Ni asomo de aglomeraciones. Los puestos están separados, los pasillos son amplísimos y los clientes caminan sin tropezarse ni de casualidad unos con otros. En el mercadillo de los viernes de Moraira hay espacio de sobra. «No se entiende que lo reduzcan a la mitad y que a los vendedores nos toque montar cada dos viernes. Ahora mismo montamos el 65 o, como mucho, el 70 % de los puestos del verano. Podríamos trabajar todos. Hay sitio de sobra». Antonio Devesa tiene un puesto de ropa de caballero de calidad. Asegura que él y todos los vendedores están «desesperados». «Esto puede ser el final de los mercadillos. Trabajamos al aire libre. Cumplimos los protocolos. Pero no tenemos ayudas. Al contrario. No nos dejan montar todas las semanas», advierte, al tiempo que subraya que, en cambio, todos los negocios de los centros comerciales sí pueden abrir. «Y están en lugares cerrados, que hay más peligro de contagio», precisa.

Devesa no pudo montar el viernes en Moraira. No le tocaba. Esta semana el parte meteorológico da ese día lluvia. «Igual no puedo tampoco trabajar. Y la próxima semana ya no me toca. Es insostenible para nuestros negocios encadenar tres semanas sin poder vender nada».

«Los ayuntamientos están deshumanizados. Saben de nuestras dificultades, pero ya nos están pasando a cobro el segundo semestre. En los pueblos que yo monto puesto, sólo en Xàbia y Altea no nos han cobrado nada este año», advierte Devesa, que teme que los mercadillos desaparezcan. «Esto puede ser el final para nosotros. Nos estamos quedando como atracción turística en verano, pero el resto del año y con estas dificultades es difícil salir adelante».