Nueva era en la Casa Blanca

Trump vuelve a la presidencia: "A partir de este momento acaba el declive de EEUU"

Donald Trump jura el cargo y se convierte en el 47º presidente de los EEUU

Atlas News

Idoya Noain

Idoya Noain

La extraordinaria historia política de Donald Trump ha iniciado este lunes otro capítulo, uno cuyas páginas aún están por escribir pero que se esperan con anticipación por parte de sus seguidores y terror de quienes anticipan una revolución radical que dañe a la democracia del país, que el republicano ya retó hace cuatro años al rechazar su derrota electoral entonces ante Joe Biden.

En una mañana gélida en Washington que ha obligado a trasladar la toma de posesión al interior del mismo Capitolio que asaltaron el 6 de enero de 2021 los seguidores de Trump que creyeron sus mentiras sobre fraude electoral, el republicano ha jurado el cargo a las 12.02 horas en la capital y se ha convertido en el 47º presidente de Estados Unidos.

Trump, que ha vuelto a usar la Biblia de la investidura de Abraham Lincoln y una que le regaló su madre para jurar "preservar, proteger y defender la Constitución de EEUU" ante el presidente del Supremo, John Roberts, es a los 78 años el presidente de más edad al iniciar un mandato. Tras la condena penal en el caso de Nueva York que le juzgó por falsificar documentos para ocultar los pagos en 2016 para silenciar las alegaciones de una relación sexual de la estrella de porno Stormy Daniels, es también el primer delincuente convicto al frente de la principal potencia económica y militar del mundo.

"La edad de oro empieza ahora mismo"

Hace ocho años, cuando ganó por sorpresa a Hillary Clinton gracias al voto del colegio electoral pero no por el sufragio popular, Trump en su discurso inaugural habló de una "carnicería estadounidense" como herencia de Barack Obama. Esta vez, cuando ha vuelto a la presidencia respaldado por un triunfo ante Kamala Harris tanto en el voto popular como en el colegio electoral, ha moderado relativamente el lenguaje pero también ha señalado a un supuesto "declive" de la nación. Lo ha hecho cuando ha dicho que "a partir de este momento acaba el declive de EEUU", una promesa que ha acompañado de otra más: "la edad de oro de EEUU empieza ahora mismo".

En un simbólico gesto, Trump se ha puesto esta vez una corbata no del color rojo, asociado a los republicanos, sino púrpura, que se identifica con el bipartidismo. Pero su discurso inaugural, de escasa media hora, ha dejado de manifiesto que la suya es una agenda ultraconservadora. Nunca antes, por ejemplo, un mandatario había declarado en su toma de posesión que "a partir de este momento la política oficial de EEUU es que solo hay dos géneros: hombre y mujer".

Lejos del tono de otros discursos inaugurales que suelen trazarse con brochazos siquiera genéricos de unidad, Trump en numerosas ocasiones ha parecido estar dando otro mitin de campaña. Y ha hecho un repaso por críticas a sus predecesores y promesas de acciones inminentes, que ahora ya puede ejecutar. "Con estas acciones empezaremos la completa restauración de EEUU y una revolución de sentido común", ha dicho.

Entre las que ha mencionado está la declaración de una emergencia nacional en la frontera sur con México y la autorización del envío de tropas, la de otra emergencia de energía que abra las puertas a más perforaciones, acabar con políticas climáticas de Biden y con los programas que promueven la diversidad, igualdad e inclusión. Con él en la presidencia, ya esta misma mañana del lunes ha dejado de funcionar la aplicación CBP One, que usaban los inmigrantes en México para asegurar citas en EEUU para presentar sus demandas de asilo, y se han cancelado las citas que ya habían sido agendadas.

En una clara muestra de la política aislacionista con la que vuelve al Despacho Oval Trump este mismo lunes ha sacado de nuevo otra vez a EEUU del Acuerdo del Clima de París. Y en su discurso no ha hecho prácticamente referencias a la política exterior, aunque ha prometido buscar un legado como "pacificador". La única mención, no obstante, tiene repercusiones. En una promesa de "expansión territorial de EEUU", ha asegurado que va a "recuperar el canal de Panamá" para EEUU, asegurando en falso que la importante infraestructura está controlada por China. "EEUU se considerará otra vez una nación que crece, que incrementa nuestra riqueza, expande nuestro territorio, construye nuestras ciudades, eleva nuestras expectativas y lleva nuestra bandera a nuevos y bellos horizontes", entre los que ha incluido Marte.

