El cambio climático es una realidad mundial, pero en el Cuerno de África está teniendo unas consecuencias especialmente preocupantes. La mayor sequía en los últimos 40 años se ha cebado con una población ya de por sí vulnerable y ha agravado la inseguridad alimentaria que afecta a más de 50 millones de personas.

Hace tan solo 15 años, las lluvias eran constantes en el tiempo, y anualmente, durante las dos estaciones de lluvia, ríos como el Tana, en Kenia, desbordaban ayudando a los agricultores a regar las cosechas y a los ganaderos permitiendo el pasto del ganado. Hoy en día, los agricultores no pueden planificar cuándo plantar y las cosechas prácticamente se han extinguido a la vez que el aumento de temperaturas ha ido acabando poco a poco con los pastos y cada vez hay menos ganado.

El Gobierno keniano declaró la sequía como un desastre nacional a principios de septiembre de 2021, y desde entonces la situación no ha mejorado. El hambre y la desesperación han provocado, además, un aumento de la inseguridad y las tensiones entre tribus, que luchan constantemente por sobrevivir en un entorno cada vez más agreste.

Fenómenos climáticos extremos

Las sequías son uno de los fenómenos extremos que más se han intensificado en las últimas décadas y que, según apuntan las proyecciones, irán a peor con el avance de la crisis climática. KeniaSomalia son dos de los grandes damnificados de la región y José Luis Orpella, un sacerdote que reside en la frontera entre estos dos países desde hace 30 años y colabora con Manos Unidas, asegura que la situación no deja de empeorar. "Hay muchísima pobreza derivada de la sequía. La gente necesita ayuda de emergencia y se ven empujados a huir de sus hogares", explica. "Miles de personas cruzan la frontera desde Somalia diariamente en busca de comida y refugio, pero al llegar a Kenia se encuentran en la misma situación", asegura.

La inseguridad en Kenia se ha disparado. A parte de las tensiones y la pobreza, el radicalismo islámico ha provocado un aumento de los enfrentamientos y choques violentos que ha llevado a que haya una mayor presencia de policía y militares en las calles. "El sentido de la muerte en África es muy distinto al de Europa", afirma Orpella, que asegura que el islamismo no es el problema más extendido, pero que se retroalimenta de la inseguridad.

"La tensión se está creando porque cada vez más pastores se adentran en las tierras de agricultores o en territorios de otras tribus y eso crea fricciones y enfrentamientos", asegura el misionero, que añade que "la pobreza, la poca educación y el hambre son factores de radicalización". "Los insurgentes ofrecen un plato y un sueldo a quienes no tienen nada", lamenta.

Suma de elementos

Orpella insiste en que la situación actual es el resultado de una serie de elementos nefastos. "No es solo la escasez de cosechas, sino también la sequía, las migraciones, el aumento de precios a causa de la guerra, que casi se han triplicado en algunos productos, y la situación económica y política del país. Ha habido muchos errores y faltas", zanja. El derecho a la alimentación se utilizó en las pasadas elecciones como un arma para arañar votos prometiendo crear sistemas de producción agrícolas eficientes así como para culpar al oponente de la falta de preocupación por el bienestar de las personas.

Según datos recientes, el 80% de la población de Kenia no tiene una alimentación saludable. Hace unos meses, el propio director de los Servicios Médicos del Ministerio de Salud de Kenia afirmaba que el noroeste del país "está en crisis" y los sistemas de salud "están sobresaturados". Allí, más de seis millones de personas sufren hambre y malnutrición debido a la gran sequía. "Es importante que sigamos ayudando con proyectos de educación, alimentación e infraestructuras. Necesitamos llevar un camión cisterna rápidamente para frenar un poco el envite", pide el misionero.