Noa Álvarez cumplirá dentro de poco diez años. A los 14 meses, sufrió una meningitis tuberculosa que le causó graves daños neuronales. Noa está postrada en una silla de ruedas. Ni siquiera puede comer. Sus padres la alimentan a través de una sonda en el estómago. El juicio por el posible error de diagnóstico de Noa empezó ayer en Benidorm. Tres pediatras que en 2005 ejercían en el hospital comarcal de la Marina Alta están imputados por lesiones por imprudencia grave. La fiscal pide para ellos un año de prisión y de inhabilitación para el ejercicio de la medicina. Mientras, los padres de esta niña calpina exigen a la Conselleria de Sanidad una indemnización de 1.330.000 euros.

El 15 de diciembre de 2005, los padres de Noa llevaron a la pequeña al centro de salud de Calp pues estaba sufriendo convulsiones y tenía mucha fiebre. Una ambulancia del SAMU la trasladó al hospital de Dénia. Desde el principio, se sospechaba que pudiera tener una meningitis. La primera pediatra que la atendió, que está imputada junto a otros dos doctores, le diagnóstico una meningitis vírica (la de menor gravedad) tras realizarle una punción lumbar y análisis de sangre. La pequeña quedó ingresada hasta el día 20. Entonces la pediatra le dio el alta pese a que persistía la fiebre -llegó a tener 39,2 º-. Esta doctora sostuvo ayer en el juicio que atribuyeron la fiebre a que la niña había desarrollado una gastroenteritis; de hecho, sufría diarrea. Dos de los facultativos imputados sostuvieron en la vista que consideraron que la niña podía evolucionar mejor en casa. Uno dijo que era «adecuado» dar el alta a la pequeña porque, aunque seguía con fiebre, no apreciaron un deterioro neuronal ni signos de que pudiera padecer una meningitis tuberculosa.

Los padres, Marino José Álvarez y Natalia Pérez, aseguraron que les dieron el alta a la fuerza. «Prácticamente nos echaron del hospital», dijo el progenitor. Tras cinco días ingresada, a la niña no le habían hecho más pruebas. Los padres aseguraron que la primera pediatra les avanzó que a Noa también le realizarían una radiografía de tórax, una resonancia craneal y el test de Mantoux, que detecta la bacteria de la tuberculosis. Se fueron a casa a regañadientes, pero queriendo confiar en que el virus remitiría. No fue así. El 25 de diciembre regresaron al hospital con Noa. El estado de la pequeña ya era «catastrófico», según reconoció ayer uno de los pediatras. Sufrió convulsiones durante toda la noche y a la mañana siguiente ya le realizaron la resonancia craneal que demostró la virulencia de la meningitis. Noa fue trasladada en ambulancia al hospital la Fe de Valencia y allí le realizaron la radiografía de tórax. El diagnóstico fue de tuberculosis miliar severa. La niña quedó inválida y sufre graves secuelas neuronales.

Los pediatras imputados sostuvieron ayer en el juicio que, al analizar la primera punción lumbar, el líquido cefalorraquídeo no arrojaba niveles anormales de glucosa ni proteínas (son los parámetros para detectar una meningitis). Sin embargo, una doctora que declaró a petición de la acusación, dijo que la glucosa «ya era suficientemente baja» como para realizar más pruebas. Además, insistió en que el hecho de que la fiebre no remitía «obligaba a buscar» que estaba causando la meningitis.

El juicio quedará hoy visto para sentencia tras las últimas declaraciones y las conclusiones de la acusación, la defensa y la fiscal.