Para el Instituto de Psicología Jurídica y Mediación, mediar no sólo es intentar que no se llegue a litigar. Es hacer todo lo posible para que una familia, o cualquier tipo de personas que tengan un conflicto, vuelva a reponer, restaurar o reciclar una relación que está siendo dañada.

La mediación se ha venido aplicando en los procesos de separación y divorcio, aunque actualmente, su potencial de aplicación es mucho mayor. Cada vez se amplía más su uso para ayudar a los miembros de la familias para que sean capaces de alcanzar de forma conjunta decisiones que atañen a su vida familiar (relaciones paterno-filiares, personas con discapacidad, herencias, etc.).

Los conflictos familiares se caracterizan por su alta complejidad. Entran en juego fuertes emociones que complican ser conscientes de los verdaderos intereses de las partes. De esta manera, la función del mediador consiste en crear un ambiente propicio para sacar a la luz el verdadero motivo que subyace en las posiciones opuestas de las partes.

Siendo imparcial, el mediador, ayuda a restablecer la comunicación y proponer opciones que permitan generar un diálogo donde son las partes quienes elaboran las reglas para sus relaciones futuras, basándose en la cooperación y no en la confrontación.¿Por qué llegar a juicio si podemos tomar nuestras propias decisiones y ser dueños de nuestro futuro?