Cuando Joan Gaspart Josep Lluís Núñez ganaron las elecciones para presidir el Barça, allá por 1978, en plena Transición, al futuro presidente se le ocurrió que sería buena idea que ambos se marcharan lejos para descansar unos días “en un sitio tranquilo donde nadie nos conociera”. Volaron hasta la otra punta del mundo, las islas Seychelles, un idílico archipiélago en el océano Índico. Pero “nada más llegar al hotel, unos catalanes nos reconocieron”, recuerda ahora Gaspart en una entrevista telefónica. Un problema menor porque aquellas vacaciones dieron para mucho. El empresario hotelero averiguó durante la instancia que Seychelles no tenía consulado en España y, “tras hacer unas gestiones”, logró que le concedieran el cargo. Fue así como acabó convirtiéndose en el cónsul honorario más antiguo de Seychelles en el mundo.

“Llevo 42 años de cónsul honorario de las Seychelles en Barcelona”, dice orgulloso Gaspart, quien acabó con el tiempo presidiendo también el Barça. “Lo que hacemos es atender a los ciudadanos que vienen a España, jóvenes que vienen a estudiar o que tienen algún problema, como perder el pasaporte. Nuestro trabajo es de ONG, yo no cobro por ejercer el cargo”. Gaspart es uno de los rostros conocidos que pueblan los consulados honorarios de Barcelona, la tercera ciudad del mundo sin estatus de capital de Estado con más delegaciones consulares, solo superada por Nueva York y Hong Kong. Son en total 92 consulados, según el último registro de la Generalitat, repartidos por palacetes, casas modernistas, oficinas en la parte alta de la ciudad y despachos profesionales.

De todos ellos, 58 están dirigidos por cónsules honorarios, ciudadanos privados elegidos por el país de turno por su arraigo en la ciudad, su reputación o sus conexiones con el país representado. No son diplomáticos de carrera y tienen menos atribuciones que los cónsules al uso, pero suelen ser muy utilizados por países en desarrollo que carecen de presupuesto para abrir una delegación consular fuera de la capital y por Estados con escasos vínculos económicos con España. Entre sus perfiles abundan los abogados, pero no solo, porque el cargo ha sido históricamente codiciado por nombres prominentes de la élite financiera y política catalana.

Personas de renombre

Algunos muy mediáticos, como el propio Joan Gaspart y otros, menos conocidos, pero mucho más poderosos, como Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola Europan Partners, que fue cónsul de Islandia; José Manuel Basáñez, 'exconseller' de Economia y expresidente de compañías como Acesa o Caprabo, que representa a Singapur; o Andrés Carasso, delegado de Iberdrola en Catalunya y delegado honorario de Costa de Marfil. “Hay tres tipos de cónsules honorarios: los que tienen afinidad con el país que les nombra, los que tienen algún tipo de relaciones comerciales y los fantasmas, cuyo interés es figurar y decir que son cónsul honorario para acceder a determinados círculos sociales y políticos”, explica un excónsul en Barcelona de un país extranjero.

En Valencia destaca la familia del 'exconseller' de Economia Máximo Buch, consul honorario de Alemania, un cargo que ocuparon antes su padre, su abuelo y su tatarabuelo alemán. El exdiputado y senador José María Chiquillo fue designado en junio para representar a Uzbekistán. “Es siempre una cuestión de confianza”, asegura el abogado Jacinto Soler Padró, quien fuera honorario de Austria durante una década. “El consulado da la oportunidad de acceder a una serie de relaciones que de otro modo sería difícil acceder a ellas. Puede haber contrapartidas, pero no es la norma”, añade Soler Padró.

El periodista Rafa Burgos investigó las cloacas del sector en su libro “L’ orgia diplomàtica’, donde hace un vaciado exhaustivo de cónsules con negocios turbios. “Es un mundo opaco y con intereses soterrados”, dice Burgos. “Muchos honorarios han tenido cargos en el Barça o se han presentado a la Junta. También abundan los perfiles vinculados a La Caixa, Albertis o Repsol”. Durante la investigación, el periodista descubrió que, en muchos de los grandes casos de corrupción, aparecía algún diplomático tarde o temprano.

El intento de un Pujol

Jordi Pujol Ferrusola intentó comprar el cargo de cónsul honorario de Gabón por 17 millones de pesetas, según Burgos, pero no lo consiguió. Y muchos personajes vinculados a los consulados aparecieron en la 'lista Falciani' de evasores fiscales. “Hace años, en un periódico de tirada internacional, se publicitaba una agencia que se dedicaba a gestionar los trámites para ser cónsul honorario de un país. Yo conozco uno que lo consiguió de esa manera, aunque no puedo decir su nombre”, explica un excónsul contactado. Otro de ellos, que abandonó el cargo recientemente, es más taxativo. “Hay tanta mierda que no sé por dónde empezar. En mis años como honorario he visto de todo”.

La investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y ProPublica, en la que ha participado EL PERIÓDICO junto a El País, La Sexta y más de 50 medios internacionales, ha documentado los casos de 29 cónsules honorarios en España y de nuestro país en el extranjero que tuvieron problemas con la justicia. Algunos, por haber cometido crímenes atroces, como la abogada Rosario Porto, cónsul de Francia en Santiago de Compostela durante una década, condenada a 18 años de cárcel por el asesinato de su hija Asunta. Porto fue encontrada muerta en su celda en noviembre de 2020. Años antes, en 2017, el Gobierno macedonio cesó a su cónsul honorario en Barcelona, el dentista Mario César Deus Yela, acusado en Sudáfrica del asesinato de sus gemelos de tres años. Dos años después apareció muerto en la prisión de Ciudad del Cabo donde cumplía condena.   

Desde el sector se asegura, sin embargo, que la mayoría de cónsules honorarios solo buscan defender los intereses del país al que representan con escrupuloso respeto hacia la ley. “El que quiera ser cónsul para aprovecharse se equivoca. Yo tenía muy claro que era para servir, no para servirme", asegura Joan Gaspart.