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Recogida selectiva de basura puerta a puerta: luces con alguna sombra

La Generalitat pretende generalizar el modelo implantado hace un año en Orba, pionero en la Comunidad. La mayoría de los vecinos destacan el beneficio ambiental pero algunos lo consideran poco operativo y caro

Parte de los vecinos y comerciantes critican la falta de espacio para dejar los cubos. David Revenga

El reciclaje de residuos es una necesidad ambiental que requiere del compromiso de la sociedad y de las instituciones. Sin embargo, y aunque cada vez existe una mayor concienciación en torno a esto, el volumen de basuras que se desechan en vertederos muy elevado. Ante esta situación, y a la vista incluso de que la Unión Europea se ha fijado como objetivo que en 2020 lleguen a reciclarse la mitad de los residuos domésticos, son muchas las instituciones que han redoblado las campañas y medidas en esta línea. No obstante, en la mayoría de los casos la posibilidad de reutilización de residuos sigue dependiendo en gran medida de la conciencia ambiental de cada individuo.

En diferentes lugares han surgido iniciativas, a menudo impulsadas desde la administración local, encaminadas a que reciclar no sea simplemente una cuestión moral, sino una obligación. La localidad de Orba, en la Marina Alta, se ha convertido en la vanguardia en la Comunidad Valenciana en esta cuestión. Desde febrero de 2018 tiene implantado un sistema de recogida selectiva de residuos puerta a puerta que el Ayuntamiento defiende como un gran avance ambiental, social y económico, y en el que han puesto los ojos otros municipios de Alicante y Valencia. Incluso la Generalitat pretende que sirva de modelo para todo el territorio autonómico.

Los contenedores de basura desaparecieron hace un año del paisaje urbano de Orba. En su lugar, cada domicilio cuenta con varios cubos diferentes, facilitados por el Ayuntamiento, para depositar los residuos en función de su tipología. Cuatro veces por semana se recogen uno o dos tipos de esos residuos; papel-cartón, vidrio, orgánico, latas-envases y resto. Los vecinos dejan los desechos dentro de los cubos a la puerta de sus casas, en bolsas biodegradables -que también facilita el Ayuntamiento-, y los operarios se los llevan. Eso sí, si el residuo no se corresponde con el que se recoge esa noche, no se retira y, además, se deja un aviso de incidencia. Así, no hay más vuelta de hoja: o se separa la basura, o no se la llevan. En las urbanizaciones que hay en el municipio sí hay contenedores clásicos, de distinto color según tipo de residuo, pero sólo los vecinos de esas zonas tiene acceso a los mismos. Los comercios y establecimientos hosteleros tienen también esos contenedores. Al mismo tiempo, se ha instalado un ecoparque móvil para depositar allí objetos pequeños de desecho, y se instala de forma alterna en diversos puntos del casco urbano.

El alcalde de Orba, Ignasi Cervera, defiende que «la opción de no quere reciclar no es posible, igual que no toleramos otros comportamientos incívicos», como gritar en la calle a horas intempestivas u orinar en la vía pública. Además, hace hincapié en que el reciclaje alcanza el 85% de los residuos, y que supone un ahorro final para las arcas municipales, pese a la inversión que hay que hacer de partida y al aparente mayor coste: «Ir recogiendo la basura puerta a puerta es más caro, pero acaba compensando porque pagamos menos canon por uso de la planta de residuos». Al respecto, incide en que «quien menos contamina, menos paga».

Cervera también recalca ventajas de tipo social, como que los vecinos no tienen que desplazarse hasta los contenedores, recordando que entre ellos hay muchas personas mayores. Al mismo tiempo, considera, la ausencia de contenedores en el pueblo evita que se conviertan en focos de concentración de basuras y, por lo tanto, quitando problemas de salubridad e imagen. En su opinión, afianzar el sistema es más una cuestión de tener más concienciación ambiental.

Buena aceptación con reservas

El alcalde defiende que una encuesta realizada a los vecinos sobre el nuevo modelo de recogida de residuos señala que el grado de satisfacción alcanza el 75%. De las impresiones que diferentes vecinos han trasladado a este periódico se puede deducir que, en general, la población se ha adaptado bien al sistema y lo apoya al verlo como un avance en varios aspectos, aunque algunos creen que necesita mejoras y otros lo critican abiertamente al considerar que conlleva más perjuicios que ventajas.

Josep Roig, Sacha Kruithof y Genís Gauchi, tres jóvenes que rondan la veintena, se muestran a favor sin dudarlo: «Hay que tener una visión global del tema y es más lo positivo que trae que los puntos en contra». También apuntan a una cuestión generacional, al señalar que «a los mayores en general les ha costado más acostumbrarse», y también cultural: en este sentido, Sacha remarca que «mi padre, holandés, tiene más asumido el reciclaje que mi abuela materna», del pueblo de toda la vida. De hecho, vecinas mayores como Josefa Giner dejan ver esa falta de costumbre, pero también que con paciencia todo se supera: «Al principio pensaba que no me aclararía, pero ahora sé lo que toca sacar a la calle cada día y me gusta el sistema». Y añade: «Ahora ves el pueblo limpio, y no gatos escarbando en la basura».

