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Cuatro años de la tormenta de fuego perfecta en Xàbia

El paraje de la Granadella, devastado por el incendio, se ha regenerado pero todavía asoman árboles calcinados y hay puntos donde se ha agravado la erosión. La nueva proliferación de pinos, un peligro

La lengua de fuego se cierne sobre la cala de la Granadella.

Aquel incendio tenía muy malas intenciones. Casi resulta natural que se atribuyera a la mano del hombre, a un pirómano que quería causar el mayor daño posible. Pero, como constató luego la investigación, el incendio comenzó por una colilla arrojada en el mirador de la Cumbre del Sol, en el Poble Nou de Benitatxell. La colilla desató la tormenta de fuego perfecta: un tesoro natural, la Granadella, devastado, y miles de casas de Xàbia desalojadas; algunas acabaron calcinadas. El fuego comenzó la tarde del 5 de septiembre de 2016. El primer foco, el del mirador, se dio por controlado. Se retiraron los medios aéreos. Poco después, las llamas resurgieron incontrolables. Fue un día de calor abrasador y de fuerte viento. La montaña litoral de la Granadella, que ya había ardido en el año 2000, era un bosque impenetrable y seco de pinos. Esa noche, al desalojarse a miles de vecinos, Xàbia también descubrió que vivía sobre un volcán llamado interfaz urbano forestal. 9.000 chalés están arrimados a los bosques o dentro de ellos. Están directamente expuestos al peligro de los incendios forestales.

Las laderas de la Granadella, carbonizadas tras el incendio de septiembre de 2016. David Revenga

Ahora se cumplen 4 años de aquella catástrofe natural que, entre otras cosas, ha obligado a Xàbia a replantearse su estrategia frente al fuego. El ayuntamiento ya ha abierto cortafuegos en el Montgó, Cansalades o el Rebaldí. Pero el término es inmenso. Y hay chalés desperdigados por todo. La planificación urbanística de mancha de aceite (viviendas y urbanizaciones que se extienden por todo) es la peor posible para conjurar la angustia que asalta a esa población dispersa cada vez que se desata un incendio. El peligro se agrava con el abandono paulatino de los campos de cultivo. Un espesura de pinos poco desarrollados, de aliagas y de especies de jardinería invasoras coloniza los bancales baldíos.

La cadena de incendios de este verano (en el linde del Montgó o en el paraje de la Rana de Gata de Gorgos) ha demostrado, eso sí, que Xàbia está hoy mucho más preparada para combatir las llamas. La movilización es inmediata. La agrupación local de Protección Civil llega como una exhalación.

Cuatro años después, la Granadella, un paraje que forma parte del LIC Penya-segats de la Marina y que esconde auténticos tesoros botánicos (aquí florecen la Convolvulus valentinus y la Micremeria inodora, dos plantas singularísimas), ha renacido. Los primeros trabajos de regeneración que se llevaron a cabo dibujaron el bosque del futuro (y del pasado), más resistente al fuego y en el que predominan especies como el acebuche, el algarrobo, el labiérnago (Phillyrea angustifolia, que tiene en la Granadella su población más destacada), el lentisco, la coscoja, el aladierno o el madroño.

Pero hay zonas de este paraje en las que crece desbocado ese bosque del presente, el de pinos que no alcanzan gran altura y que se agolpan y crean una masa forestal impenetrable, que agosta la diversidad natural de esta montaña litoral y que, además, arde y propaga el fuego con gran facilidad. En las laderas de los barrancos, en los puntos de más difícil acceso, siguen los esqueletos calcinados de los pinos. Allí también se observa una fuerte erosión. Otra asignatura pendiente es la de restaurar los viejos muros de piedra en seco. Contienen la erosión.

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