Daños en los ecosistemas marinos y liberación del llamado carbono azul, el depositado durante décadas en el lecho del mar. Ese es el efecto de la pesca de arrastre. Un impacto doble, especialmente en las áreas marinas protegidas. Los enormes buques, con potentísimos motores, emiten una cantidad de gases de efecto contaminante muy preocupantes según los expertos. Este tipo de actividad pesquera libera más CO2 que la industria de la aviación, asegura en su último informe Oceana, una organización internacional centrada en la conservación de los océanos, la protección de hábitats y especies marinas.

Científicos y biólogos tienen claro que los grandes barcos, al remover el sustrato y crear grandes surcos en el fondo de océanos y mares, acaban con ese sistema de secuestro de dióxido de carbono. Los sedimentos marinos son una de las mayores reservas de carbono orgánico en el planeta y así pueden permanecer durante miles de años.

Sistema de la pesca de arrastre Levante

Pero la modificación del suelo puede remineralizar esos megadepósitos. Es una situación que derivará en una mayor acidificación y en acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera. De ahí que los conservacionistas aboguen por proteger el lecho marino como una solución basada en la naturaleza y herramienta para luchar contra la emergencia climática.

Prohibir o limitar

Para los investigadores, prohibir o, al menos, imponer limitaciones más serias es una importante medida de mitigación frente al cambio climático. Estas artes de pesca pueden alcanzar los 220 metros de largo y los 292 de ancho, con casi 800 kilogramos de peso.

La flota española, con casi 900 barcos dedicados a esta modalidad, es la primera de la Unión Europea. El 73 % de la actividad registrada en las zonas Natura 2000 españolas corresponde a buques de arrastre. De las 218 áreas con protección, en 45 de ellas se han detectado faenas de arrastre.

El pasado mes de mayo, Oceana, junto con otros colectivos ambientalistas, elevaron una petición a los comisarios europeos Virginijus Sinkevičius y Frans Timmermans para que propongan un Plan de Acción ambicioso. El primer paso sería prohibir la pesca destructiva en todas las áreas marinas protegidas de la Unión Europea, una petición que cuenta con el apoyo de más de 100.000 personas a los pocos días de su lanzamiento.

Fondo marino devastado por el arrastre Oceana

En la misma línea se muestra Greenpeace, cuyo presidente en España, David Sandoval, aboga por que la nueva Política de Pesca Comunitaria «ponga fin a la sobrepesca, el arrastre y que apoye por contra a sectores artesanales y sostenibles, con artes más selectivas para evitar que se dañe el fondo marino».

Oposición de los pescadores

Mientras, los pescadores profesionales se oponen a un mayor blindaje de las zonas que ya cuentan con protección. En concreto, la Federació Balear de Confraries de Pescadors asegura que sin arrastre no habrá pescado local. El canal de Menorca, en la demarcación levantino-balear, es uno de los diez puntos en aguas españolas designadas para la preservación de los hábitats más arrastrados el pasado año.

El litoral mediterráneo tiene otros siete enclaves submarinos afectados este tipo de pesca: Sur de Almería-Seco de los Olivos, Valles del Escarpe de Mazarrón, Golfo de León, Delta de l’Ebre, Costes del Garraf, Espacio marino de Alborán y Estrecho de Alborán.

En el Atlántico figuran dos áreas, el sistema de cañones submarinos de Avilés y los Volcanes de fango del Golfo de Cádiz. En total, más de 16.200 kilómetros cuadrados de superficie protegida y sufren más de 71.000 horas de pesca.

Oceana recuerda que la La Directiva Hábitats establece la necesidad de dotar de una adecuada gestión a esos puntos vulnerables, dotándolos de planes de gestión desde el momento en que se designan como tal con medidas preventivas hasta que finalmente se elabore la planificación, siempre en el plazo de seis años. En el caso de las españolas, la fecha límite expiró este diciembre de 2021, pero siguen sin ese instrumento, y con mucho arrastre sin control en su interior, tal como denuncian.

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ENTREVISTA

Silvia García, coautora del informe de Oceana:

“Esta actividad emite más CO2 que la industria de la aviación”

Silvia García JUAN CUETOS

¿Qué implica la pesca de arrastre para la biodiversidad? 

Es una actividad insostenible, sin sentido, mucho menos dentro de áreas marinas protegidas, y especialmente frente a las crisis de biodiversidad y climática que estamos atravesando. Las artes de pesca de contacto con el fondo causan, inevitablemente, daños al lecho marino y a los hábitats que alberga. La propia Comisión Europea ha calificado al arrastre como la actividad más agresiva con el lecho marino. Además, los científicos llevan décadas alertando de su impacto negativo en el mar. 

¿Empeora la situación en un contexto de emergencia climática?

Totalmente, además de las emisiones directas a la atmósfera por estos buques, que muchas veces superan la potencia legal de sus motores que tienen registrada, por lo que las emisiones serían también en parte ilegales. La actividad de arrastre emite, globalmente más CO2 que la industria de la aviación, según un reciente estudio. Al remover el sustrato, creando grandes surcos, se libera el CO2 almacenado, sobre todo en los fangos marinos de profundidad, saturando al mar, que ya no puede absorber tanto gas de la atmósfera, y por tanto, limitando su gran capacidad de amortiguación del cambio climático. Se mire por donde se mire, es una actividad que no tiene cabida, al igual que cualquiera que no sea sostenible.

¿Qué áreas marinas de España son las más perjudicadas por este tipo de pesca tan agresiva?

Encontramos que 45 de las 218 zonas protegidas de España están siendo arrastradas y se trata en buena parte de grandes áreas. Representan un 64 % de la superficie total designada para la protección del fondo marino. Hay diez especialmente relevantes, pues concentran el 97 % de las horas de arrastre registradas, como el Sur de Almería – Seco de los Olivos, el Sistema de cañones submarinos de Avilés. Se trata de zonas grandes, con mucha actividad, pero también densamente pescadas. Aún así, otras 35 áreas más pequeñas, en teoría protegidas, están sufriendo también una elevada degradación.

¿Cuál es la solución para poner fin a este impacto?

Debe prohibirse cualquier actividad agresiva. El primer paso lógico es sacar el arrastre de las áreas protegidas y trabajar en una reconversión de esta flota a unas artes sostenibles, no dañinas con el medio ni con los recursos. Además, la futura Ley de Restauración de Ecosistemas que prepara la UE es una gran oportunidad para esa recuperación y que vuelva la vida al mar.

Para contactar con la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es