"Mi elección es un mandato para revertir total y absolutamente las horribles traiciones y devolver al pueblo su fe, su riqueza, su democracia y su libertad", ha dicho en otro momento Trump, que ha recordado el intento de asesinato en su mitin en Butler (Pensilvania) y ha dicho: "Dios salvó mi vida para que haga Estados Unidos grande de nuevo".

Poco después de acabar la ceremonia, Trump ha pronunciado otra intervención en otra sala del Congreso donde habían seguido la ceremonia invitados que no tuvieron espacio en la rotonda. Y allí ha vuelto a evidenciar que conviene tomarse con escepticismo e incluso incredulidad algunas de las palabras que ha pronunciado en su discurso inaugural. Si en ese decía, por ejemplo, que "nunca más se volverá a usar el poder del Estado como un arma política para perseguir a oponentes políticos" y prometía "reequilibrar la balanza de la justicia" y "restaurar la justicia justa, igualitaria e imparcial bajo el Estado de derecho constitucional", en la posterior se lanzaba en largas diatribas contra enemigos políticos, incluyendo algunos de los que Biden ha protegido con perdones preventivos. También allí volvía a repetir la falsedad de que le robaron las elecciones de 2020.

Un abismo

Un abismo separa a la transición formal y pacífica que se ha vivido este lunes en el Capitolio y la de hace cuatro años, cuando Trump se marchó sin reconocer haber sido derrotado por Biden y rompió todos los protocolos, sin recibir a su sucesor en la Casa Blanca ni acudir a su toma de posesión. Este lunes, en cambio, el demócrata y la primera dama han cumplido con la tradición, igual que antes han hecho la vicepresidenta Harris y su marido con JD Vance y su esposa, y han recibido a sus sucesores en el 1600 de la Avenida Pensilvania para ofrecerles un té. 

Cuando el presidente electo y Melania han llegado Biden les ha recibido con un efusivo: "Bienvenidos a casa". Luego el presidente saliente ha viajado en el mismo coche que Trump hasta el Capitolio.

Los actos en el Capitolio han evidenciado otros cambios políticos, sociales y económicos que subrayan cómo se ha transformado la figura y el poder de Trump, ahora abrazado por buena parte de quienes mantuvieron distancias con él hace ocho años y en dominio prácticamente total del Partido Republicano.

Junto a los expresidentes George W. Bush, Bill Clinton, Barack Obama y Biden, a los nueve jueces del Tribunal Supremo, a nominados por Trump para su gabinete y otros aliados e invitados, entre los cerca de 800 presentes en la rotonda estaban todos los líderes de los mayores gigantes del sector tecnológico, incluyendo Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Tim Cook y Sundar Pichai, consejeros delegados respectivamente de Meta, Amazon, Apple y Alphabet. Ellos tenían mejores asientos que los miembros del gabinete y que algunos gobernadores republicanos y otros invitados, enviados a seguir por pantallas los actos en otras salas del Congreso.

Nunca antes se había visto en una toma de posesión en primera línea tanta concentración de riqueza, a la que contribuían también la presencia de líderes empresariales como Rupert Murdoch, Bernard Arnault y John Paulson o de la megadonante Miriam Adelson. Y todo se disparaba más porque en el epicentro estaba también Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que ha apoyado a Trump en la campaña con más de 250 millones de dólares, ha puesto a su servicio su red social, X, y al que el republicano ha puesto al frente de un grupo de trabajo (nominalmente denominado Departamento pero fuera del gobierno) para recortar el gasto público.

Las ausencias en la ceremonia en el Capitolio también hablaban de la problemática figura que sigue siendo Trump. La exprimera dama Michelle Obama no ha acudido al Capitolio y tampoco lo ha hecho Karen Pence, la esposa de Mike Pence, el vicepresidente de Trump en su primer mandato que se negó a seguir su trama para incumplir la Constitución y evitar la certificación de Biden hace cuatro años. En el reciente funeral de estado de Jimmy Carter Karen Pence no dio la mano a Trump y Michelle Obama no acudió.

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