La vista lo es todo. Los dueños de chalés de lujo en el acantilado de la Falzia de Xàbia no quieren que nada se interponga entre ellos y el infinito. Nada. Y actúan a las bravas. Han talado pinos que estaban fuera de sus parcelas. De hecho, se hallaban en suelo protegido y público. La tala se ha llevado a cabo de matute. Pero las huellas están ahí. Los tocones delatan que se han cortado pinos adultos. Sus troncos y ramas, ya resecos, se han dejado caer acantilado abajo.

Los autores de la tala, además de dañar una ladera de gran valor natural y paisajístico, han generado otro problema. Ahora hay una maraña de restos vegetales muertos. Una chispa bastaría para que se declarara un incendio en esta masa forestal de la Falzia y el Cap Negre. Además, cercenados los pinos, este suelo con fuerte desnivel ya empieza a sufrir erosión. Las raíces de los árboles ayudan a sujetar la tierra.

Entre los chalés y el acantilado hay una senda que parte del mirador de la Falzia y recorre un tramo litoral hacia el sur. En algunos tramos, los senderistas pasaban por un dosel natural formado por las ramas de los pinos. A los propietarios de las viviendas también les molestaba. Han desmochado esos árboles. Y las ramas también las han tirado al acantilado.

Los pinos de esta ladera son altos, pero de tronco bastante escueto. No son excesivamente frondosos. Desde los chalés siempre se ha divisado el mar. Pero está visto que quienes tienen sus casas en esta privilegiada atalaya quieren un horizonte totalmente despejado. Han talado una veintena de árboles adultos.

Estas casas se asoman a l’Illa del Portitxol y al Cap Negre. La belleza de este litoral la refuerza esa pinada que se ha formado milagrosamente en una pendiente acusadísima. Los pinos no crecen derechos, sino que se inclinan hacia el mar.

Xàbia lucha desde hace décadas por defender que el paisaje es un bien de interés general. A principios de 1990, una sentencia del Tribunal Supremo reconoció el derecho general a disfrutar del horizonte frente al particular de construir en una parcela virgen del acantilado de Ambolo. Pero sigue habiendo quien se toma el paisaje como algo propio y arrambla con lo que le estorba y lo mismo le da si está dañando una masa forestal protegida y que, se mire como se mire, da vida y color a este horizonte de postal.