La residencia de ancianos de El Verger superó la primera ola de la pandemia de la covid-19 sin contagios, pero el pasado 19 de diciembre se dio el primer caso de lo que luego sería un terrible macrobrote. Se llegaron a contagiar, según los datos facilitados por este geriátrico, 104 de sus 107 residentes, así como 38 trabajadores. Y lo más desgarrador: han fallecido 26 mayores.

La dimensión de los contagios obligó a la Conselleria de Sanidad a intervenir este centro. Equipos de sanitarios del hospital de Marina Salud de Dénia se trasladaron a una residencia que vivía días tremendamente críticos. Ha estado en el nivel G2, es decir, intervenida, hasta el pasado 20 de enero.

Ahora lleva ya una semana en el nivel G1, en el que el centro recupera su autonomía, aunque sigue bajo vigilancia activa de las autoridades sanitarias

Ha quedado atrás la pesadilla. El macrobrote está superado. No obstante, las fuentes consultadas de este geriátrico insisten en que no bajan la guardia. Además, subrayan que la comunicación con el hospital es continua. Esa supervisión sanitaria refuerza la sensación de que «no estamos solos», indican. Ahora mismo de los 83 residentes hay dos que están infectados y aislados. Mientras, de los 63 trabajadores, uno está a la espera del resultado de un test PCR.

Las mismas fuentes aseguran que la residencia estaba preparada para esta tercera ola. Señalan que se habían adquirido EPI (Equipos de Protección Individual) al iniciarse la pandemia y, como en esa primera ola no se registró aquí ningún infectado, había material suficiente para enfrentarse a los contagios. Eso sí, no se esperaba que el foco fuera tan virulento y provocara que 104 de los 107 mayores y 38 empleados contrajeran el virus. Las fuentes consultadas precisan que esta residencia es, como todas, «un hogar» y no un centro sanitario.

Familiares de residentes contactaron ayer con este diario y advirtieron de que El Verger ha acaparado titulares por la vacunación irregular de su alcalde cuando «lo realmente importante» era lo que ocurría en la residencia. Recordaron que el macrobrote se declaró justo la semana anterior a que se iniciara la vacunación, lo que ha impedido que las dosis se inyectaran a estos ancianos.

«Ha sido todo muy doloroso. En mi caso, sacaron a mi madre de la residencia dentro de una bolsa y no pudimos despedirnos de ella», relata el hijo de una fallecida, que reprocha que a los familiares se les ha ocultado información.

Las fuentes consultadas del geriátrico aseguran que, nada más comenzar los contagios, pusieron en marcha un canal de difusión para mantener un contacto permanente con los familiares. Precisaron que las familias tenían que designar a una persona que era la que recibía las llamadas de teléfono y se comunicaba por videoconferencia con el residente.

El macrobrote ya queda, por fin, atrás. Veintiséis mayores han perdido la vida. Eso es lo más desgarrador.