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Guerra en Ucrania

¿Por qué no hay paranoia nuclear como antes?

Putin ha amenazado de manera clara con emplear su arsenal nuclear y Biden ha dicho que el “armagedón” está más cerca que nunca, pero, la verdad, a pie de calle nadie parece realmente preocupado

Vladimir Putin. EFE

No, no hay nada parecido a una paranoia nuclear, una verdadera paranoia nuclear, aunque así se empeñen en deslizarlo algunos estos días, al son de las amenazas de Putin y el eco que encuentran en su contraparte estadounidense, Joe Biden, encantado de poder pronunciar ‘armagedón’ y ‘nuclear’ en la misma frase. No la hay, al menos, como la conoció otra generación, la de los misiles, llamémosla, cuando tuvo lugar ese clímax de la Guerra Fría que fue la crisis de Cuba y los estadounidenses improvisaban refugios en los sótanos de sus granjas por si el demonio soviético tocaba a sus puertas. Salvo ese, ningún otro momento de la historia ha temido tanto el uso de armas nucleares en el marco de un conflicto bélico, y sin embargo, el miedo, la paranoia, no se extienden. Mejor, claro: quién quiere un brote de histeria colectiva. Pero extraño.

Quien haya visto ‘El puente de los espías’ recordará la escena en la que Tom Hanks (el abogado James Donovan) entra en el baño y sorprende a su hijo llenando la bañera hasta arriba. El año es 1957. Cuando le pregunta qué está haciendo, el niño contesta que cuando estalle la guerra, “lo primero que harán” será cortar el agua y la electricidad, así que hay que llenar de agua todo lo que se pueda. Incluida la bañera. La conversación posterior abunda en el pánico del pequeño, que en un momento dado dice lo siguiente: “Cuando lancen la bomba, los rojos apuntarán al Empire State. Pero la bomba explotará a 10.000 pies de altura (…) Si la bomba es de 50 megatones, la onda expansiva irá hacia afuera, y hacia afuera, y hacia afuera, y se derretirá todo de aquí a aquí, incluyendo donde vivimos… aquí”. Esos “aquí”, “aquí y “aquí” los pronuncia señalando los puntos de un rudimentario croquis. Eso es paranoia. Tal y como se vivió en esa época.

El siglo XXI, su gente, no parecen abonados a este tipo de comportamiento, y eso que el líder del país con el mayor arsenal nuclear del mundo ha dejado claro que, si lo obligan, podría emplear sus armas. ¿Es indolencia? ¿Es falsa indolencia? ¿Es que la gente está anestesiada? “Yo creo que hay algo clave aquí que es el factor generacional”, dice Carles Feixa, catedrático de Antropología Social de la Universitat Pompeu Fabra, y para explicarlo se remonta a los años de la Segunda Guerra Mundial. “El recuerdo de las bombas de Hiroshima y Nagasaki impactó a una generación que fue la que luego, en los años 60, alimentó las filas del movimiento pacifista y antinuclear, muy fuerte en aquella época. Para los que hoy son jóvenes o jóvenes adultos, acontecimientos como ese, o como la crisis de los misiles de Cuba, prácticamente pertenecen a la prehistoria. No están sensibilizados como las personas que vivieron esas épocas”.

Otro momento cinematográfico, o más bien, toda una película: ‘No mires arriba’, ese delirio de Adam McKay que retrata a una civilización a punto de ser destruida por un meteorito. Esa civilización que, en lugar de ceder a la histeria, se lo toma todo con la mayor tranquilidad. Los políticos lo usan políticamente, las redes sociales lo banalizan, la información se pone en duda. Pero lo importante aquí es la civilización: la humana, la occidental, la del siglo XXI. La sociedad del espectáculo, de las redes sociales, de las noticias falsas. “Yo creo que ahí hay una gran diferencia con la forma de asumir una amenaza como esta, y es que ahora vivimos en una sociedad donde la gente ya no sabe qué creer, y donde la comunicación ya no es unidireccional, sino multidireccional: una sociedad donde la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales se encuentra en entredicho”, dice Feixa. Quizá no es para tanto, dirán algunos. Quizá exageran, dirán otros.

La gente ya no sabe qué creer, y en parte es normal: fue hace cosa de una semana que el presidente Biden se encaramó a los titulares de todo el mundo con su afirmación de que “el armagedón nuclear está más cerca que nunca desde la crisis de los misiles de Cuba”, pero resulta que a los dos días su propio Consejo de Seguridad Nacional le salió al paso. Según su portavoz, John Kirby, las declaraciones del mandatario no estaban basadas en ningún dato novedoso de inteligencia, así que nada invitaba a modificar “la actual política nuclear estratégica” del país. "No hay nuevos indicios de que el señor Putin haya decidido emplear armas nucleares ni, francamente, que esté contemplando esa decisión", añadió. ¿Entonces? Al respecto, Feixa recuerda que vivimos en un mundo de constantes amenazas, nucleares y de toda clase, que nunca realmente se materializan, y cuando lo hacen, por muy graves que sean, “suelen tener un alcance local”. “Es otra teoría que explicaría lo que ocurre, la del lobo que llega pero nunca llega. Cabe recordar que en los años 80 también hubo una crisis nuclear, cuando la tensión entre la URSS y EEUU por la instalación de misiles nucleares en Europa llevó a pensar, de nuevo, en una posible guerra nuclear. Pero al final no pasó nada. Yo creo que es también en parte por eso que esta clase de amenazas acaban perdiendo valor”.

Sí, es cierto: algunos ucranianos improvisan refugios por si hubiera un ataque y Finlandia ha pedido a la población que compre pastillas de yodo para paliar los efectos de una posible radiación nuclear. Pero, ¿el mundo está al borde de la histeria? Habrá quien diga que sí, y habrá quien bromee al leer artículos como este. Dicho de otro modo: ¿un meteorito va a acabar con la Tierra? Bah. Ya habrá tiempo de preocuparse por eso.

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