MIRADAS ALICANTINAS
Un nuevo cementerio para Villafranqueza

Interior del histórico cementerio de Villafranqueza.
Con la llegada de la II República, el Ayuntamiento de Alicante procedió a municipalizar y clausurar el vetusto y ruinoso cementerio católico de San Blas; además otorgó facilidades a los propietarios de tumbas y panteones para que los trasladaran al nuevo cementerio municipal.
Tiempo después, en 1934 el Ayuntamiento acordó clausurar todos aquellos espacios habilitados desde antaño para enterramientos como la cripta familiar del Cronista Rafael Viravens y esposa situada en los sótanos de su vivienda de la calle Labradores así como el Panteón de los Guijarro y el cementerio católico de Villafranqueza, municipio anexionado a Alicante en 1932.
Una comisión formada por el concejal Franklin Albricias Goetz, el Inspector y Secretario de la Junta Municipal de Sanidad además de Doctor en Medicina Rafael Ramos Esplá y el Arquitecto Municipal, Francisco Fajardo Guardiola, visitó el cementerio palamonero. En el informe que redactaron, conservado en el Archivo Municipal, leemos que el pequeño cementerio se encontraba en mal estado de conservación añadiendo también que “carece ya de espacio aprovechable para nuevas inhumaciones, especialmente en las llamadas fosas comunes”.
Ante esta falta de espacio para los enterramientos en dichas fosas, se vertía tierra traída del exterior para rellenar unos hoyos de escasa profundidad. Y es que a duras penas podían practicarse enterramientos en unos terrenos totalmente saturados de restos humanos. Además, carecía de depósito de cadáveres y sala de vela.
El dictamen aprobado en pleno concluía con la propuesta de construcción de un nuevo cementerio para Villafranqueza, seguramente por el apego de los palamoneros a su tierra y la lejanía del cementerio municipal de Alicante. No era para menos.
Ante el retraso en el inicio de las obras, de las que hablaremos en breve, los vecinos de Villafranqueza protestaron por tener que llevar a sus seres queridos a los cercanos cementerios de Tángel y San Vicente. Ante esta situación el Ayuntamiento permitió, con condiciones, los enterramientos provisionales en el viejo cementerio.
A los clásicos retrasos en toda obra alicantina que se precie hubo que sumar la llegada de las derechas al Ayuntamiento en 1934, que guardaron el proyecto de la anterior corporación en un cajón. Tras el triunfo del Frente Popular en 1936 se reactivó el proyecto tras el parón de dos años. Se localizó un terreno apto para construir un moderno cementerio situado junto a la carretera de Tángel en la zona conocida como Els Clots o Los Hoyos, zona hoy delimitada por las calles de la Balsa del Ebro y de la Font de Sala.
El terreno pertenecía a Antonio García Linares, residente en el cercano caserío del Rodalet. Tras consultar en el Catastro, el tal Linares no salía como propietario de ninguna parcela en el extinto pueblo de Villafranqueza, por lo que se tuvo que presentar la correspondiente escritura lo cual demoró los trámites. En mayo de 1936 el proyecto seguía acumulando retrasos y aún no habían comenzado las obras. El inicio de la Guerra Civil trastocó los trámites que, aún así, siguieron su curso.
Otro punto conflictivo fue el análisis de las tierras para asegurarse de su idoneidad. El arquitecto Miguel López se negaba a redactar el proyecto hasta conocer el resultado de las catas. Por desgracia, los primeros análisis encargados tras el informe pericial favorable de los doctores Rafael Ramos Esplá y Jorge Mateo Serrano estaban ilocalizables cuando el nuevo director del Laboratorio Municipal de Alicante tomó posesión del cargo al iniciarse la guerra. Se tuvieron que encargar nuevas catas y análisis. En febrero de 1937 se informó favorablemente sobre la idoneidad de las tierras y López comenzó a realizar el estudio del nuevo cementerio.
En febrero de 1938 Miguel López tuvo listo el proyecto, cuya realización fue valorada en 128.305,47 pesetas. Según la memoria, la parcela elegida distaba 660 metros del núcleo urbano y tenía una superficie de 1.340,50 m2, suficiente para los enterramientos de los siguientes 20 años. Se estimaba una capacidad para 462 inhumaciones en panteones y fosas, así como 216 en nichos adosados a las tapias. Además, disponía de un espacio para el osario y zona de columbarios.
El nuevo cementerio de Villafranqueza, de moderna traza, iba a tener vivienda completa para el sepulturero, sala de autopsias, depósito de cadáveres, almacén de efectos fúnebres y baños públicos. Todo ello decorado con setos, parterres, cipreses y arbolado de sombra. Además, Miguel López diseñó también las rejas, cancelas de acceso y faroles de la entrada, huyendo de decoraciones superfluas que sobrecargarían el conjunto.
Según palabras del arquitecto “diremos que su expresión estética se ha confiado esencialmente al contraste de sus blancas tapias sobre un fondo de arbolado y azul de cielo”. Leyendo entre líneas la memoria del proyecto se deja entrever la necesidad de abaratar el proyecto, llegando incluso a proponerse en un informe su realización por fases.
Por desgracia, poco más sabemos de este proyecto. El 5 de marzo de 1938 pasó a estudio de las Comisiones de Sanidad, Fomento y Hacienda. El expediente conservado en el Archivo Municipal finaliza aquí. Seguramente la marcha de la guerra y la falta de fondos suficientes dejaron para mejores tiempos la realización del nuevo cementerio palamonero. Pese a que las nuevas autoridades franquistas llevaron a buen fin muchos proyectos iniciados en época republicana, en el caso que nos ocupa parece que al cementerio proyectado por Miguel López que se le dio carpetazo definitivo.
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