Los plaguicidas son una “seria amenaza para la salud de las personas y los ecosistemas”, y ni su uso ni su riesgo ha disminuido, contra lo que afirman el Gobierno español y la Unión Europea (UE). Son las principales conclusiones de un estudio realizado por Ecologistas en Acción, la Sociedad Española de Agricultura Ecológica y Agroecología (SEAE) y WWF, revelado hoy con motivo del Día Mundial de la Salud.

El informe con los resultados de la investigación revela “graves deficiencias” en los instrumentos legales usados para evaluar el riesgo de los plaguicidas, y subraya la necesidad de sustituirlos por otros que analicen, “de forma adecuada y sistemática, las consecuencias sobre la salud de las personas y los ecosistemas derivadas del uso de estos tóxicos en la actividad agrícola”.

El estudio realiza un análisis pormenorizado de los datos de comercialización de plaguicidas en España durante el período de 2011 a 2018 y pone de manifiesto que no existe una reducción del riesgo para la salud humana. Este resultado contradice la conclusión del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y la UE que afirman que, aunque la comercialización de este tipo de productos ha aumentado en un 5,56%, el riesgo se ha reducido en un 22%.

Las tres organizaciones denuncian que la evaluación de la toxicidad de los plaguicidas en la UE es inadecuada porque minimiza el impacto de estos productos y no ofrece datos precisos sobre los peligros para la salud humana y ambiental.

Como resultado, las organizaciones que elaboran este estudio consideran que es urgente modificar dichos instrumentos, además de avanzar en una transición agroecológica del sistema alimentario, que minimice el uso de tóxicos en la agricultura.

Riesgo de cáncer

Un claro ejemplo sobre daños para la salud humana es el aumento del riesgo de mutagenicidad o la prácticamente nula reducción del riesgo cancerígeno por uso de pesticidas, recogida en el informe.

Los daños ambientales también se incrementaron en el periodo de estudio, con consecuencias adversas para los ecosistemas acuáticos, la flora o la fauna.

Un tractor realizando tareas de fumigación. pixabay

Como ejemplo claro de efectos negativos de los plaguicidas, tenemos la disminución de hierbas y flores, de las abejas silvestres que se asocian a ellas y de otros artrópodos que contribuyen al control biológico de plagas o que proporcionan multitud de servicios ecosistémicos (polinización, degradación de la materia orgánica, etcétera) claves para la producción de alimentos, en riesgo por el uso de agrotóxicos. 

Las organizaciones alertan de que todas estas consecuencias negativas quedan infravaloradas en los análisis oficiales, pues se basan en evaluar el riesgo por separado de cada tóxico, en lugar de considerar su efecto combinado.

Además, existen carencias en cuanto a los datos disponibles, incumpliéndose el derecho ciudadano a la información, al ocultarse por “secreto estadístico” las cantidades vendidas de un elevado número de plaguicidas. 

Por todo ello, las tres organizaciones consideran urgente sustituir el actual modelo de evaluación del riesgo de los plaguicidas y las proponen emplear un modelo como el utilizado en este estudio, basado en la carga tóxica. Este indicador permite analizar en profundidad las consecuencias de la exposición a plaguicidas.

“Más allá de mejorar la evaluación del riesgo, las administraciones competentes deben tomar medidas urgentes para controlar y reducir la contaminación por pesticidas, algo que ya propone el Pacto Verde Europeo”, señalan los autores del informe.

Apoyo a la producción ecológica

En particular, Ecologistas en Acción, SEAE y WWF solicitan retirar la autorización a aquellos productos con impacto grave de la salud humana y el medio ambiente; reducir en al menos un 50% la carga tóxica de los plaguicidas, y apostar firmemente por las soluciones planteadas por la agricultura ecológica para una producción alimentaria respetuosa con las personas y la naturaleza.

“Pero, nada de esto será posible sin herramientas de análisis adecuadas que proporcionen una comprensión real del impacto que los plaguicidas tienen en la naturaleza y en nuestros cuerpos”, indican las tres organizaciones.

Labores de fumigación en terrenos de cultivo. efe

Por último, alertan de que la complicada situación actual del campo, que tiene su origen en diferentes cuestiones socioeconómicas, no debe emplearse como “excusa para debilitar los objetivos de las Estrategias Europeas de la Granja a la Mesa y Biodiversidad 2030”, que persiguen una vida mejor para las futuras generaciones.

“El menor uso de agrotóxicos, la apuesta por las infraestructuras verdes y espacios para la naturaleza y un apoyo firme a la producción ecológica y dietas sanas y sostenibles son objetivos indiscutibles para la seguridad alimentaria, a través de una agricultura con futuro”, concluyen.

Un estudio científico internacional en el que participó la Universidad de Córdoba publicado el año pasado reveló que casi la mitad de los productos alimenticios que se consumen en la UE contienen residuos de plaguicidas. En España, el porcentaje es menor, del 34%, pero no por ello el problema es menos grave, ya que un tercio de los pesticidas detectados no están autorizados.

España es el país líder europeo en venta de plaguicidas, con 75.190 toneladas en 2019, un 3% más que el año anterior. “Parte de los plaguicidas empleados quedan en los alimentos como residuos invisibles y llegan a las bocas de las y los consumidores”, alerta Ecologistas en Acción.

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