Elizabeth Ann es una hembra de hurón de patas negras aparentemente normal, que hace todo lo que debería hacer un animal de su especie. Vive con sus compañeros, devora a sus presas, mata hámsters vivos, se enfada cuando sus cuidadores se acercan demasiado y le encanta jugar a destrozar las bolsas de papel que alguno de ellos se olvida en sus visitas a la parcela.

Elizabeth Ann, sin embargo, es una hurona peculiar, pues no fue concebida como el resto de sus compañeros de juegos. Y es que su ADN coincide al 100% con la de una hurona que murió hace 35 años y cuyas células habían permanecido guardadas un congelador hasta hace apenas dos años. Por si aún no queda claro, Elizabeth Ann es un clon y, a día de hoy, es la única esperanza para la supervivencia de su especie.

En estos días, Elizabeth Ann ha llegado a su madurez biológica, lo que ha causado gran entusiasmo entre sus cuidadores y los científicos que hace dos años la vieron nacer sin grandes esperanzas de que llegara mucho más lejos. Y es que, esta primavera Elizabeth Ann podría marcar un antes y un después en la conservación de las especies si se aparea eficazmente con uno de los machos que será seleccionado cuidadosamente para la tarea.

Un hurón de patas negras Agencias

Para entender, sin embargo, la importancia de esta hurona hay que remontarse a Estados Unidos en 1970. Fue entonces cuando este mamífero empezó a ver que el mundo no era un lugar adecuado para vivir. Los granjeros habían acabado con todos los perritos de las praderas que vagaban por sus ranchos, lo que supuso una merma importante de las presas con las que estos hurones se podían alimentar.

De la extinción a la resurrección

Hasta tal punto le faltó su alimento natural que en 1973 se declaró al hurón de patas negras como una de las primeras especies en peligro de extinción en Estados Unidos, lo que debía motivar que se tomaran medidas para su protección. Pero no se adoptó ninguna decisión y, de hecho, a finales de los 70, los biólogos, viendo que las últimas colonias habían desaparecido, declararon la especie como extinta.

Unos años más tarde, en 1981, se encontró, por casualidad, una colonia de 100 hurones. Los biólogos estaban emocionados con su descubrimiento, dado que podía suponer todo un cambio en la tendencia de los animales, pues eran suficientes como para que, con los adecuados criterios de conservación, se lograra restaurar la especie. Pero no fue bien, puesto que en pocos años la extensa colonia quedó reducida a poco más de una docena de animales.

Esta fue la razón que llevó en 1985 a tomar la decisión de capturar algunos ejemplares para recuperar la especie en cautividad. A día de hoy se ha logrado criar a más de 100.000 hurones que han sido puestos en libertad gracias a aquellos cuidados especiales.

La biotecnología podía ser la salvación de muchas especies Ken Bohn

Sin embargo, el hecho de que todos partieran de siete únicos progenitores ha provocado que la variación genética descienda un 50% y los haga más vulnerables a las enfermedades que les amenazan.

Según Ben Novak, coordinador del proyecto Revive & Restore, principal impulsor del proyecto de Elizabeth Ann, estos hurones “están súperemparentados”. Tal es así que “el parentesco medio se encuentra entre el de un hermano y el de primos hermanos”. Ante esto, los científicos consideran que el hurón de patas negras está en peligro y cualquier solución es bienvenida.

Y llegó el primer clon

Así es como llegó al mundo Elizabeth Ann, superando el escepticismo general y también enfrentándose a voces que consideran la clonación como un acto poco ético. Lo hizo gracias a los esfuerzos que otros habían hecho mucho antes de pensar siquiera en que la clonación pudiera ser una solución para estos mamíferos. Mucho antes incluso de saber que los hurones de patas negras iban a estar tan emparentados que tendrían problemas genéticos graves.

En 1987, a un biólogo llamado Oliver Ryder se le ocurrió criogenizar algunas células del animal en nitrógeno líquido y esas fueron las que han llegado hasta el ADN de la hurona que hoy esperanza a los científicos y cuidadores del Centro de Conservación Nacional de Hurones de Patas Negras.

El 10 de diciembre de 2020 nació la hurona gracias a una madre subrogada, pero nadie tenía muchas esperanzas en que pudiera seguir viva mucho más. Al fin y al cabo, sus otros dos hermanos no habían llegado al parto. El propio Shawn Walker, científico de Viagen (la empresa encargada de realizar la clonación) fue escéptico al principio.

La pequeña hurona clonada, al nacer Science

“Sabíamos que teníamos todo en orden, pero hasta que no escuchas el latido de un corazón, siempre eres un poco escéptico, porque todo es muy nuevo”, señala el científico en declaraciones a la revista Science.

“Todo lo que ocurre alrededor de Elizabeth Ann es mucho más grande que la ciencia que hay detrás de ello, es más grande incluso que salvar a los hurones”, destaca Novak, para quien “esto significa que la biotecnología puede formar parte de la conservación habitual”.

Y es que lo que ocurra este año podrá dar un vuelco a las políticas de conservación de especies, pues podría cambiar el destino de grandes mamíferos como el rinoceronte blanco o el caballo de Przewalsk.

Ahora solo queda esperar a primavera para saber si, con su ADN único, Elizabeth Ann se reproduce con éxito y se convertirá en esa fuente de diversidad genética tan necesaria para su especie, que actualmente oscila entre 400 y 500 individuos y sigue gravemente amenazada por la endogamia y las enfermedades.

Artículo de referencia: https://www.science.org/content/article/conservation-first-cloned-ferret-could-help-save-her-species

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