El imán egipcio Hesham F. M. Shashaa –alias Abu Adam–, detenido por la Policía en Teulada en 2017, negó ayer en el juicio que se estableciera en 2011 en la provincia de Alicante para crear una red yihadista y aseguró que su labor como imán en múltiples mezquitas españolas y en redes sociales fue de rechazo al terrorismo para «evitar que se repitiera un 11-M».

La Audiencia Nacional inició ayer el juicio a Hesham Shashaa, para quien la fiscal pide nueve años de prisión al acusarle de difundir el yihadismo en mezquitas y posibilitar en la provincia alicantina refugio, lugar de tránsito y una base de operaciones para combatientes retornados de las zonas de conflicto de Siria e Irak, que podrían atentar en España y en otros países europeos.

Estos últimos, siguiendo las directrices marcadas por el Estado Islámico, podrían tener como propósito la comisión de actos terroristas en sueño español o europeo, según la Fiscalía.

El acusado, en prisión provisional por esta causa desde su detención abril de 2017 en un lujo chalé de Teulada-Moraira, señaló en la vista oral que ya decidió dedicarse a difundir su rechazo al terrorismo en 2001 a raíz del «maligno atentado de las Torres Gemelas» de Nueva York, ya que considera que tiene más conocimientos y «más coraje» que el 99 por ciento de los imanes.

Shashaa relató que residió en Rumanía desde 1996 a 2000 pero negó que fuera expulsado de este país por intentar captar a jóvenes para enviarlos a Afganistán para entrenarles con armas y por preparar atentados en suelo rumano, como sostiene la Fiscalía.

«Esto es una broma muy pesada», dijo el acusado, que aseguró que en Rumanía trabajaba como traductor en el Ministerio de Justicia y en la Oficina del Refugiado y que incluso «espiaba en favor de Naciones Unidas».

El imán indicó que en 2000 decidió irse de Rumanía porque por su labor contra el terrorismo yihadista y para prevenir la radicalización de los jóvenes tuvo problemas hasta el punto de que él y uno de sus hijos fueron agredidos y su entonces mujer secuestrada.

Imagen de archivo de la Policía registrando el chalé del imán en Teulada-Moraira. DAVID REVENGA

Hesham añadió que entonces viajó a Alemania, donde se casó con otras cuatro mujeres –tiene 26 hijos, recordó– y donde siguió desarrollando su labor en las mezquitas contra la violencia y la radicalización.

El acusado negó que se estableciera en España en 2011 huyendo de la presión policial alemana sobre su persona por su relación con jóvenes radicales islámicos como mantiene la fiscal. «Lo que me llevó a quedarme en España fue mi amor a este país, el sol, la paella, el gazpacho y el mar, nada más», dijo.

No obstante, recordó que previamente, cuando en 2004 se produjeron los atentados del 11-M en Madrid, estando él aún en Alemania, ya viajó a España para realizar múltiples charlas en mezquitas contra el terrorismo y «en contra de lo que pasó» al igual que venía realizando en otros países europeos.

Según la fiscal, el acusado se trasladó a España en junio de 2011, cuando alquiló una residencia en Benissa, y a finales de 2014 adquirió una gran casa situada en Teulada valorada en 400.000 euros.

Hesham tenía contactos con personas de gran poder económico de Emiratos Árabes y Arabia Saudí para financiar sus actividades, según la Fiscalía.

Adoctrinamiento

La fiscal mantiene que en España el acusado visitaba mezquitas sobre todo de localidades alicantinas como Teulada, Calp, Altea, Pedreguer, Gata de Gorgos, Almoradí y San Vicente del Raspeig, en las que extendía el ideario y el adoctrinamiento radical. En muchas mezquitas invirtió dinero procedente de sus mecenas habituales.

Al comienzo de la vista, la abogada de Hesham aportó documentación para intentar demostrar que el acusado no era terrorista y que incluso colaboró con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) español y con autoridades alemanas.

En concreto, entregó copias de mensajes de texto telefónicos que intercambió con una agente del CNI y de conversaciones en Facebook con la jefa de un «proyecto semiestatal» de Alemania para prevenir la radicalización de los jóvenes, así como diplomas de las comunidades islámicas de Baviera y Dresde por su labor contra el terrorismo y por el islamismo pacífico.

«Somos todos hijos de Dios, seamos musulmanes, cristianos o budistas, pues tenemos la misma sangre», apostilló el acusado para recalcar que es un «hombre de paz» y justificó sus viajes a Siria por el hecho de que tenía familiares en ese país.