Cerrojazo en el acantilado de Xàbia: los vecinos llevan más de 4 años exigiendo que se abra la senda pública

Los residentes advierten de que el propietario del chalé de lujo que mantiene el acceso al litoral cerrado lleva año y medio residiendo en la vivienda pese a que el ayuntamiento le ha conminado a no hacerlo hasta tener la licencia de primera ocupación

La senda se adivina entre los pinos; imposible acceder.

La senda se adivina entre los pinos; imposible acceder. / A. P. F.

Alfons Padilla

Alfons Padilla

Cerrojazo. Los vecinos del Carrer l'Illa, en el litoral del Portitxol de Xàbia, llevan cuatro años exigiendo que se abra la senda pública del acantilado de la Llobatera. Claman en el desierto (en el acantilado). La Ley de Costas obliga a que existan accesos a pie al litoral. Pero aquí, en el extenso tramo entre la Cala del Francés y la Creu del Portitxol (de ahí parten las sendas que bajan a la Sardinera y a la Barraca), no hay pasos públicos. Bueno, sí, hay uno, el citado de la Llobatera. Pero está cerrado a cal y canto. Una cancela y una cadena con un recio candado impiden entrar a la senda. La zona verde de 7.300 metros cuadrados que debe ceder el propietario de un nuevo y enorme chalé de lujo también permanece clausurada.

La cancela de hierro que cierra la senda del acantilado de la Llobatera.

La cancela de hierro que cierra la senda del acantilado de la Llobatera. / A. P. F.

Los vecinos no solo se topan con el portón de hierro. Además, denuncian que el dueño del chalé ha plantado un frondoso seto (primero de árboles de gran porte que tuvo que retirar y que ha sustituido por acebuches) que actúa como un muro. Antes veían desde la calle el Montgó, el cabo de Sant Antoni y la bahía de Xàbia. Ahora tienen que buscar una rendija. La bella costa local, abrupta y de acantilados, la de los miradores y sendas que debían garantizar el acceso público, presenta puntos negros negrísimos. La Llobatera tiene echado el candado.

Los vecinos ya colocaron hace unos meses carteles en los que denunciaban que el dueño del nuevo chalé de lujo mantenía privatizados espacios que deben ser públicos. Javier Gutiérrez, que es el portavoz de los residentes, lamenta también que el ayuntamiento permita que la senda y la zona verde permanezcan "sine die" cerrados. Los vecinos aseguran que lo último que han podido averiguar es que el departamento municipal de Urbanismo le ha trasladado al propietario de la vivienda que no puede vivir allí, que no le concede la cédula de primera ocupación (de habitabilidad) hasta que los espacios públicos (la senda, la zona verde y las aceras) estén recepcionados por el consistorio. No obstante, aseguran que el dueño lleva año y medio viviendo en el chalé de lujo.

Otra imagen de la senda y de los terrenos abancalados de la zona verde.

Otra imagen de la senda y de los terrenos abancalados de la zona verde. / A. P. F.

El ayuntamiento aprobó el PAI de 21.457 metros cuadrados de este chalé de lujo de la Llobatera en 2016. Se demolió un curioso chalé que imitaba una iglesia gótica. Comenzaron las obras para construir un nuevo coloso de hormigón en el acantilado. El convenio entre el consistorio y el propietario dejaba claro que las obras de urbanización, que contemplaban la apertura de la senda litoral y la cesión de la zona verde, debían acabarse a los once meses de aprobarse el proyecto de reparcelación.

Las fuentes municipales consultadas han señalado que el acceso al acantilado de la Llobatera no se puede abrir hasta que todas las obras públicas estén recepcionadas. También han precisado que el ayuntamiento debe cerciorarse de que ese acceso que lleva a un escarpado litoral es totalmente seguro.

Celosos de su intimidad

Mientras tanto, los vecinos se dan de bruces con una puerta. Los acantilados de Xàbia, donde los chalés de lujo incluso han usurpado sendas de las antiguas "pesqueres", se convierten en un paisaje exclusivo y privatizado. En este tramo entre la Cala del Francés y la Creu del Portitxol, el del Carrer l'Illa, se han construido en los últimos años modernos chalés que, en algunos casos, asemejan búnkeres. Sus vallados de metal y su contundente arquitectura de hormigón crean una barrera. Los dueños son muy celosos de su intimidad.

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