El oleaje puede con el linaje. Rosa María Castellví, XXVI baronesa de Torres-Torres (título nobiliario creado en 1466 por el rey Juan II de Aragón), llenó de peldaños la antigua senda que baja desde la cima del acantilado de Xàbia donde se alza su glamouroso chalé, escenario de campañas de publicidad de Dior o Zara Home, hasta la cala de la Sardinera. Antes había comprado la ladera y también una antigua casita de pescadores que se halla en la playa. La restauró e instaló una fosa séptica. El ayuntamiento abrió en 2016 el expediente de restauración de la legalidad urbanística.
La senda, a la que también dotó de barandillas y focos, está en suelo de especial protección ecológica y paisajística. Ahora, según ha podido saber este diario de fuentes municipales, la baronesa ha derribado las obras, que eran ilegalizables. Ha desmantelado la fosa séptica y ha demolido los peldaños y el bordillo de cantos rodados pintados de blanco que delimitaba la senda. También ha retirado el pavimento que colocó en la terraza-mirador del otrora refugio de pescadores (ahora es una suerte de pabellón de verano). Castellví todavía tiene que legalizar la restauración de esa antigua casita. Le falta aportar una autorización de Costas. Pero, en principio, esas obras sí podrán esquivar la piqueta.
Un lujazo
La baronesa posee el vanguardista chalé que, diseñado por el arquitecto valenciano Ramón Esteve, ha puesto a Xàbia en el mapa de las grandes campañas de publicidad. Aquí Zara Home grabó un anunció que (¡cosas de la publicidad!) hace pasar esta costa por la de Miami. Mientras, la firma francesa Dior lo eligió para promocionar su perfume Joy, cuya imagen es la actriz Jennifer Lawrence. Esta casa, que se asoma al Portitxol, el Cap Prim y el Cap Negre, es un lujazo. Pero el summum era abrir la puerta del jardín y bajar cómodamente por una senda privada de escalones hasta la cala de la Sardinera.
La dueña de este chalé de ensueño (archipremiado en certámenes de arquitectura) podrá seguir bajando por la trocha y llegar hasta la puerta que le da acceso directo a la playa. Es un privilegio. Pero allí abajo ya manda el dominio público, la línea hasta donde llegan las olas de los mayores temporales conocidos. Ante el mar no valen títulos.
