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Arranca en la Marina Alta la vendimia con menos uva moscatel en 20 años

El grano tiene calidad, pero la sequía y el cambio climático, con olas de calor ya en mayo, han debilitado las viñas y han provocado una cosecha «irregular»

Arranca en la Marina Alta la vendimia con menos uva moscatel en 20 años

La tierra en la Marina Alta nunca es cicatera. Azotada por la sequía y por el cambio climático, sigue regalando el fruto dorado y turgente del moscatel. Ahora arranca la vendimia. En la bodega de Les Freses, en Jesús Pobre, ayer todo era trajín. «El primer día de vendimia es de fiesta y de no parar», convino Mara Bañó, la dueña de este celler, que ayer explicó a una televisión noruega los secretos del moscatel que crece en la falda del Montgó. Esta uva y sus vinos están recuperando ahora la historia perdida. En l'Alt de Benimaquia, en el Montgó, los íberos ya producían vino en el siglo VI a. de C.

El biólogo, agricultor y presidente de la Associació de Defensors del Moscatell de la Marina Alta, Jaume X. Soler, dirige la recolección de los 30.000 kilos de uva que darán vida a la añada de Les Freses. «Ha sido un año irregular. Con las lluvias de abril, las viñas han recuperado fortaleza. Pero la producción no está equilibrada y es de las de menos uva de los últimos 20 años», advirtió Soler.

La calidad del grano es, eso sí, buena. El experto apuntó que la uva tiene este año un exceso de potasio que rebaja la acidez, un elemento clave en el vino blanco. Pero este biólogo tiene la fórmula para corregir ese problemilla en el propio campo. «Sí, la filosofía de les Freses es elegir los bancales y combinar las cosechas. Corregimos en el campo y no en la bodega».

El primer día ya se hizo una elaboración. El moscatel, incluso en los años más complicados (Soler prefiere la palabra «irregulares»), tira para adelante. El biólogo precisó, no obstante, que los efectos del cambio climático ya se notan en la uva. Las olas de calor comienzan ya en mayo y se repiten en junio y julio. Debilitan las viñas y producen mermas en la cosecha que llegan al 50%. El calor achicharra los granos e incluso la raspa de los racimos.

La técnica en medio ambiente y enóloga Natàlia Piera subrayó que «la cualidad organoléptica del moscatel de este año es de sutileza y frescor». Admitió que las condiciones climáticas han sido más severas y que la uva ha sufrido «una pequeña merma en la acidez». «Pero Jaume sabe bien como combinar diversas variedades genéticas de moscatel y cosechas de diferentes suelos y, al final, logramos, incluso en años difíciles, equilibrar y sacar buenos vinos». Natàlia cogió un racimo de esta uva y recalcó que está «sanísima». El moscatel de la Marina Alta, oreado por el viento salino del Mediterráneo, es dulce y suave, un prodigio de matices.

Quizá para contrarrestar ese nubarrón que es el cambio climático, ayer, en el primer día de vendimia, numerosos jóvenes experimentaron la pasión de la agricultura. El campo y la viticultura siguen siendo en la Marina Alta cosa de soñadores. Pero es un sueño precioso... y contagioso. Hay esperanza.

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