La modificación de los entornos terrestres para el beneficio humano debe terminar. La biodiversidad de la Tierra se encuentra en un punto de inflexión y evitar su extinción requiere que al menos el 44% de nuestro planeta -el equivalente al espacio que ocupan los continentes africano y americano- se conserve o mantenga tal y como está antes de que el ser humano lo destruya.

Así lo advierte un grupo de científicos, encabezados por la Universidad de Ámsterdam, que insiste en que ahora es el momento para cortar de raíz la relación tóxica que el ser humano mantiene con la naturaleza. Y es que, aunque a día de hoy el 70% del espacio terrestre es virgen, se estima que la transformación de las tierras no solo va a crecer en las próximas décadas, sino que se está acelerando a pasos agigantados.

De hecho, según este grupo de investigación, en tan solo ocho años (en 2030) los usos humanos intensivos podrían acabar con 1,3 millones de kilómetros cuadrados de tierra, un área mucho mayor de la que ocupa Sudáfrica. “Sería devastador para la vida silvestre”, sentencia el ecólogo James Allan, autor principal de este artículo. Esto significa que en menos de una década se acabaría con el 2% del total de la superficie que los expertos abogan por proteger y que asciende a 64 millones de kilómetros cuadrados.

Vista de los Everglades (EEUU) Infonatura

En esas misma tierras cuya protección se reclama viven más de 1.800 millones de personas, por lo que, a ojos de los investigadores, “es esencial” elaborar respuestas que promuevan “la autonomía, la autodeterminación, la equidad y la gestión sostenible para salvaguardar la biodiversidad”.

El 30% previsto no es suficiente

Con este trabajo los científicos quieren poner los cimientos para el futuro “plan de conservación para el planeta”, que es uno de los ejes de actuación que los países están discutiendo hoy en día. Su mención a los planes de acción no es trivial, dado que en las últimas discusiones que ha habido en la Unión Europea para fijar los objetivos para 2030 se habla de conservar un 30% del planeta a través de la figura de las áreas protegidas. “Es un gran paso en la dirección correcta, pero los objetivos deben ser más ambiciosos”, resalta el especialista en conservación Kendall Jones, que también ha participado en el artículo.

Anátidas en Doñana Pixabay

Hace una década, la conservación de los espacios naturales llegó a la agenda política a través de las Metas de Biodiversidad Aichi, fijadas por el Convenio de la ONU sobre Diversidad Biológica. En aquel entonces, los países se impusieron un objetivo claro: había que conservar al menos el 17% de las áreas terrestres. Lo harían a través del sistema mundial de áreas protegidas (AP) u otro tipo de figuras que permitieran mejorar tanto el estado de la biodiversidad como de los ecosistemas. Los científicos se lamentan ahora de que aquel acuerdo no hubiera sido más ambicioso. “Está claro que no es suficiente para detener la disminución de especies y evitar la crisis”, concreta Jones.

La biodiversidad del planeta está en juego, y este último artículo puede servir para sentar las bases de una correcta hoja de ruta. Por esta razón, los científicos consideran “crucial” establecer unas acciones de conservación que promuevan tanto la autonomía y la autodeterminación de los habitantes de esas tierras y permitan mantener la integridad ecológica de los ecosistemas, y que no solo se basa en calificar un lugar como área protegida.

“Tenemos muchas herramientas de conservación efectivas” que van desde el empoderamiento de los pueblos indígenas para que aprendan a administrar su entorno natural hasta poner límites a la deforestación, y, por supuesto, “declarar áreas protegidas”.

Estudio de referencia: https://www.science.org/doi/10.1126/science.abl9127

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