De la diversión a la angustia hay un paso. La costa de acantilados de Xàbia está de moda (demasiado de moda). En el mar abundan las embarcaciones de recreo, las motos acuáticas, los kayaks y las tablas de paddle surf. Por tierra, los bañistas se dejan guiar por la brújula un poco engañosa de los móviles y los «traks» de las rutas.

Esquivan las calas. Buscan recodos salvajes y ocultos. Conquistan escarpados puntos del litoral que fueron antiguas pesqueras. Pero este litoral no es un parque de atracciones.

Estos bañistas quieren dar saltos desde el acantilado. Explorar a nado la Cova del Llop Marí o practicar «snorkel» en En Caló. Incluso bajan cargados con kayaks y con esas voluminosas mochilas que guardan la tabla desinflada de paddle surf.

El mar es caprichoso y desde arriba, desde las rocas, no se aprecian bien las corrientes y el oleaje. Antes de saltar hay que estudiar muy detenidamente cómo se va a salir del mar. Volver a tierra se convierte en una peripecia.

En la pesquera del Sòl del Barranc, hay una maroma atada a un gran clavo oxidado que está sujeto a la roca. Los bañistas se ven negros para salir del agua cuando hay marea. Las olas los zarandean y lanzan contra las rocas. Lo pasan mal hasta que cogen la cuerda y pueden subirse a una pequeña repisa natural. Si hay mucho oleaje, salir por aquí ya resulta imposible.

Escalera serrada

Mientras, en otra antigua pesquera que también atrae ahora a bañistas existe una escalera de piscina atornillada a la roca. Subir era hasta ahora fácil. Sin embargo, alguien ha serrado la escalera. Ha quedado inutilizada. Algunos bañistas le han atado cuerdas. Hay que estar ágil para trepar. Con oleaje esta escalera serrada es una trampa.

A los bañistas más intrépidos les chifla este litoral de acantilados. Pero no deben confiarse. Las sendas y las escaleras para llegar a la base de los cortados son tortuosas y peligrosas. Y, ya abajo, antes de saltar al mar conviene detenerse un momento, observar el estado del mar, preguntar a otros bañistas y estudiar muy bien cómo se va a salir del agua. De la diversión a la angustia solo hay un paso, el que separa la tierra del mar.

Esta abrupta geografía de acantilados y «pesqueres» pertenecía a «encesers» que sí eran muy conscientes del peligro. La cautela y el conocimiento profundo de la naturaleza eran su brújula.