Lo que estaba en juego en las elecciones de Brasil no era solo el futuro de la Amazonía, sino el del planeta entero, debido a la gran importancia que tiene esta inmensa selva para el conjunto del clima global. Acosado por la industria ganadera y forestal, y explotado por un sinnúmero de forajidos de toda índole, los expertos destacan la situación crítica, quizá ya sin retorno, que sufre este gran pulmón verde.

Las primeras palabras como presidente de Inázio Lula da Silva han sido esperanzadoras. Nada más ganar, ha reiterado su compromiso con el medio ambiente y ha anunciado que retomará la protección de los biomas en el país especialmente de la Amazonía. "Brasil y el planeta necesitan de una Amazonía viva", dijo Lula en una alocución leída en un hotel en Sao Paulo.

Lula, que asume por tercera vez la jefatura de Estado tras gobernar a Brasil entre 2003 y 2010, ya había tenido que enfrentarse a una de las mayores tasas de deforestación en su primer mandato y logró reducir la devastación de la selva en un 80 %, mientras que en el Gobierno de Bolsonaro la destrucción de la Amazonía aumentó de forma considerable.

"Vamos a combatir toda y cualquier actividad ilegal" en la Amazonía, dijo Lula.

En su discurso, el exsindicalista también destcaó que Brasil está listo "para retomar su papel de liderazgo" en el combate contra la crisis climática.

"Vamos a probar que es posible generar riqueza sin destruir el medio ambiente", aseveró.

Para Lula, la falta de una fiscalización adecuada en la Amazonía brasileña no solo produce un daño ambiental sino que trae consigo muerte y enfermedades.

"Cuando un niño indígena muere asesinado por la codicia de los depredadores del medio ambiente, una parte de la humanidad muere con él. Por lo tanto, retomaremos el monitoreo y la vigilancia de la Amazonía y combatiremos todas y cada una de las actividades ilegales", dijo el presidente electo.

La Amazonía, arrasada durante cuatro años salvajes

La selva amazónica juega un papel vital en el clima global como gran reserva de dióxido de carbono, pero investigaciones recientes han demostrado que los incendios y la tala de árboles han hecho que esta región esté emitiendo ya más CO2 del que absorbe. Los investigadores dieron a conocer en marzo que el Amazonas se acerca a un punto de inflexión, superado el cual el bosque ya no tendría viabilidad en el futuro, con las consiguientes implicaciones para el clima global y la biodiversidad.

Bolsonaro se convirtió en presidente a principios de 2019 y durante estos años ha suprimido muchas de las normas de protección ambiental que estaban en vigor y ha promovido la colonización del bosque de forma inusualmente agresiva. La misma investigación muestra que las emisiones de CO2 se duplicaron en 2019 y 2020 en comparación con el promedio de la década anterior, impulsadas por la creciente deforestación y los incendios a medida que se iban cancelando las leyes anteriores y se daba manga ancha a ganaderos y empresarios ilegales.

Vista aérea de la deforestación amazónica Agencias

“Bolsonaro ha llevado a Brasil de regreso a los días del lejano Oeste, que pensábamos que habíamos dejado atrás”, afirma en declaraciones a The Guardian Adriana Ramos, del Instituto Socioambiental de Brasil, que trabaja para proteger a los pueblos indígenas.

“Por tanto, no es exagerado decir que el destino de la Amazonía depende del resultado de estas elecciones del 2 de octubre. Si Bolsonaro gana otro mandato en el cargo, la selva tropical más grande del mundo podría pasar su punto de inflexión. Si pierde, tenemos la oportunidad de traerlo, y a Brasil, de vuelta al borde del abismo”, agrega.

Luciana Gatti, de la agencia de investigación espacial de Brasil, el INPE, ha dirigido una investigación que está a punto de ser publicada por la revista Nature, basada en cientos de muestras de aire recolectadas en avionetas sobre el Amazonas durante la última década y que arrojó resultados "alarmantes". Las emisiones de CO2 aumentaron un 89% en 2019 y un 122% en 2020, en comparación con el promedio de 2010-18.

En 2020, el aumento de las emisiones se debió principalmente a un aumento del 74 % en la deforestación y un aumento del 42 % en el área quemada por los incendios. En el mismo año, el número de multas pagadas por delitos ambientales se redujo en un 89% y el número de infracciones registradas por las autoridades se redujo en un 54%, con una situación similar en 2019, según el mismo rotativo.

¿Qué hará Lula da Silva?

Ahora bien, ¿supondrá Lula da Silva el remedio instantáneo para tan funesta situación? Los expertos afirman que cabe esperar que la destrucción del Amazonas baje en un 90% si Lula aplica las medidas que tiene previstas en esta región.

