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La Casa Blava de Gata, una joya de la arquitectura rural de la Marina Alta

Construida a finales del XIX, combina el modernismo y el eclecticismo de la burguesía de la pasa - Su singular cromatismo es una influencia indiana

La Casa Blava de Gata, una joya de la arquitectura rural de la Marina Alta

«Creemos que la casa puede tener unos 150 años. Durante la reforma que llevamos a cabo entre 2006 y 2010, encontramos en el muro de una ventana un recorte de periódico de 1880». Esther Payá Signes, propietaria de la Casa Blava de Gata de Gorgos, está encantada de vivir con su marido y sus hijos en una de las construcciones más emblemáticas de la arquitectura rural de la Marina Alta. La Casa Blava está en la carretera que lleva de Gata a Xàbia. Pasan en coche ante ella miles de personas. La miran y se maravillan. Javier Mariscal tampoco pudo resistirse al hechizo de la Casa Blava. La dibujó en el verano de 2017.

Esta vivienda conserva dos elementos clave en el paisaje tradicional del siglo XIX y XX: el molino de hierro para extraer agua y el palomar. Ambos están en trance de desaparecer.

La Casa Blava tiene rasgos del modernismo que caló en Pedreguer y de la arquitectura ecléctica de la burguesía de la pasa de Xàbia y Dénia. Incluso se puede adivinar en su especial cromatismo una influencia indiana. Una palmera centenaria, traída, sin duda, de América, que está junto al palomar, refueza esa impronta exótica.

El elemento arquitectónico que domina es el arco lobulado. La Casa de la Sultana de Xàbia, levantada por potentados comerciantes de la pasa, también tiene estos arcos arabizantes. Pero en la Casa Blava el mestre d´obra lleva la obsesión por coronar los vanos con formas onduladas al extremo. Incluso en los remates de la cubierta, en los vértices y en una suerte de espadaña, se reproduce la forma lobulada. Y la pérgola de la entrada, de primorosa ejecución al igual que las rejas (el arte del hierro fue muy modernista), también adopta esa composición.

Los propietarios han reformado a conciencia el interior. Tiraron tabiques y ganaron espacios diáfanos. No fue fácil, ya que han tenido que reforzar con jácenas las vigas originales. También quitaron de los muros interiores los enlucidos y dejaron a la vista la piedra y los ladrillos de las arcadas. Han obrado el prodigio de hacer habitable y moderna una vivienda rural del XIX. Y lo han hecho sin que pierda ni un ápice de su esencia. La pasada Pascua pintaron las paredes exteriores. Esta joya de la arquitectura rural recuperó todo su esplendor azul.

Esther explicó a INFORMACIÓN que su abuelo, José Signes, le compró la vivienda a su hermanastro, Justo Signes. Este último imprimió en todas las baldosas del piso hidráulico sus iniciales, J. S, que también eran las del nuevo propietario.

Debió ser la primera casa de Gata que tuvo agua potable y corriente. El molino la extraía del pozo y una canalización la llevaba directamente a la cocina.

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