Nada hay en la vida para sorprenderse -y sorprender- como mirarlo todo con ojos de niño. Es lo que le pasó pocos días atrás a una niña -de nombre Carme, para más señas-. Se asomó con su familia, como tantas otras veces, al balcón que forma el paseo marítimo de Calp sobre los Baños de la Reina. Entonces, Carme divisó algo entre las formas de las rocas erosinadas por las olas y por las manos de los romanos que, hace 2.000 años, construyeron unas piscifactorías.

-Ahí hi ha una cara.

-On? -exclamaron sus padres, que conocían el paraje desde pequeños pero -visto lo visto- nunca lo miraron con ojos de niña.

Y su dedito trazó el perfil de una mujer que, sin duda, ha de ser toda una reina. La que da nombre al entorno y a la leyenda que, hace miles de años, alguien fabuló. Alguien que también vio el lugar con otros ojos. Como los de Carme.