Un cielo que relampagueaba sin parar y una espesa niebla. El avión bimotor de largo alcance Wellington de la RAF (Real Fuerza Aérea Británica) volaba a baja altura. Había despegado de Shawbury. Hizo escala en Istres (Francia) y debía aterrizar de nuevo en Gibraltar. No obstante, su destino era Jartum, la capital de Sudán. Luego regresaría al Reino Unido vía Malta. Pero ni su piloto, Leonard West, ni ninguno de sus otros seis tripulantes (Peter Pullar, Robert James Baker, Ernest Hansom, Neville Jones, Roy Owen Ouseley y Peter Field Thorne) vieron la mole de piedra.

La densa niebla ocultaba el Montgó. El avión se estrelló. El tremendo estrépito se escuchó en toda Dénia. Ocurrió el 5 de diciembre de 1950. El Wellington, un bombardero ya entonces anticuado, se hizo añicos. Murieron todos sus tripulantes.

La tragedia aérea estremeció a los dianenses. El ayuntamiento (entonces era alcalde Antonio Muñoz Cardona) se encargó de rescatar los cadáveres. Los examinaron los médicos Justo Navarro y Manuel Lattur. Este último, jefe local de sanidad, certificó que se había cumplido la instrucción de introducir los restos mortales en cajas forradas con doble capa de zinc de tres centímetros de grosor y cerradas herméticamente. El comandante de la RAD John Murray Ferguson acudió a Dénia para supervisar el traslado de esos féretros de metal a Gibraltar, donde se enterró a los siete militares que se dejaron la vida en el Montgó.

Este año se cumplirá el aniversario redondo, los 70 años de ese terrible accidente aéreo. Pero los veteranos de la RAF se han adelantado. El pasado 5 de diciembre subieron al punto del Camí de la Colònia del Montgó donde se estrelló el avión. Allí inauguraron un memorial. Figura el nombre de los fallecidos y su rango militar. Sus compañeros les rindieron honores militares. Luego tuvo lugar un oficio religioso en la ermita del Pare Pere.

Gran conmoción

Los expedientes que guarda el Arxiu de Dénia sobre el accidente revelan la gran conmoción que causó en la ciudad. Al ayuntamiento llegaron escritos de la embajada británica que trasladaban el «profundo agradecimiento» del entonces rey del Reino Unido, Jorge VI, a los vecinos por «su ayuda y bondad».

El consistorio se hizo cargo del rescate de los cuerpos. La operación le costó 26.917 pesetas. Participaron, entre otros, el hojalatero Francisco Cardona (pasó una factura de 1.711 pesetas), la funeraria Vicenta Llobell (4.900 pesetas), el fotógrafo José Marsal (576 pesetas) o Hermenegildo Carrión, que dirigió a los braceros (1.225 pesetas). También hubo que alimentar a los trabajadores. Lo hicieron los bares La Yeclana, Negresco, el Bar Moreno y el Bar el Moro (luego Benjamín).

El agregado aéreo británico en Madrid autorizó al alcalde a que subastara la chatarra del avión para resarcir todos esos gastos. Pero nadie pujó. Y al final los amasijos del Wellington t.10 Mark 16, con número 958, los compró por 33.000 pesetas el vecino de Madrid Francisco Serrano. Al ayuntamiento le quedó un saldo positivo de 6.082 pesetas. El 11 de mayo de 1951 el alcalde recibió una carta del Ministerio del Aire. Le autorizaba a destinar ese dinero a la beneficencia.