Una ruta por las grutas. Sí, suena a trabalenguas. Hasta hace unas décadas, la costa de acantilados de Xàbia y el Poble Nou de Benitatxell era territorio de los temerarios pescadores de les pesqueres de cingle. Los turistas se asomaban a los miradores, pero no iban más allá. Se quedaban boquiabiertos al descubrir las cuerdas y escaleras de madera por las que antaño se descolgaban los encesers (así se conoce en Benitatxell a quienes bajaban a la pesquera). El acantilado da vértigo. Sin embargo, en los últimos años, esa escarpada costa se están convirtiendo en un recurso turístico de primera.

La invasión de motos acuáticas y de barcas obligó el pasado verano al Ayuntamiento de Xàbia a balizar sus cuevas marinas de Els Òrguens y el Llop Marí. Recorrer así este litoral es como subir a la montaña en helicóptero. No tiene mérito. Además, tanta presión de embarcaciones a motor contamina espacios de gran valor natural.

Este litoral está cartografiado, pero no al detalle de incluir las decenas de cuevas marinas que oculta. Lo ideal es descubrirlo a nado (poco a poco, ya que hay kilómetros y kilómetros que recorrer), en kayak, con una tabla de padel surf o a través de las nuevas modalidades de deportes de aventura como el coasteering y el psicoblock.

A algunas grutas, como la espectacular Cova Tallada, se puede llegar a pie (el acceso más habitual es desde Dénia).

Raül Ibáñez Ros, de la empresa Xàbia Activa, conoce casi como la palma de su mano este escarpado litoral. El recorrido comienza de norte a sur. La primera gruta que cita es la Cova Tallada. De aquí se sacaron a cincel sillares de piedra tosca; de ahí su mágica configuración. La siguiente es la Cova Foradada, que esconde un yacimiento arqueológico de época paleolítica. «Luego, hay numerosas cuevas desconocidas hasta llegar a la del Xiulador y a las Coves Santes, declaradas BIC por sus pinturas rupestres», indica Ibáñez.

Estas primeras cavidades se abren en los imponentes cortados del cabo de Sant Antoni. El recorrido sigue ya en el Cap Martí, que da nombre a una cueva de agua dulce. A continuación, está la del Tabac, un lugar secreto de los contrabandistas. La siguiente es la de l'Or, que guarda tesoros arqueológicos. La costa de la Falzia, del Cap Negre y del Cap de la Nau también está salpicada de covachas marinas. «Encontramos oquedades repletas de fósiles de erizos, pechinas y corales que cuentan la historia de estas rocas antiguamente sumergidas y ahora emergentes», explica Raül Ibáñez.

En el Cap de la Nau, hay dos grandes cuevas, la de Els Orons, repleta de nidos de oronetes (golondrinas), y la dels Òrguens, cuyas estalactitas asemejan los tubos de un órgano. Luego están la de Els Coloms y, ya en Ambolo, la del Llop Marí, refugio de la última foca monje del Mediterráneo peninsular. Más allá de la Granadella, se hallan la conocida como la Catedral y la del Corredor. Y ya en Benitatxell, aguardan las preciosas Cova dels Arcs y la del Riu Blanc o Moraig.

El experto destaca los ecosistemas extraordinarios de unas cuevas habitadas por martinetes, cormoranes, gaviotas de Audouin o murciélagos. La ruta por las grutas es inagotable en historias y recodos secretos.