El último fin de semana antes de que Xàbia inaugurara el toque de queda (entró en vigor la pasada medianoche) fue de explosión de botellones y fiestas ilegales. «Estos últimos días el problema se ha multiplicado», reconoció ayer la concejala de Seguridad, Pepa Gisbert. La Policía Local y la Guardia Civil no paran durante todo el verano de disolver botellones y de acudir a chalés alquilados en los que se ha montado la marimorena (fiestas multitudinarias). Xàbia, al quedar hasta ahora fuera de la limitación de la movilidad nocturna (el toque de queda), ha atraído a jóvenes de otros pueblos con ganas de parranda.

Este último fin de semana ha quedado más que claro que las fiestas clandestina, que incumplen la normativa de prevención de la covid-19 y la ordenanza municipal de convivencia ciudadana, son un imán. La concejala de Seguridad advirtió de que, al desmantelar los botellones e identificar a los participantes, los agentes comprobaban que venían incluso de Pego, Gandia, Oliva o Villalonga. Algunos eran menores de edad. Esos chavales se unían a los jóvenes del País Vasco, Madrid o València que han alquilado una casa en Xàbia para, por el día, salir en kayak y descubrir las calas y, por la noche, pasárselo en grande, y a los chavales de familias de Madrid y València que tienen su segunda residencia en este municipio.

Pero hay más que fiesta ilegal en la calle. La Policía Local y la Guardia Civil detectaron que por las redes sociales se estaban anunciando dos «macrofiestas» en un chalé de la Cuesta de San Antonio (una zona residencial históricamente muy tranquila) y en otro de la partida Castellans.

La concejala destacó que este fin de semana la Guardia Civil ha reforzado las patrullas en Xàbia. Era previsible que esos últimos días sin toque de queda el trasiego nocturno se disparara.

Los agentes de la Policía Local y de la Benemérita montaron controles en los accesos a los chalés donde se habían organizado las fiestas. Abortaron estas celebraciones multitudinarias. Los promotores de estas juergas buscan amplias viviendas con jardín y piscina. Las alquilan y luego cobran a los participantes entradas de que no son precisamente baratas (más de 200 euros por una noche de desfase). Envían por WhatsApp la localización. Lo que no se sabe es si los organizadores devuelven el dinero de la entrada o si te he visto no te acuerdo si ocurre como este fin de semana que la policía frustró la parranda.

Mientras, el botellón también es itinerante. Los cuerpos de seguridad lo han combatido en el paseo y la playa del Arenal. El ayuntamiento ha cerrado el mirador y las inmediaciones del faro de Sant Antoni, el Camí Vell de la Granadella y la Caleta o Cala Blanca. Pero no hay forma. Los jóvenes se organizan por WhatsApp y en un santiamén montan una fiesta al raso en cualquier punto de Xàbia. Este fin de semana las han armado en la calle Garcilaso de la Vega (cerca de la discoteca Moli Blanc) y en los accesos al litoral del Primer y el Segon Muntanyar. La policía y la Guardia Civil han disuelto de nuevo decenas de botellones y han puesto paz en varias peleas.

Mientras, Protección Civil ha desplegado 6 patrullas para evitar que los botellones acabaran en los apartados miradores turísticos, espacios públicos situados en zonas del litoral de gran valor natural, forestal y paisajístico.

El botellón es como la marabunta. Y deja las calles repletas de basura.