El presidente electo ha anunciado que reducirá la tala y promoverá una mayor protección del medio ambiente. “Aunque la Amazonia es territorio soberano de Brasil, la riqueza que produce tiene que ser utilizada por todos los habitantes del planeta Tierra”, dijo durante una reciente estancia en la región.

En realidad, la mayor parte de la presión para que se deje de quemar la Amazonia viene de fuera de Brasil. Noruega, que en 2019 se unió a Alemania para protestar contra las políticas de Bolsonaro suspendiendo los pagos al Fondo Amazónico, una iniciativa internacional de conservación, ha anunciado que reanudaría las contribuciones si la política del gobierno cambia en esta materia, según publica la agencia Infobae.

Jair Bolsonaro e Inazio Lula da Silva Agencias

Y es que Lula es consciente de que el capital extranjero juega un papel clave en el futuro económico del país y, a su vez, dicho capital está muy atento a lo que haga el gobierno brasileño en el Amazonas. La pésima reputación ambiental que tiene ahora el país cotiza penaliza considerablemente algunos sectores, como la producción de materias primas.

“Lula está incorporando las cuestiones medioambientales a su programa de una manera que nunca hizo en campaña anteriores”, asegura Christopher Garman, director gerente para las Américas de Eurasia Group. “Se está agarrando a ello para señalar al sector privado que aquí hay oportunidades. Si acierta con esta cuestión, Brasil podría beneficiarse de un ciclo de inversiones”.

Si Bolsonaro gana, la deforestación y la extracción ilegal de oro parecen estar destinadas a expandirse. Lula, en cambio, parece decidido a tomar medidas para frenar la quema y ganarse la confianza de los inversores en el extranjero. Entre las medidas que podría tomar figuran aumentar la aplicación de la ley, restablecer la protección de las tierras indígenas y crear áreas de conservación.

Pero Lula también apoya a los ganaderos

Pero no será fácil. Las regiones de la Amazonia están aisladas y llenas de bandas violentas. Y lo que es más importante, es poco probable que Lula se enfrente a la agroindustria. Así lo indicó cuando inició su campaña a finales de julio, enviando a su compañero de fórmula centrista Geraldo Alckmin para calmar a ganaderos y agricultores.

Y es que la agricultura ha aumentado su participación en el producto interior bruto brasileño en los últimos tres años, pasando del 20% al 28% de la economía del país, de 1,7 billones de dólares, según la Universidad de São Paulo. Los legisladores pro-agricultura controlan casi la mitad de los escaños del Congreso.

De hecho, Lula fue presidente de 2003 a 2010, cuando aumentaron espectacularmente los precios de las materias primas. Bajo su administración, Brasil experimentó un auge inversor como no se había visto antes. Su moneda, el real, ganó más que cualquier otra divisa importante, duplicando su valor frente al dólar. Lula utilizó estas ganancias inesperadas para pagar ambiciosos programas de vivienda, educación y bienestar social que ayudaron a sacar a decenas de millones de personas de la pobreza.

De hecho, la gran preocupación de Lula es, más que la destrucción de la Amazonía, el hambre que asola el país. Los precios de los productos básicos se han disparado y el hambre se ha convertido en un problema serio. A modo de ejemplo, desde 2020 el precio de las judías, alimento básico en Brasil, ha subido un 23% y el pollo, un 18%. 33 millones de brasileños pasan hambre actualmente.

Amazonas brasileño en plena deforestación Felipe Werneck Ibama

No siempre la lucha contra la pobreza y la lucha por la conservación ambiental van de la mano. Así se demostró durante los ocho años en que Lula fue presidente, cuando algunas de sus políticas sociales terminaron siendo muy perjudiciales para el medio ambiente.

Durante sus dos mandatos, como parte de su programa de lucha contra la pobreza, Lula creó muchos asentamientos agrícolas familiares. Su gobierno desencadenó un desastroso ciclo de acaparamiento de tierras y deforestación del Amazonas cuando perdonó a personas que llevaban años ocupando ranchos y granjas deforestadas. Bolsonaro ha acelerado la entrega de títulos de esas propiedades, alimentando la fiebre por la tierra.

A través de acuerdos gubernamentales durante dos décadas, cientos de miles de familias obtuvieron pequeñas parcelas capaces de mantener un buen nivel de vida. Los sangrientos conflictos entre los grandes ganaderos y los pequeños productores fueron la norma durante los años de Lula.

La esperanza radica ahora en que, tras la victoria de Lula, se modulen esas prácticas, que se han desbordado con Bolsonaro, y se frene la destrucción desbocada del gran pulmón verde del planeta.

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