“Encontramos evidencia consistente y sólida de que la perforación de pozos de gas de esquisto (fracking) tiene un impacto negativo tanto en la calidad del agua potable como en la salud infantil”. Esta frase, clara y contundente, aparece en el primer párrafo de un estudio realizado por científicos americanos que acaba de ser publicado en la revista ‘Journal of Health Economics’.

Esta investigación documenta por primera vez la contaminación de los suministros públicos de agua provocada por el fracking, y su impacto negativo en los nacimientos y el desarrollo infantil. Estos hallazgos, según los investigadores, exigen una “regulación ambiental más estricta de la industria del fracking”, ya que los niveles de sustancias químicas que se encuentran en el agua potable, aunque perjudiciales, a menudo caen por debajo de los umbrales regulatorios.

“En este estudio, brindamos evidencia de que la calidad del agua potable pública se ve comprometida por el desarrollo de gas de esquisto”, resalta Elaine Hill, profesora asociada de los Departamentos de Ciencias de la Salud Pública, Economía y Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Rochester. “Nuestros hallazgos indican que una perforación cerca de fuentes de agua pública produce más contaminantes y peores resultados en los nacimientos”.

Pero el daño que provoca el fracking no se queda ahí, porque según esta investigación, hay un impacto posterior “en el logro educativo, mayor riesgo de exacerbación del asma infantil, mayor riesgo de ataques cardíacos, y de muertes por opioides”.

El estudio cuestiona así el fracking, que ha encontrado grandes defensores en todo el mundo porque genera empleo y beneficios económicos inmediatos, pero “sin comprender completamente las consecuencias ambientales y de salud a largo plazo para las comunidades en las que se realiza la perforación”, alertan los investigadores.

Grandes costos sociales

Los científicos realizaron un examen complejo de la expansión geográfica de la perforación de gas de esquisto en Pensilvania (Estados Unidos) entre 2006 y 2015, periodo de tiempo durante el cual se establecieron en ese estado más de 19.000 pozos.

Para ello, trazaron mapas con la ubicación de cada nuevo pozo en relación con las fuentes subterráneas que suministran agua potable pública, y vincularon esta información con las residencias maternas surtidas por esos acuíferos en los registros de nacimiento y las medidas de contaminación del agua subterránea del Servicio Geológico de Estados Unidos. 

Campo de estaciones de fracking en Texas (Estados Unidos). Agencias

Este conjunto de datos permitió identificar los resultados de salud infantil, específicamente el nacimiento prematuro y el bajo peso al nacer –antes, durante y después de la actividad de perforación–.

“Tanto el parto prematuro como el bajo peso al nacer están asociados con una variedad de resultados negativos, incluido un mayor riesgo de desarrollar problemas de comportamiento y socioemocionales, y dificultades de aprendizaje”, apuntan los investigadores.

Además, los productos químicos relacionados con el fracking, incluidos los compuestos orgánicos volátiles peligrosos, se están abriendo paso en las aguas subterráneas que alimentan los sistemas de abastecimiento municipales, y el potencial de contaminación es mayor durante el período de preproducción, cuando se establece un nuevo pozo.

“Estos hallazgos indican grandes costos sociales por la contaminación del agua generada por una industria emergente con poca regulación ambiental”, señala Hill.

El fracking es una técnica de extracción de hidrocarburos no convencionales, como el gas de esquisto (metano atrapado en pequeñas bolsas en formaciones rocosas). Esta técnica consiste en taladrar verticalmente bajo tierra (de mil a cinco mil metros) y luego horizontalmente (de mil a cuatro mil metros) e inyectar a muy alta presión un fluido para fracturar rocas que contienen hidrocarburos de difícil acceso y así liberarlos. El fluido está compuesto de una mezcla de agua, arena y diferentes químicos contaminantes.

Ventajas y riesgos del fracking

La técnica de la fractura hidráulica ha despertado preocupación y motivado movilizaciones y resistencia en muchas comunidades, regiones y países del mundo por los graves daños en la salud y el ambiente que podría conllevar. Pero también tiene defensores.

En 2018, Naciones Unidas elaboró un informe desde una “perspectiva desapasionada” sobre las ventajas e inconvenientes del fracking. Entre las primeras, que el gas natural debe contribuir a una “transición paulatina del actual modelo económico hacia uno con bajas emisiones”, con el fin de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el año 2030; en especial, el referido a garantizar el “acceso universal a electricidad asequible”.

Manifestación contra el fracking en Santander. Europa Press

Ese “puente” que supone el gas natural entre una economía y otra se basa principalmente en que sus emisiones son un 40% más bajas que otros combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, según la ONU. Además, ofrece la ventaja de que puede ser almacenado y usarse cuando la demanda energética lo exija y no pueda cubrirse mediante energías renovables.

Entre las desventajas figura el hecho de que el gas natural es también un combustible fósil y emite dióxido de carbono cuando se quema. Además, uno de sus principales componentes, el metano, posee un potencial de calentamiento 28 veces mayor que el del dióxido de carbono.

“Las grandes cantidades de agua utilizadas para la fracturación han elevado la preocupación, así como los riesgos de contaminación de las aguas subterráneas y superficiales que generan las operaciones para su extracción”, recogía el informe de la ONU, que añadía la posibilidad de eventos sísmicos a causa del fracking, algo que constató el año pasado un estudio protagonizado por científicos alemanes y canadienses.

Informe de referencia (en inglés): https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0167629622000157

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