CUMBRE UE-CELAC

Europa busca aliarse con Latinoamérica contra el asalto global a la democracia

La cumbre de UE-CELAC se va a realizar en verano tras ocho años suspendida, bajo la presidencia española y en medio del proceso de diálogo en Venezuela o los intentos de golpe de Brasil y Perú

Los máximos responsables de la política exterior de la UE y España, Josep Borrell con José Manuel Albares.

Los máximos responsables de la política exterior de la UE y España, Josep Borrell con José Manuel Albares. / EFE

Mario Saavedra

El modelo de Gobierno de China (mano dura con políticas de mercado) es popular entre algunos de los países en vías de desarrollo, desde África a Asia, pasando por América Latina. El paradigma europeo pierde pie en muchos países del Sur Global, y ello a pesar de las ingentes cantidades de dinero que el Viejo Continente destina a ayuda al desarrollo. Y mientras el mundo se enfrenta a una gran crisis (pandemia, guerra en Ucrania y auge de los populismos), Bruselas parece haber tomado la decisión de rescatar del olvido diplomático y político a América Latina. No sobran los aliados en un mundo tan incierto. 

Si se le añade a ese contexto geopolítico los recientes intentos de golpe de Estado en Perú o Brasil, o el proceso de negociación política de futuro incierto en el que se encuentra inmersa Venezuela, por poner sólo unos ejemplos, se comprende perfectamente por qué, esta vez sí, parece que la Unión Europea ha pisado el acelerador y va a tratar de aproximarse de verdad, y de una vez por todas, a la región de América Latina y Caribe.

Ese acercamiento tomará la forma de una super-cumbre de jefes de Estado y de Gobierno el próximo mes de julio, la cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), una organización política de 33 países en la que destacan las principales economías de la región (de Brasil a Chile, Argentina, Colombia o Perú), y otros controvertidos como Cuba. Un diálogo que llevaba ocho años sin producirse. 

El máximo responsable de la política exterior europea, Josep Borrell, y el de la española, José Manuel Albares, no pierden ocasión para proclamar la importancia de ese encuentro, que se va a producir durante la presidencia rotatoria del Consejo Europeo del presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez

Borrell ha prometido este lunes mimar esa “otra relación trasatlántica”, porque los intereses europeos no acaban con Estados Unidos ni cuando empiezan el Caribe o el ecuador. “No nos podemos acercar a América Latina y Caribe solo cuando necesitamos sus votos en Naciones Unidas”, ha dicho Borrell a los asistentes a un foro sobre el futuro de la región en Madrid, organizado por Casa América.

Ha llegado mucho más allá: “Si queremos promover la paz y la democracia, hay que aceptar que el orden multilateral actual debe ser reformado para adaptarlo al nuevo contexto geopolítico y la nueva distribución del poder y la riqueza, que hoy es radicalmente distinta a la que en 1945 alumbró el funcionamiento de las principales instituciones internacionales”.

Apuntaba Borrell en su discurso en vídeo desde Bruselas a una posible reforma de las instituciones de Naciones Unidas, que forma parte del runrún diplomático desde que Rusia, miembro del Consejo de Seguridad, invadiera Ucrania el pasado 24 de febrero. Y ponía a América Latina en el centro de un pulso global contra el auge de los populismos. “La pandemia, las tensiones geopolíticas, la guerra contra Ucrania, que no estaban en el programa, refuerzan la necesidad de dar un salto cualitativo a nuestra relación, con nuevas ideas y con propuestas concretas”.

Ha recordado también las crisis a las que se ha enfrentado recientemente la región: en Brasil, con un asalto a los poderes del estado de una turba de seguidores de Jair Bolsonaro, el líder ultraderechista que ha perdido la presidencia del país en favor de Luiz Inácio Lula da Silva, que ha vuelto a meter al país en la CELAC; Perú, donde el presidente, Pedro Castillo, intentó dar un autogolpe de Estado para frenar las intenciones del Congreso de deponerlo; en Bolivia, donde se ha detenido hace unas semanas al líder opositor Luis Fernando Camacho por su presunta participación en una supuesta conspiración que obligó en 2019 al entonces presidente Evo Morales a dimitir…

