Más allá de Pegasus

Los palestinos, "conejillos de indias" de Israel para perfeccionar su tecnología de cibervigilancia

El Estado hebreo ejerce un régimen de represión tecnológica a través del control de la infraestructura comunicativa y la cibervigilancia sobre la población en los territorios ocupados

Una mujer palestina reza al atardecer frente a multitud de cámaras en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Una mujer palestina reza al atardecer frente a multitud de cámaras en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Andrea López-Tomàs

En menos de una semana, la vida de Salah Hamouri cambió para siempre. Este activista palestino-francés, oriundo de Jerusalén, rememora esos días desde Francia. "El Gobierno israelí acusó de terrorismo a seis organizaciones palestinas por los derechos humanos", recuerda. Entre ellas, estaba Addameer, que da apoyo a los miles de presos palestinos que languidecen en cárceles de Israel. Hamouri fue uno de ellos. Desde que salió de prisión en 2011, se ha volcado en la defensa de los reclusos como abogado. "Tres o cuatro días después, revocaron definitivamente mi permiso de residencia", narra. Y "al cabo de cinco meses, estaba en prisión bajo detención administrativa". El pasado diciembre, Israel deportó a Hamouri a Francia sin posibilidad de retorno a su Palestina natal.

Todo fue por su teléfono. Hamouri fue uno de los seis defensores de los derechos humanos palestinos cuyos móviles fueron infectados con el software espía Pegasus. "Mi vida profesional como abogado de presos palestinos se volvió peligrosa para mí, para mis clientes y para mi equipo", explica a este diario. "Toda la información secreta, todas las declaraciones juradas ponían en riesgo a las familias y se me hizo muy difícil trabajar", denuncia. La historia de Hamouri, hoy forzada a ser contada lejos de las fronteras palestinas, es compartida por sus compatriotas. Israel ejerce un régimen de represión tecnológica a través del control de la infraestructura comunicativa y la cibervigilancia a la que somete a la población palestina. 

Realidad orwelliana

"La ocupación israelí siempre se ha basado en el pilar de vigilar, monitorear y ver cómo es el día a día de los palestinos para controlar todos sus movimientos", explica Itxaso Domínguez de Olazábal, encargada de incidencia en la Unión Europea de 7amleh. Esta organización palestina, llamada Centro Árabe para el Avance de las Redes Sociales, se encarga de monitorizar los abusos cometidos por Israel en la esfera digital. "Como palestinos, siempre tenemos esta sensación de estar bajo vigilancia, incluso antes de descubrir el problema de Pegasus", reconoce Hamouri. "No vivimos en una situación normal porque sabemos que la ocupación está tratando de obtener toda nuestra información, sobre nuestro día a día, nuestra vida personal y profesional", añade.

Pasear por Jerusalén con la mirada puesta un par de palmos por encima de la cabeza permite constatar la realidad orwelliana en la que viven los palestinos. Centenares de cámaras dan cuenta de ello. "Esas cámaras alimentan una base de datos biométricos que cruza todas las informaciones que se tienen sobre una persona –profesional, familia, tu dossier con la policía o el Ejército israelí– para luego predecir detenciones preventivas", explica la también profesora de Relaciones Internacionales. Compañías como Microsoft han invertido en la start-up israelí AnyVision para que desarrolle una tecnología sofisticada de reconocimiento facial que ya ayuda a las tropas israelís a oprimir a los palestinos. 

Contenidos pro-palestinos eliminados

"Tenemos esta conciencia de que ser espiados a diario", reconoce Hamouri. La desprotección es feroz, ya que, según 7amleh, también la Autoridad Palestina y el Gobierno de Hamás en Gaza usan tecnología para hackear los teléfonos de la ciudadanía en su ofensiva contra la libertad de expresión y opinión. La ausencia de una legislación que consagre el derecho a la privacidad y la protección de datos agrava la situación. "El derecho a tener un internet libre, seguro, justo e igualitario de los palestinos se ve violado porque Israel controla la infraestructura de información y telecomunicaciones en la Palestina histórica, es decir, en Israel y los territorios ocupados", denuncia Domínguez de Olazábal.

A su vez, las compañías tecnológicas como Meta, propietaria de Facebook e Instagram, eliminan contenidos pro-palestinos en un intento de silenciar su lucha. La influencia israelí no conoce límites. "Sabemos que Israel es un país muy calificado en materia de espionaje y sistemas de cibervigilancia, es uno de los mejores países del mundo en este sector", apunta Hamouri. La sociedad palestina lleva décadas siendo "conejillos de indias en un laboratorio al aire libre", tal y como advirtió el analista israelí Jeff Halper hace unos años. Y son muchos quienes se benefician de este conocimiento. 

Exportación de la ocupación

"Las armas vendidas por Israel tienen la garantía de que están testadas sobre el terreno, lo mismo ocurre con la cibervigilancia probada sobre millones de personas", recuerda Domínguez de Olazábal. "Eso es una garantía para regímenes dictatoriales pero también para países considerados democráticos que han utilizado Pegasus contra la oposición, defensores de los derechos humanos, o activistas", añade. Todas las armas de cibervigilancia, control en masa y espionaje de Israel han sido probadas en la población palestina durante años hasta perfeccionarlas, antes de ser exportadas. "Ver a estos dictadores comprando tecnología de Israel es una clara prueba de su coordinación con la ocupación", señala Hamouri.

En la mayoría de las ocasiones, Israel ni se esconde. Exmiembros de los servicios de seguridad israelís crean o dirigen estas empresas de ciberespionaje. "Estas personas que han construido su carrera sobre la violación del derecho internacional han creado la imagen de la nación startup de la que presume el Estado hebreo", apunta la representante de 7amleh. "Gran parte de estas startups son compañías basadas en mantener la ocupación o en beneficiarse económicamente de ella", subraya. Por ello, desde Palestina, tratan de advertirle al mundo: si hoy somos nosotros, mañana os tocará a vosotros. "Es la idea de Palestina como metáfora, ya que muchas de las cosas que pasan aquí acaban ocurriendo en el resto del planeta", concluye.

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