Crisis en el país sudamericano

La protesta llega para quedarse en Venezuela

La lucha por el salario comienza a activar un malestar social que el Gobierno de Maduro creía controlado

Manifestación en el centro de Caracas de trabajadores de distintos sectores que protestan por sus bajos salarios, el 16 de enero de 2023.

Manifestación en el centro de Caracas de trabajadores de distintos sectores que protestan por sus bajos salarios, el 16 de enero de 2023. / REUTERS

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Venezuela está atravesada por indignaciones divergentes. "Nos robaron el Miss Universo”, dijo, casi colérico, Nicolás Maduro, después de que la representante de ese país, Amanda Dudamel, una de las favoritas del certamen, quedó en el camino en las instancias finales. "No puede ser un robo como ese", dijo Maduro, para quien el arquetipo de belleza femenina del "imperio" es también un campo de batalla política, y mucho más si una Miss Venezuela como la hija del exentrenador del seleccionado de fútbol, Rafael Dudamel, realiza "trabajo comunitario" en el Petare, una de las zonas más populosas y violentas del área metropolitana Caracas.

 "Robo" fue, también, la palabra repetida en las calles de la capital y otros estados donde tuvieron lugar movilizaciones a comienzos de semana. Maestros, médicos y pensionistas expresaron su bronca por la situación salarial que los condena a la pobreza. La economía venezolana detuvo en 2022 su caída de siete años consecutivos que llevaron al país a la ruina. El PIB creció casi un 18% después de pérdidas cercanas a los 80 puntos. El motor de esta subida ha sido la industria petrolera. Un largo ciclo de hiperinflación ha quedado en el pasado. El coste de la vida fue de 305%, una cifra exorbitante pero que, a la luz de la experiencia venezolana, resultó mínimamente esperanzadora.

Más allá del horizonte de expectativas, existe una certeza: el derrumbe económico desintegró el poder de compra. Se estima que un maestro percibe unos 10 dólares mensuales, tres dólares más que la mayoría de los empleados públicos. Un docente universitario sextuplica ese número. Para llevar a la mesa los productos esenciales se requieren 50 salarios mínimos. "Con un bono no se come", recordaron los manifestantes sobre las limitaciones de las ayudas estatales. Los aumentos prometidos no llegan porque el programa antinflacionario vino acompañado de una poda sustancial del gasto público.

El reconocimiento del Gobierno

El ajuste se siente en los bolsillos. El Partido Comunista ha roto con el madurismo y se sumó a las protestas "para enfrentar la ofensiva del capital y sus aliados en (el Palacio de) Miraflores”. Los trabajadores, añadió esa formación, no solo enfrentan “las agresiones imperialistas sino las políticas antipopulares del Gobierno".

"Todos los venezolanos estamos descontentos con el tema de los salarios; la situación es muy grave", admitió Diosdado Cabello, el número dos del Gobierno y, a la vez, la principal autoridad del Partido Socialista Unido (PSUV, en el poder). Según Cabello, los hombres y mujeres que padecen el azote de la escasez, son "conscientes" de que la crisis venezolana es "culpa de las sanciones, de los bloqueos y del robo de la oposición de los activos (congelados en el exterior)".

Maduro también tomó nota de las manifestaciones. La tarde del martes participó del IV Congreso de la Clase Obrera y se proclamó el gran defensor del salario. Su pulverización, dijo, se debió a que "el país ha perdido el 99% del ingreso nacional”. Por eso llamó a los trabajadores a "salir a la calle" pero para "decirle al imperialismo con una sola voz, basta de bloqueo contra Venezuela, basta ya de tortura y persecución contra la vida económica".

Se avecinan problemas

El presidente había concluido el año pasado con varios triunfos personales. La invasión rusa a Ucrania y la necesidad de equilibrar el mercado de hidrocarburos, le otorgó a Maduro una nueva visa de respetabilidad internacional, con el aval de la petrolera norteamericana Exxon. Venezuela ha dejado de ser un paria en la región, y juega un papel en las negociaciones de Colombia con la guerrilla del ELN.

La "presidencia encargada" de Juan Guaidó se deshizo sin pena ni gloria. El diálogo con la oposición para encauzar el conflicto político interno parecía arrojar una luz esperanzadora que, días atrás, se ha vuelto intermitente. Cabello reclamó a Washington que facilite la liberación de más de 3.000 millones de dólares de Venezuela que se encuentran congelados en el sistema financiero internacional para que se cumpla lo convenido en la mesa de diálogo. Ese dinero debería formar parte de un fondo fiduciario que, con el apoyo de Naciones Unidas, sería destinado a resolver problemas sociales y mejorar los servicios públicos que se encuentran en un estado calamitoso. "Esas conversaciones no tendrían mayor sentido si ellos no entregan el dinero que se comprometieron a entregar, ¿para qué nos vamos a sentar?", dijo Cabello. 

La lenta recuperación de la economía y la falta de incidencia opositora no garantizan la paz social en un país que, crisis mediante, fue abandonado por millones de sus habitantes. Las primeras protestas del año encendieron el semáforo amarillo en el Palacio de Miraflores. "Los maestros tienen pleno derecho de reclamar reivindicaciones”, dijo el cardenal Baltazar Porras al asumir como arzobispo de Caracas. "Demonios con sotanas", respondió Cabello. “El Gobierno nuevamente se equivoca. El magisterio venezolano y demás gremios no buscan confrontación política”, dijo el dirigente opositor Henrique Capriles. La protesta, señalan especialistas, no será pasajera a un año de las elecciones presidenciales.

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