La memoria del agua (I)

Alicante, 1853.

Alicante, 1853. / INFORMACIÓN

Alfredo Campello

Alfredo Campello

Hace justo un año, dentro del III Ciclo de Charlas sobre Barrios de Alicante que realicé en la Sede de la Universidad del Parque de Canalejas, preparé una charla que se salía un poco del tema: la memoria del agua. En aquella ocasión decidí hablar de algunos de los vestigios toponímicos que nos ha dejado el agua en nuestra ciudad. La conclusión de aquella charla versaba sobre la necesidad de conocer estos topónimos, casi todos desaparecidos, para reconocer qué zonas de nuestra ciudad son inundables o susceptibles de ser afectadas por una riada.

El mes pasado, tal y como contó este diario, vio la luz mi libro <<Pequeña historia de Alicante en sus barrios>> en el que recopilé todas mis intervenciones de los tres ciclos de conferencias que se realizaron. Todas menos una, precisamente esta de la que les hablo hoy. Realmente como no era una charla sobre barrios no vi la necesidad de incluirla. Teniendo en cuenta la catástrofe que tuvo lugar en Valencia el pasado 29 de octubre su inclusión hubiera estado más que justificada y hubiera sido de gran interés, pero ya no dio tiempo a añadirla. Por este motivo he pensado desarrollar el tema en el artículo de hoy y en el del mes que viene.

La toponimia nos ayuda en muchas ocasiones para conocer por qué lugares discurría el agua de escorrentía, qué zonas se inundaban o por dónde discurría un antiguo barranco. Por desgracia muchos de esos topónimos han desaparecido o ya están en desuso y solo se recuerdan cuando el agua, con sus escrituras de propiedad en la mano, vuelve a hacer acto de presencia en aquellos lugares que fueron suyos.

Sin duda el topónimo más evidente y conocido en Alicante lo tenemos en pleno centro de la ciudad. La Rambla de Méndez Núñez fue construida sobre el cauce natural del barranco de Canicia. El derribo de los viejos muros dejó unidas en una sola vía pública las calles del Muro y del Vall (en masculino). El primer topónimo es claro, y el segundo hacía referencia al foso exterior de la muralla por el que discurría el agua. Un topónimo idéntico lo encontramos en Jijona donde se mantiene el nombre del carrer del Vall por las mismas razones. El topónimo Rambla lo encontramos también en otros municipios cercanos como Sant Joan o Mutxamel haciendo referencia oficial o popular a la arteria principal del Ensanche. Pero en estos dos casos el topónimo fue importado de la avenida alicantina a mediados de la década de 1920 cuando nuestra Rambla fue reformada convirtiéndola en avenida. En esos años Sant Joan y Mutxamel comenzaron a abrir sus nuevas avenidas que copiaron el topónimo de moda sin que en realidad hubiese ninguna rambla debajo.

Con la desaparición de las denominaciones populares del callejero alicantino en 1852 se perdieron muchos nombres de calles que hacían referencia al discurrir del agua por esas vías. Por ejemplo, la actual calle de Castaños era conocida como carrer de les Reixes, por las rejas situadas en la muralla por las que entraba el agua al Foso, nombre oficial, entonces, de calle de Gerona. La calle de Bailén y la plaza de Ruperto Chapí llevaban el nombre de Barranquet, por razones evidentes. Nos llama la atención el antiguo nombre de carrer de l’Illa que ostentó hasta 1852 la calle de Susana Llaneras. Gonzalo Vidal Tur en su libro <<Alicante. Sus calles antiguas y modernas>> de 1974 afirma que tomó el nombre de la isla de Tabarca, visible desde esa calle. Una afirmación del todo errónea tanto en el siglo XIX como en la actualidad. Soy de la opinión que el nombre de la Isla hace referencia al discurrir del agua por la calle, que acabaría formando varios islotes o bien uno de gran tamaño si esa agua era canalizada por los laterales de la vía aún sin pavimentar. Me baso en lo afirmado por la Cronista de Mutxamel Asunción Brotons sobre el antiguo nombre de la plaza Nueva del pueblo vecino. Ésta se denominaba en origen Plaça de l’Illa por estar prácticamente rodeada por acequias de riego que dejaban a la propia plaza convertida en una isla cuando dichas acequias iban llenas.

El agua que descendía por las laderas del Benacantil fue durante siglos motivo de desprendimientos, arrastres de tierras e inundaciones en la parte baja de la ciudad. En el siglo XIX se construyeron los aljibes denominados Pozos de Garrigós para aprovechar parte de esa agua que se perdía en la playa del Postiguet. De hecho llegaron a dar nombre a una de las calles cercanas. Muy cerca de allí encontramos la plaza del Puente topónimo histórico recientemente recuperado que nos recuerda a la boca de entrada a la mina que existió en dicha plaza y que recordaba a un puente. La mina fue motivo de múltiples problemas ya que solía reventar en varios puntos inundándolo todo a su paso. En la cercana plaza de Santa María se construyó un caño de piedra que vertía las aguas a la calle de Jorge Juan. No es de extrañar por tanto que frente a ese antiguo caño, hoy desaparecido, encontremos desde 1852 la calle de Niágara por la similitud de aquella caída de aguas con las cataratas americanas muy en boga en aquellos años. Hasta ese momento era conocida como calle del Teatro Viejo, aunque popularmente era llamada carrer de la Catarata.

Estos son solo algunos de los ejemplos que encontramos en el centro urbano de nuestra ciudad. En la próxima entrega desarrollaré un poco más este tema.

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