadas con penas de cárcel en Rusia si se expresaran públicamente.

"Estos bastardos no nos dijeron nada"

Los soldados rusos aquejaban ya en esas primeras semanas de la invasión baja moral y se quejaban, por ejemplo, de falta de equipamiento. Aseguraban, asimismo, haber sido engañados sobre la misión. “Nadie nos dijo que íbamos a la guerra, nos avisaron la víspera”, le dijo Serguei a su madre, ante la que también expresó la opinión de que “esta guerra es la decisión más estúpida que ha tomado nunca el gobierno”. “Nos tomaron el puto pelo como a críos”, le dijo Nikita a un amigo. “Nos dijeron que íbamos a entrenar; estos bastardos no nos dijeron nada”, critico Aleksei hablando con su pareja.

En las conversaciones los soldados también se interesaban por la versión oficial que se estaba dando en Rusia y la desarticulaban. Uno llamado Aleksandr, por ejemplo, dijo: “En realidad no podemos tomar Kiev, solo tomamos pueblos”. Y en una conversación con su novia otro llamado Sergei le dijo: “Quieren engañar a la gente en la tele diciendo que todo está bien, que es solo una operación especial, pero en realidad es una puta guerra”.

Crímenes de guerra

Los costes humanos de esa contienda aparecían también en las conversaciones, tanto hablando de soldados rusos caídos como de víctimas civiles. Y las llamadas desarticulan la versión repetida por el Kremlin de que la matanza de Bucha, donde tras la retirada se encontraron más de 1.100 cadáveres, fue escenificada para culpar a Rusia y apuntan a crímenes de guerra. En una, por ejemplo, el soldado Sergei le dijo a su novia que su comandante había ordenado que mataran a tres hombres que pasaron por delante de su almacén.

“Les detuvimos, les desnudamos y comprobamos sus ropas. Hubo que decidir si dejarles ir, pero si lo hacíamos podían revelar nuestra posición, así que se decidió dispararles en el bosque”, dice el soldado. Cuando la novia le pregunta si les dispararon él contesta que “por supuesto”. Y cuando ella interroga por qué no los hicieron prisioneros él contesta: “Tendríamos que haberlos alimentado y no tenemos suficiente comida para nosotros”.

El soldado Sergei también dice que antes de llegar les dijeron que había muchos civiles y recibieron la orden de “disparar a todo el que viéramos”. “Porque pueden revelar posiciones. Parece que es lo que vamos a hacer. Matar a cualquier civil que pase y arrastrarlos al bosque. Ya me hecho un asesino”, continua. “Por eso no quiero matar a más gente, especialmente a los que tengo que mirar a los ojos”.

Varios de los soldados hablan abiertamente en las llamadas de haber saqueado casas y negocios. Y el 'Times' ha comprobado también que varios de los que fueron interceptados realizaron días después de las llamadas envíos postales a Rusia.