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Crónica desde Roma

La peste que está asesinando a los pinos de Roma

Los pinos mediterráneos, icono de la Ciudad Eterna, se están muriendo por un insecto que llegó de América | Los agrónomos de Roma siguen buscando el antídoto para este agresivo intruso, que no tiene depredadores naturales en Italia

La peste que está asesinando a los pinos de Roma.

Los majestuosos pinos mediterráneos (pinus pinea) de Roma, famosos en el cine y en la música, icono de la Ciudad Eterna, están muriéndose. Cada día es más evidente en las calles y parques de la ciudad italiana. Sus altas copas verdes se ennegrecen y centenares ya han sido talados. Su verdugo: un diminuto insecto marrón-rojizo venido de América que les está envenenando. Así se ha llegado a un punto en el que cualquier rodeo puede ser el último. 

La agrónoma Sara Sacerdote es directa. “Todo el territorio de Romas está infectado. Es una situación muy grave”, afirma. La noticia es que el caso no es nuevo, solo ha ido a peor. La 'toumeyella parvicornis', también llamada cochinilla tortuga, apareció en Italia hace unos siete años. Entonces destrozó los pinos de la región de Nápoles, Campania, posiblemente después de desembarcar de algún barco procedente del Caribe. Allí se había instalado tras migrar de los fríos paisajes de Canadá, explica Sacerdote.

Desde entonces ha sido una lucha sin muchas victorias para frenar la epidemia. Favorecida por el buen clima mediterráneo y sin enemigos autóctonos que sean sus depredadores naturales en Italia, la cochinilla tortuga se ha ido expandiendo por la costa italiana hacia el norte, hasta alcanzar Roma. Y aquí se la empezó a ver a partir de 2018, primero en los barrios del sur de la capital de Italia.

Una lucha sin victorias (aún)

Sacerdote lo sabe muy bien. Ella misma participa en la batalla. Ya ha suministrado a decenas de árboles el único paliativo que de momento se ha encontrado. Se trata de la endoterapia, una técnica que consiste en efectuar pequeños agujeros (a unos 30 centímetros de distancia los unos de los otros) en el tronco para inyectar dentro del árbol un insecticida, la abamectina, que con la ayuda de una sustancia alcohólica llega al parásito a través de la savia y lo destruye. “El problema es que solo es una solución temporal, que únicamente apunta a alargar la vida de los árboles, a la espera de encontrar un verdadero antídoto. Esto se debe a que el efecto de la abamectina acaba al cabo de unos tres meses y luego el parásita regresa”, explica Sacerdote, al añadir que si la planta está muy deteriorada también es posible que esta técnica no funcione. 

Además la endoterapia es costosa (cuesta un mínimo de 50 euros por árbol, según los expertos) y lenta, ya que son necesarios varios minutos para suministrar el brebaje a cada planta. Por eso, también se están llevando a cabo otros experimentos aunque de momento sin muchos resultados. Algunas universidades están estudiando el uso de mariquitas para que ataquen a las cochinillas, e incluso se ha pensado en importar a insectos que son depredadores naturales de la toumeyella parvicornis en su lugar de origen. Pero la solución no se ha encontrado aún. 

La situación es una verdadera lucha contra el tiempo en Roma, donde los 'pinus pinea' son parte del paisaje de la capital desde la época de la civilización etrusca (IX-I siglo a.C.) y empezaron a ser plantados de manera importante por toda la urbe a partir del siglo XIX, cuenta Sacerdote. Luego, en los años 40 del siglo XX, el líder fascista Benito Mussolini multiplicó nuevamente las plantaciones, a la vez de que elevaba este árbol a emblema de Italia. Tanto es así que Mussolini incluso le cambió el nombre, sustituyendo la denominación latina de pinus pinea por pino itálico.

Símbolo de Roma

Sin embargo, ya entonces antes de esto estos árboles había adquirido cierta fama. En 1924, por ejemplo, habían inspirado el famoso poema sinfónico Los Pinos de Roma, del compositor italiano Ottorino Respinghi, en la que se ilustra la presencia de estos árboles en distintas partes de la ciudad a lo largo del día. Posteriormente también han aparecido en algunas de célebres películas, como Roma de Federico Fellini y, más recientemente, en La Gran Belleza de Paolo Sorrentino.

El agrónomo romano Franco Milito es otro admirador de los pinos romanos. Los estudia desde hace años. “Es el árbol símbolo de Roma. Su desaparición sería terrible para el paisaje de la ciudad. Calles enteras se quedarían peladas”, explica. Pero la realidad es que la cochinilla tortuga es particularmente agresiva en Italia, donde se reproduce más y más rápido que en Canadá. Depone un alimento blanco azucarado, sobre el cual se implantan unos hongos, los cuales hacen un hollín negro que penetra en las ramas y en el tronco, obstaculizando la fotosíntesis, cuenta preocupado Milito.

Cada vez es más dramático el mundo en el que vivimos. Parecen agotados los argumentos y también el Planeta sigue rebelándose. “Como los pinos de Roma, la vida no nos quiebra…”, cantaba Antonello Venditti, uno de los cantautores más populares en las barriadas romanas. Tal vez ya no sea tan así.

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