El avance de la agricultura es imparable. Las tierras agrícolas se están apoderando de gran parte del planeta. Los cultivos han devorado en las dos últimas décadas más de un millón de kilómetros cuadrados de la superficie de la Tierra, el doble de la extensión de España. Los científicos ya han puesto el grito en el cielo: la expansión de la superficie agrícola, en buena parte de los casos sustituyendo a bosques y sabanas, plantea un gran desafío para la protección del clima y la biodiversidad.

Un nuevo mapa mundial compilado a partir de datos recogidos por satélites muestra que los campos de cultivo se han expandido notablemente en lo que va de siglo. El estudio, que acaba de ser publicado en ‘Science’ y ‘Nature Food’, destaca cómo la Tierra se está convirtiendo en una gigantesca granja global unificada, con los países más ricos ‘subcontratando’ cada vez más la producción de cultivos a las regiones más pobres.

La mitad de los nuevos campos han reemplazado a bosques y otros ecosistemas naturales (vegetación natural y cubierta arbórea) que almacenaban grandes cantidades de carbono, lo que amenaza los esfuerzos por conservar la biodiversidad, cada vez más precaria de la Tierra, y evitar un cambio climático catastrófico. “El avance inexorable de la huella humana es simplemente brutal”, comenta el autor del estudio Matt Hansen, geógrafo de la Universidad de Maryland (UMD).

Campo de arroz en Asia Pixabay

Hansen y sus colegas mapearon las tierras de cultivo utilizando datos de un programa del Servicio Geológico de Estados Unidos y la NASA, aprovechando las imágenes tomadas por varios satélites diseñados para monitorear continuamente la superficie del planeta.

La huella global de las tierras de cultivo aumentó un 9% durante el período de estudio, que abarcó de 2000 a 2019, debido principalmente a la expansión agrícola en África y América del Sur. El aumento de la superficie ocupada por los nuevos campos agrícolas es varias veces mayor que la estimación del 2,6% que había realizado la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Pese a todo ello, el área mundial de tierras de cultivo per cápita disminuyó en un 10% debido al crecimiento de la población. Esta circunstancia puede ser un indicador de inseguridad alimentaria en los países pobres que dependen de la agricultura de subsistencia, según los científicos.

Más población, más cultivos

La situación es tremendamente compleja y de difícil solución. Por un lado, el crecimiento de la población mundial y el aumento de los niveles de vida provocan “inevitablemente” la expansión e intensificación del uso de la tierra agrícola mundial “para satisfacer las crecientes demandas de alimentos, biocombustibles y otros productos básicos”.

Pero, por otro lado, esa expansión e intensificación de la agricultura amenazan el funcionamiento de los ecosistemas y conducen “a la extinción de especies a través de la pérdida y fragmentación del hábitat”, alertan los autores del estudio, que confían en que los resultados de su investigación contribuyan a acercarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para 2030, a mejorar el modelado de rendimiento de cultivos, a progresar hacia la producción sostenible de alimentos y a reducir el impacto ambiental de la expansión agrícola.

“Los ODS exigen un equilibrio entre el aumento de la producción agrícola y el mantenimiento de los servicios de los ecosistemas. La implementación de los ODS para mejorar la seguridad alimentaria, proteger los ecosistemas terrestres y de agua dulce y mitigar el cambio climático requiere políticas nacionales y cooperación internacional que se basen en datos coherentes, independientes y oportunos sobre la extensión y la productividad de la agricultura”, señalan los científicos.

Campo de trigo Pixabay

De los datos recogidos en el estudio se extrae que las principales regiones de tierras bajas del mundo se han convertido en paisajes agrícolas homogéneos, incluidas las grandes llanuras en América del Norte, las pampas en América del Sur, la estepa póntica en Europa, el norte de China y las llanuras de Manchuria en el este de Asia, la llanura indogangética en el sur de Asia, partes de la región del Sahel en África y el sureste de Australia.

América del Sur y África, sobre todo

La expansión de las tierras de cultivo en América del Sur –debida en gran parte a una industria de la soja en auge que abastece a los ganaderos, sobre todo en China– se produjo de forma sincrónica en Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Las tierras de cultivo del continente aumentaron en casi un 50% durante el período de estudio.

Un patrón similar de expansión simultánea de las tierras de cultivo se observó en los países del Sahel y África Central. La mayor parte de las nuevas tierras agrícolas fueron creadas en África para alimentar a una población en rápido crecimiento. El 40% de las tierras de cultivo de África apareció en las últimas dos décadas, y la tasa se está acelerando. Pero los rendimientos de los cultivos de ese continente son los más bajos del mundo.

En el sudoeste y sudeste de Asia, la ganancia de tierras de cultivo se halló principalmente en las tierras secas, mientras que las plantaciones de árboles, huertos, la acuicultura y las áreas urbanas reemplazaron a las antiguas tierras de cultivo en China y los países del Bajo Mekong.

Las tierras productoras de cereales, forrajes y heno del norte de las grandes llanuras de América del Norte tienen diferentes dinámicas dentro de Canadá, donde se observa el abandono o conversión de tierras a pastizales permanentes, y los Estados Unidos, donde se ha intensificado el manejo de la tierra.

Mientras tanto, las tierras de cultivo irrigadas en Arabia Saudita disminuyeron a causa del agotamiento de los recursos de agua subterránea y la implementación de políticas estatales para desalentar la producción de cultivos intensivos en agua.

La investigación constató asimismo el abandono de tierras de cultivo después de la contaminación radiactiva tras el desastre nuclear de 2011 en la planta de energía nuclear de Fukushima Daiichi, en Japón.

“La distribución transfronteriza de las principales áreas de tierras de cultivo y la dinámica sincrónica de las tierras de cultivo ilustran la importancia de la cooperación internacional para garantizar el progreso global hacia los ODS”, apuntan los investigadores.

La conversión de bosques y sabanas en campos agrícolas provoca la emisión a la atmósfera de enormes cantidades de carbono almacenado en la vegetación y el suelo, lo que acelera el cambio climático. Esta circunstancia genera aproximadamente una octava parte de las emisiones totales de carbono provocadas por el ser humano, según los investigadores.

Estudio de referencia: https://www.nature.com/articles/s43016-021-00429-z