La otra Granadella, la del castillo de 1739, la mina de ocre, les pesqueres y el homenaje al senderista
La cala de Xàbia más famosa todavía esquiva la masificación, aunque ya se barrunta: la hilera de coches "trepa" por el zigzag

Las ruinas del Castell de 1739 de la Granadella / A. P. F.

¿Qué ocurre cuando no ocurre nada? Y nada es que todavía no hay masificación, aunque se barrunta: la hilera de coches "trepa" por el zigzag de la calle Pic Tort. Nada es que aún no ha llegado el verano, que no se baja la barrera ni los turistas que se topan con ella se transforman en un basilisco. Nada es que no ocurre nada de todo eso que es extraordinario (o no tanto) y que hace que la cala de la Granadella de Xàbia acapare titulares por la saturación, por la 'tasa antimasificación', por el chasco de quienes buscan el paraíso y lo que encuentran es un bello, sí, pero también masificado escenario.

La cala y el zigzag de coches / A. P. F.
¿Qué ocurre cuando no ocurre nada? Ocurre que es primavera y que este litoral resplandece. La canícula del verano ahoga los colores. Ocurre que llegan los bañistas a darse el primer chapuzón del año. Y se lo dan sin apreturas. Y todavía se puede aparcar, aunque los fines de semana ya hay que dejar el coche bien arriba. Y también ocurre que se puede descubrir la otra Granadella, la que toma altura (la cala queda allá abajo), la que desvela un penoso pasado de supervivencia y guerra. Esa Granadella escapa de la futilidad. Es la del castillo con planta de herradura que se construyó en 1739. Formaba parte del sistema defensivo del litoral valenciano. Estaba entre las torres vigías del Cap d'Or de Moraira y Ambolo. Se destruyó en la Guerra del Francés. No obstante, las ruinas y los sillares que se amontonan en el suelo revelan que esta construcción fue robustísima. Se conserva el aljibe que abastecía de agua a la guarnición.

Los acantilados de "les pesqueres" / A. P. F.
Antes de llegar a esta fortaleza, en un tramo de la senda que pasa junto a una pequeña cueva, la tierra del suelo adquiere una tonalidad amarilla. Sorprende. Aquí existió una pequeña mina de ocre. Se extraía la tierra ferruginosa. Se utilizaba como pigmento. La cala es una riquísima veta turística. Pero antes hubo otra veta de las de verdad, de las de la esforzada y humilde minería.

La cresta y el escarpado litoral de Xàbia / A. P. F.
La senda es escarpada. Se arrima a los acantilados. Los que dan a mar abierto, los más escabrosos de todos, son territorio de "pesqueres". Más que territorio es vacío y vértigo. Los agricultores se colgaban de noche de estos cortados y tiraban el anzuelo (y el "rall"). Los endebles cañizos, las cuerdas y las escaleras de madera prendidas a la roca se observan mejor desde el mar.
Esta historia de la pesca heroica también se ha desdibujado. A los turistas del verano les maravilla el paisaje, el decorado. Se les escapa la otra Granadella. Quizás tampoco les interese.

La cala, todavía libre de apreturas / A. P. F.
La senda del Castell va también por la afilada cresta que lleva al Morro de la Filanera, donde está la ruina de un mirador destrozado por un vendaval y ya se enlaza con un camino forestal. Caminar por la cresta es hacer equilibrios. Justo al llegar al mirador hay un pequeño algarrobo con un letrero. Hace un año falleció aquí un senderista de 70 años. Sus amigos plantaron el árbol en su memoria. El cartelito anima a los excursionistas a que rieguen con un poco de agua de sus cantimploras el algarrobo.

El algarrobo que se ha sembrado en memoria de un senderista fallecido el pasado año / A. P. F.
Regeneración tras el incendio de 2016
Hay más que cala, desde luego. Está la montaña pública de la Granadella. Las lluvias de este invierno le han hecho mucho bien. Ya no queda prácticamente rastro del devastador incendio de septiembre de 2016 que arrasó 812 hectáreas, 588 de monte público. Eso sí, en las pinadas que están junto a la carretera que baja a la cala sí hay muchos (y eso que se han retirado bastantes) pinos muertos por la sequía y las plagas.

El castillo destruido en la Guerra del Francés tuvo poderosos muros / A. P. F.
Ya queda poco de sosiego. La otra Granadella coge aire antes de que llegue la avalancha de turistas.
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