La ruinosa entrada en acción del gobierno de Liz Truss ha dado munición al Partido Nacional Escocés (SNP), en sus aspiraciones independentistas.

El desbarajuste creado, “es un síntoma de la disfunción en Westminster”, declaró Keith Brown, número dos del SNP en la apertura de la conferencia anual del partido en Aberdeen. La primera ministra británica “ha provocado incluso más caos y confusión de lo estimado en las predicciones más pesimistas”, añadió.

Entre los delegados asistentes a la sesión inaugural el sábado se encontraba la ministra principal, Nicola Sturgeon, quien en entrevistas previas había criticado el que Truss, un mes después de ocupar el cargo al frente del Ejecutivo, no hubiera hablado aún con ella. “Es absurdo” y algo “sin precedente”, declaró a la BBC. “No sé si es arrogancia, falta de respeto, inseguridad, u otra cosa. No es la manera de actuar de un gobierno responsable”.

Tanto Theresa May, como Boris Johnson habían llamado por teléfono a Sturgeon poco después de ser nombrados. Durante la campaña por el liderazgo conservador, Truss había acusado a la líder del SNP de ser alguien “que busca el llamar siempre la atención”, y lo mejor era ignorarla.

Desafío en el Tribunal Supremo

El silencio de Truss, muy dada a crearse enemigos gratuitamente, podría tener otra causa. Esta semana está prevista la vista en el Tribunal Supremo la demanda presentada por el ejecutivo escocés alegando que el parlamento autónomo de Holyrood en Edimburgo tiene potestad para convocar un referéndum de independencia sin el consentimiento del gobierno del Reino Unido.

Los tres últimos primeros ministros británicos se han negado a autorizar una segunda consulta. Sturgeon ha fijado de la fecha del 19 de octubre del próximo año para llevar a cabo la votación, siempre que los jueces del Supremo autoricen al gobierno escocés para ello, algo que parece poco probable. En caso de negativa, Sturgeon afirma que tratará de conseguir un apoyo mayoritario para la independencia en la próxima elección general, que consideraría como un referéndum. La fórmula es considerada confusa y carente de legalidad.

Mayoría en contra de la independencia

Los sondeos muestran que casi ocho años después del primer plebiscito, los escoceses continúan estando tan divididos como entonces, con un 45% a favor de la independencia y un 55% en contra. Los más jóvenes, entre 16-24 años (la mayoría de los cuales no tenía edad legal para votar en el 2014) conforman el grupo más favorable a la independencia, 59% a favor, 41% se opone. En cambio, entre mayores de 65 años la inmensa mayoría, el 70%, está en contra de la separación, frente a un 30% partidario de la independencia.

Sturgeon insiste en el plan de celebrar el nuevo referéndum en el 2023, pero sólo un 28% de los escoceses cree que se deba llevar a cabo la consulta en tan corto plazo, con un 59% en contra de hacerla. Los porcentajes están igualados 42%-41%, cuando se plantea el celebrar la consulta en un plazo de cinco años.