Otros orberos se muestran muy satisfechos, como Miquel Àngel Agud, o como Fina Sendra, quien le pone un toque de humor al decir que «hago muchos viajes al patio [donde deja los cubos] por no acordarme de qué día es y qué toca sacar para que se lo lleven». También Salvador Martínez señala que «al principio había mucha confusión, pero quien se equivoca al tercer mes igual lo que le ocurre es que no quiere entender el sistema». Y es que hay quien no está de acuerdo con esta recogida selectiva o cree que podría mejorar. Una vecina que prefiere no dar su nombre valora los aspectos ambientales, pero critica que «hay casas donde no caben tantos cubos de basura» y, sobre todo, «hay restos orgánicos que no puedes guardar en casa varios días hasta que pasan a recogerlos». Y apunta la picaresca: «Hay quien se lleva su basura a pueblos cercanos para tirarla allí», como Tormos y Benidoleig. Otra vecina que pide también anonimato incide en la escasa recogida de residuos considerados como resto y cuya acumulación genera problemas de higiene, como compresas y pañales.

Por su parte, Pedro Giménez, gerente de un restaurante, pone el foco en los problemas que el sistema acarrea para los negocios de hostelería al acumularse los residuos varios días hasta que pasan a recogerlos, sobre todo en verano. También lamenta la falta de espacio en esos meses, porque «utilizo el patio como terraza y no puedo tener los contenedores ahí». Además, cree que la recogida selectiva es más cara y teme que su coste repercuta sobre otras partidas presupuestarias. A su juicio, el nuevo sistema «debería haber sido algo voluntario y progresivo».

Adaptar y extender el modelo

La iniciativa de Orba, inspirada en experiencias similares en el País Vasco y Cataluña -donde 96 municipios aplican la recogida de basura puerta a puerta-, ha sido aplaudida por la Generalitat, que apuesta por extender este modelo a todo el territorio, aunque adaptándolo a las condiciones de cada municipio. El director general de Cambio Climático y Calidad Ambiental, Joan Piquer, señala que «se trata de que los ayuntamientos hagan estudios rigurosos sobre sus características e implanten el sistema más adecuado, incluso según cada zona». En el caso de Orba «se justificó que era un servicio social, de proximidad, y ese enfoque es muy positivo».

Piquer defiende que el modelo que se aplica en esta localidad de la Marina Alta «ha supuesto un importante avance en recogida selectiva» y que «el coste es amortizable» gracias a que al final el Ayuntamiento paga menos canon por el uso de la planta de tratamiento de residuos. El responsable cree muy positivo esto último, ya que «se paga según el volumen producido», aunque estima que se debe tender a que al final también «cada usuario pague en función de los residuos que produzca». Esto se podría averiguar, explica, gracias a métodos de control como los chips que llevan los contenedores, y que en el caso de Orba, por ejemplo, permiten saber qué usuarios no han depositado el residuo que tocaba recoger esa noche.

Con todo, lo que resulta fundamental, a juicio de Piquer, es «hacer de la educación ambiental algo continuo», de forma que la población sea cada vez más consciente de la necesidad de reciclar los residuos. «Tener más cuidado y no enviarlo todo a las plantas de tratamiento», resume. También celebra el hecho de que ya sean 15 los municipios de toda la Comunidad que ya han mostrado interés en implantar un sistema como el de Orba, bien en todo su casco urbano o en una parte. Banyeres es uno de ellos. Su alcalde, Josep Sempere, destaca que el puerta a puerta «garantiza el reciclaje», por lo que desde el Ayuntamiento se pretende dar a conocerlo a través de charlas informativas a partir del próximo otoño, al tiempo que se lleve a cabo un estudio para determinar posibles días de recogida de residuos. Eso sí, reconoce que el sistema «requiere una mayor implicación», por lo que se quiere hacer una tarea pedagógica previa.

Una experiencia similar se quiere hacer en Aspe, específicamente en el barrio del Castillo. Su edil de Medio Ambiente, Iván Escobar, cree que es una forma de «mejorar el medio ambiente y ahorrar dinero» para las arcas municipales al pagar menos canon por uso de vertedero. No hay aún una fecha concreta para su implantación, pero se confía en poder hacerlo a lo largo de este mismo año. También se han interesado por implantar este sistema en El Verger, Pedreguer, L'Atzúbia, Xàbia, Sax, Monóvar, Dolores y Rafal. Todas estas localidades y otras cuatro de Valencia se han unido en una asociación para promover la recogida selectiva.

Municipios de la provincia interesados en el modelo de Orba

Aspe

L'Atzúbia

Banyeres

Dolores

Monóvar

Pedreguer

Rafal

Sax

El Verger

Villena

Xàbia

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