Las cumbres entre la UE y CELAC solían celebrarse cada dos o tres años desde que se inauguraron en 1999 las cumbres bilaterales en Río de Janeiro. Luego vendrían Madrid en 2002, Guadalajara (México) en 2004, Viena en 2006… Todo se interrumpió repentinamente en 2015. “La responsabilidad es compartida: desde la UE ha habido una cierta complacencia con una relación relativamente cómoda, un socio América Latina que de alguna manera siempre está ahí; quizá ha habido un cierto abandono a la relación con Latinoamérica y Caribe”, ha reconocido Javier Niño, director para las Américas del Servicio Europeo de Acción Exterior. “Pero en estos años tampoco hemos visto un impulso muy fuerte desde América Latina y Caribe, en parte por la falta de un interlocutor clave hasta que se funda la CELAC en 2013”. 

Intereses económicos de la UE

Los responsables de la Unión Europea ponen el foco en la alianza política y de defensa de la democracia, pero la realidad es que los retos en ese sentido en la zona son inacabables. El caso de Venezuela es palmario. Gracias a la mediación de Dinamarca, la oposición y el Gobierno de Nicolás Maduro han empezado a dialogar, y han llegado a acuerdos que permiten mitigar la crisis humanitaria que sufre el país. Pero tanto Unión Europea y como España tienen un problema de credibilidad en torno al proceso: primero, reconocieron el Gobierno alternativo de Juan Guaidó, hace cuatro años; ahora, sin des-reconocerlo, parecen aproximarse a Nicolás Maduro, elevando las relaciones diplomáticas a la categoría de embajada, como ha sido el caso de España o Francia. El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, realiza visitas periódicas a Maduro, y ha sido declarado persona non-grata por la oposición.

Los intereses económicos y geoestratégicos tienen, quizá, un recorrido más claro y directo. La Unión Europea pretende firmar por fin este año, aprovechando el impulso de la presidencia española, el acuerdo de libre comercio UE-Mercosur, uno de los mayores tratados comerciales por firmar. Supondría para los países de la Unión un ahorro en el pago de aranceles de más de 4.000 millones de euros, según las estimaciones oficiales. Esto es cuatro veces más que lo derivado del acuerdo equivalente firmado con Japón.

Con Jair Bolsonaro al frente de Brasil era casi imposible avanzar, entre otras cosas por sus políticas impenitentes hacia el Amazonas. Sólo unas horas después de que Lula se proclamara vencedor de la segunda ronda de las presidenciales, y antes incluso de que el propio Bolsonaro reconociera su derrota, la UE ya apretó para avanzar en el acuerdo. "Estamos listos para comprometernos con el nuevo Gobierno una vez haya tomado posesión para discutir la forma de avanzar con Mercosur", dijo el vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de Comercio, Valdis Dombrovskis. Además, Bruselas pisa el acelerador para aprovechar los recursos de América Latina en su carrera por la independencia estratégica, por ejemplo, con un acuerdo de suministro de litio, clave para la revolución verde.

En 1999, cuando se produjo la primera cumbre UE con Latinoamérica y Caribe, el mundo era un lugar muy diferente al de hoy: más estable, más esperanzador. En Estados Unidos estaba Bill Clinton, un líder con mucho poderío político internacional. Rusia la gobernaba un Boris Yeltsin “con el que se podía hablar”, ha recordado este lunes Javier Niño. Se creía que China, que tramitaba su adhesión a la Organización Mundial del Comercio, tendería a democratizarse, y desde luego no era la amenaza económica y política que supone a día de hoy. En este tiempo, el mundo ha cambiado mucho, y se enfrenta ahora a una “policrisis”, contra la que los responsables de la diplomacia europea consideran imprescindible sumar aliados.

La UE ya solo supone un 5% de la población global, una proporción que no para de caer por la bomba demográfica de los países en vías de desarrollo. “Por eso hay que buscar alianzas que nos permitan defender nuestro modelo de sociedad”, ha concluido Niño. “Y, cuando uno examina el mundo y, en particular, el Sur Global, un candidato natural y lógico es América Latina y Caribe”.