El mundo microscópico de las bacterias está en pie de guerra con el humano y lo está llevando al borde de una nueva crisis global. Desde mediados del siglo XX, después de que Alexander Fleming descubriera la penicilina, los antibióticos revolucionaron la medicina y consiguieron que cientos de infecciones mortales se convirtieran en enfermedades comunes. Pero con los años, su uso incorrecto y desmedido nos está pasando factura.

A los antibióticos les ha ocurrido lo mismo que a los hits veraniegos que suenan en bucle en todas las radios de España durante el periodo estival: han muerto del éxito. Durante este tiempo muchas bacterias han mutado para adaptarse a los antibióticos, de modo que no les afecte la acción de estos fármacos.

Esta guerra entre la vida macro y la micro no solo afecta a los humanos. Todo el entorno natural puede sufrir los efectos de esta contienda, dado que las bacterias se encuentran en simbiosis con todo lo que nos rodea. De ahí que se apueste por tomar medidas globales en lo que se conoce como ‘One Health’ (una sola salud, que abarque humanos, animales y resto de la naturaleza).

España es uno de los países que más ha avanzado en este sentido, tomando medidas en el mundo agrícola y en el sanitario, en el marco del Plan Nacional de Resistencia Antibióticos (PRAN), logrando buenos resultados iniciales. Pero el avance es más lento en lo que se refiere al cuidado del medio ambiente, donde estos fármacos también han alterado el frágil equilibrio entre ambos mundos.

Un reservorio para nuevas pandemias

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) insta, por ello, a agilizar el trabajo que se realiza sobre el medio ambiente. En un reciente informe, la institución pone de manifiesto las dimensiones ambientales de la resistencia a los antimicrobianos, alertando de que son un reservorio de nuevas enfermedades que pueden conducir a nuevas pandemias.

Imagen de un test epsilon antibiograma que muestra a cuánta concentración de antibiótico es resistente la bacteria MARIA PISACA

Los expertos alertan de que son las propias actividades humanas las que favorecen la aparición de estas bacterias resistentes. Entre ellas, el informe destaca la contaminación producida por los vertidos de la industria farmacéutica y alimentaria, el sistema sanitario y la sociedad en su conjunto.

Los antibióticos que son liberados en el agua y los suelos ejercen una presión selectiva sobre las bacterias ambientales, “promoviendo la diseminación de genes de resistencia a antibióticos y, con ello, la proliferación de bacterias resistentes”, como destaca la bioquímica del Instituto de Biofisika de País Vasco, Itiziar Alkorta en un artículo en The Conversation.

España, a día de hoy, según el informe anual del PRAN 2019-2020, se encuentra en fase de estudio de los datos existentes para paliar los daños en el medio ambiente. En una primera fase, los técnicos se centraron en la identificación de los puntos de emisión de bacterias resistentes al medio ambiente y en la caracterización del comportamiento medioambiental de los antibióticos de mayor uso.

Una lucha demasiado lenta

Aunque en teoría se están dando los pasos correctos para acabar con la resistencia antibiótica, a los investigadores se les antojan demasiado lentos. “Avanzamos en un Ford Fiesta mientras las bacterias se alejan en un Ferrari”, destaca el microbiólogo del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria y experto en resistencias microbianas, Diego García.

Este símil refleja muy bien la crisis a la que se está enfrentando la humanidad. Y es que, en promedio, se necesita un lustro para poder revertir una resistencia antibiótica, pero las bacterias son capaces de mutar varias veces al año para conseguir resistencia no solo a uno, sino incluso a varios fármacos.

Además, no todos los países están tomando cartas en el asunto. “Es muy difícil parar esta tendencia en el tercer mundo”, asegura el microbiólogo, que destaca que China es uno de los lugares en los que surgen “la inmensa mayoría de microorganismos resistentes”. 

El microbiólogo Diego García muestra varios cultivos de bacterias multirresistentes en Tenerife MARIA PISACA

Lo positivo es que este problema se puede revertir, porque las bacterias mutadas tienen una capacidad mucho menor de replicación que las que convivían desde el principio con nosotros. Esto quiere decir que, en un entorno natural, serán las bacterias sin mutaciones -y por tanto sin resistencia antibiótica- las que colonizan más rápido el ecosistema. Pero para dejar que las bacterias vuelvan a su equilibrio natural, los antibióticos deben desaparecer, al menos en una proporción.

En 2019, la resistencia antibiótica fue la responsable directa de 1,27 millones de muertes en todo el mundo. Esta cifra podría elevarse hasta casi los 5 millones de muertes si se contabilizan aquellos fallecimientos por complicaciones derivadas de la infección por una bacteria resistente.

De no poner coto a esta situación, en 2050 morirán 10 millones de personas al año por este motivo, las mismas que a día de hoy fallecen de cáncer. Pero el impacto no se limitará a la salud, también tendrá una repercusión directa en la economía, que podría sufrir una pérdida del 3,8% del producto interior bruto anual del mundo.

Factores de la multirresistencia en la naturaleza

Es difícil señalar un solo factor como el precursor de las resistencias antibióticas en el mundo. El reto al que se enfrenta la población mundial es complejo y multifactorial, y algunos de los motivos que han llevado a que el problema se traslade hasta el mundo natural son los siguientes.

●    El mal uso de antibióticos, en animales y en personas. España lleva años implementando planes estratégicos para racionalizar o directamente prohibir el uso de antibióticos en diferentes circunstancias. Sin embargo, eso no sucede en todo el mundo.

●    Aguas residuales domésticas. Más del 56% de las aguas residuales domésticas e industriales en el mundo se vierten al medio ambiente con poco o ningún tratamiento, lo que puede conllevar a que los antibióticos consumidos se depositen en el medio ambiente.

●    Aguas residuales agrícolas. El 11% de todas las tierras de cultivo de regadío a nivel mundial recibe aguas insuficientemente tratadas

●    Incremento en el movimiento de alimentos, personas y mercancías.

●    La crisis climática: el aumento de la temperatura y la deforestación puede conducir a un aumento en la transmisión. Los cambios en condiciones ambientales pueden provocar inundaciones que favorezcan el desbordamiento de alcantarillas y aguas residuales no tratadas.

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Contacto con la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es