Los grandes jardines cultivan el misterio. L´Albarda, en Pedreguer, es todo un acertijo. Nada más empezar la visita, el ambientólogo Àngel Pérez lanza una pregunta: «¿Cuántos años tienen la casa y el jardín?». A la villa se le adivina la traza neoclásica; recuerda a Palladio. Y el jardín, con esos simétricos parterres en los que los setos en lugar de boj son de murta (lo Mediterráneo lo impregna todo), responde a un plan renacentista. «Ese modelo de jardín destaca por la simetría y la profundidad. Todo lo que alcanza la vista es naturaleza», explica el guía. Todo jardín tiene algo de escenario y aquí, en l´Albarda, el telón de fondo es el Montgó.

Pero la naturaleza y los jardines juegan al despiste. La villa no es antiquísima. Enrique Montoliu, el artífice de l´Albarda, la construyó hace 28 años. Y la rodeó de 50.000 metros cuadrados de un fascinante jardín que nació renacentista y que luego caminó por otros derroteros. Ahora alberga 600 especies autóctonas del Mediterráneo. Y esconde una rocalla en la que crecen especies de flora amenazadas, un umbráculo (premiado por su diseño arquitectónico) que guarda palmeras y plantas tropicales, un bosque de rodeno con el árbol más viejo del lugar, un alcornoque de 80 años, un íntimo jardín árabe que huela a azahar y jazmín, una laurisilva valenciana (laurel, madroño y durillo), un estanque con nenúfares blancos autóctonos de la Marjal de Pego y con flores de loto o un espeso bosque seco mediterráneo. También hay macizos de rosas, un gazebo por el que trepan las fragantes rosas blancas del Himalaya y las rosas Red Leonardo da Vinci (sus pétalos son tan carnosos que con ellos se hace mermelada), un pasillo de palmeras azules o un rodal en el que crece la Artemisia absinthium, planta de la que se elabora la absenta.

Cuidado de los jardines

Ángel Pérez explica los métodos naturales con los que en el jardín combaten las plagas. Las plantas silvestre que rodean el jardín atraen a los pulgones y el agua de las fuentes se depura en estanques con papiros, lirios amarillos y carrizos. «El lirio amarillo es el depurador natural número uno; es capaz de absorber metales pesados e incluso el mercurio», precisa el guía. Aquí no se utilizan pesticidas ni productos fitosanitarios.

El jardín pertenece a Fundem (Fundación Enrique Montoliu). Es la punta de lanza del proyecto de mecenazgo natural más importante de España. «Nuestro modelo a seguir es la National Trust, que cuenta con 2,5 millones de socios y posee el 5 % del territorio del Reino Unido», comenta Montoliu. Mirarse en el espejo de esta organización conservacionista británica, fundada en 1895 y que es el segundo propietario de fincas históricas del Reino Unido tras la Corona, es marcarse un reto gigantesco.

«Ahora somos mil socios y aumentamos poco a poco. Necesitamos más apoyo y más concienciación», advierte Montoliu, que precisa que el dinero de enrolarse en Fundem se destina integramente a comprar y salvar territorio. Y desgrava. «Sale rentable ser socio y entre todos preservamos parajes de gran valor», subraya Montoliu.

También anuncia que la fundación dará el salto ahora fuera de la Comunitat con la adquisición de suelo de gran valor natural en Teruel y Bilbao. Fundem ya es propietaria de parajes en la Serra de Bèrnia, la Vall de Laguar, la Vall de Gallinera, la Serra d´Espadà, Benimantell, la Pobla de Benifassà, la Marjal d´Almenara, el valle del río Mijares y la Casella de Alzira.

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