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La niña que nunca tenía hambre

La niña que nunca tenía hambre

Odiaba estar en el pueblo. No es que no me gustase el pueblo. Era muy bonito y todos me querían mucho y me trataban bien. Yo ya había vivido allí porque, cuando empezó la guerra, mi padre nos llevó a mi madre, a mi hermano Paquito y a mí, a vivir a ese pueblo en el que todos son familia nuestra no es una exageración, en cada casa vivía alguien que me llamaba prima o sobrina. Además, se me cayó el primer diente y vi, por primera vez, la barriga de un avión alemán. Pero esta vez era diferente, me habían dejado sola.

Yo quería estar con mi madre. Cerraba los ojos y la veía ahí mismo, a mi lado, como siempre. El día que nos sobrevoló el avión alemán, mi madre nos abrazó duro a Paquito y a mí, cubriéndonos con su cuerpo, temiendo que soltase una bomba. Pero no fue así. El avión siguió de largo y, al cabo de un rato escuchamos un ruido muy fuerte. Yo no supe que era porque nunca había escuchado una explosión. No nos lo explicaron, a los niños no nos explican nada, pero pude oír a las mujeres comentando en susurros que el avión había soltado una bomba en el pueblo de al lado y que había muerto mucha gente. Así entendí lo que era una guerra y por qué todos los adultos tenían siempre tanto miedo. Bueno, no siempre. A veces sonreían porque la cosecha había estado mejor que otros años o porque el arroz había quedado delicioso.

También allí, por primera vez, comí paella, sin platos. Nos daban a todos un tenedor para que comiésemos directamente de la paella. Me gustó esa idea porque pensé que así nadie se daría cuenta de que yo no comía nada, Pero me equivoqué. Cuando todos terminaban, quedaba una porción intacta, un triángulo exacto de arroz, ahí, delatándome. No es que no me gustase el arroz, lo que no me gustaba era comer. Yo nunca tenía hambre y me regañaban mucho por eso. Pero, apartando las comidas, y el día aquel que nos sobrevoló el avión alemán, lo pasé bien en el pueblo durante la guerra.

La niña que nunca tenía hambre

Pero la segunda vez que tuve que vivir ahí, la cosa fue muy distinta. Y no solo porque ya yo tenía siete años, sino porque mi madre me había dejado sola, con los tíos y los primos. Yo no lo entendía y me daba mucha rabia. Me explicaban que mi padre se había tenido que ir de España y que mi madre no podía tenerme con ella porque no había comida para todos. Eso me parecía absurdo. ¡Si yo nunca tenía hambre! Más bien, que mi madre no pudiese darme de comer era una razón más para estar allá con ella. Paquito sí comía bien. Sin embargo, a él no lo habían traído al pueblo. Él sí se había podido quedar en nuestra casa porque era un niño y no una niña como yo. Todo me parecía muy injusto.

Las mujeres del pueblo me vivían diciendo: «Mira lo que te he horneado, Socorritos, deja de llorar y cómetelo que está muy bueno, anda». Pero yo no quería comida. Lo único que quería era estar con mi madre.

1. Las guerras son una auténtica desgracia, y en ellas los niños lo pasan muy mal. ¿Qué le ocurre a la niña protagonista de esta historia?

2. Actualmente vienen muchas personas a nuestro país huyendo de las guerras y del hambre, entre ellos, muchos niños.¿ Cual crees tú que tiene que ser nuestra actitud hacia ellos? Mantened un debate en clase y hablad sobre este tema.

3. Escribe una historia sobre una familia que llega en una patera a un pueblo costero huyendo de su país que está en guerra, y envíala por correo postal, acompañada de un dibujo, con vuestro nombre, apellidos, curso, colegio, y nº de teléfono a GRUPO LEO apartado 4042 (03080 Alicante). Podrá ser publicada en nuestro blog.

Tomado de : Los distintos

Autora: Mónica Montañés. Ilustraciones de: Eva Sánchez Gómez

Publicado por: Ediciones Ekaré 2020

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