La contaminación lumínica impedirá ver las estrellas en 20 años

El exceso de luces LED de tono blanco perjudica también la salud humana

La iluminación artificial crece un 10% cada año

La contaminación lumínica impedirá ver las estrellas en 20 años

La contaminación lumínica impedirá ver las estrellas en 20 años / NASA

Joan Lluís Ferrer

Joan Lluís Ferrer

El exceso de luz artificial debido a la contaminación lumínica avanza imparable. La proliferación de luces LED de tonos blancos y azulados en vez de ámbar o amarillos está haciendo que dicha luz cada vez ‘borre’ más la oscuridad del cielo, imprescindible para ver las estrellas. Expertos consultados por el diario británico The Guardian han alertado de que en veinte años será ya imposible ver la mayoría de las estrellas del cielo. Sin embargo, también hay perjuicios para las especies animales y para el propio descanso de los seres humanos.

Según dichos expertos, el uso indiscriminado y sin ninguna limitación de iluminación exterior, alumbrado público, publicidad y recintos deportivos podría hacer que la Vía Láctea y casi cualquier estrella sea totalmente invisible de aquí a veinte años si sigue así el ritmo de aumento de este problema.

Calidad del cielo, según la contaminación lumínica existente

Calidad del cielo, según la contaminación lumínica existente / Agencias

El astrónomo Martin Rees forma parte de un grupo parlamentario multipartidista en defensa de los cielos oscuros de Gran Bretaña que ha elaborado un informe con un conjunto de medidas para atenuar la contaminación lumínica. Entre dichas medidas figuran la creación de una comisión que regule el uso, intensidad y dirección de las luces. En resumen, se pide que el alumbrado solo ilumine hacia abajo, no hacia los lados o hacia arriba, y que la potencia sea estrictamente la necesaria, además de restringir el horario de iluminación.

Se trata de un problema que avanza desbocado en toda Europa, y también en España, como alerta desde hace años el colectivo Cel Fosc, que en nuestro país aglutina la reivindicación de un cielo oscuro, iluminando “solo lo que realmente hace falta iluminar”. “No se trata de no iluminar, sino de iluminar bien”, es su lema principal.

Según un estudio publicado por Cristopher Kyba, del Centro Alemán de Geociencias, la iluminación artificial aumenta alrededor de un 10% cada año, lo que amenaza la contemplación de las estrellas, salvo las más brillantes. Este ritmo de iluminación del cielo significa que si un niño nace ahora en un lugar donde se ven 250 estrellas por la noche, cuando cumpla 18 años solo podrá ver menos de la mitad, unas 100.

Aves desorientadas caen al suelo

Pero no es solo un problema para la observación del cielo nocturno. Muchas especies de animales y plantas dependen de la oscuridad nocturna para vivir. Las tortugas marinas, las aves migratorias y otras especies se guían por la luz de la luna. La contaminación lumínica hace que se confundan y pierdan el rumbo. En Canarias, por ejemplo, todos los años se recogen docenas de aves marinas que caen al suelo desorientadas por las luces de los núcleos turísticos y mueren atropelladas o aturdidas. En Baleares, ocurre lo mismo con la pardela balear, una especie protegida de alto valor, que confunde las luces artificiales con la luna y ve amenazada también la supervivencia de sus ejemplares jóvenes.

Orientación correcta e incorrecta de farolas

Orientación correcta e incorrecta de farolas / Agencias

Los insectos, por su parte, que están desapareciendo a una velocidad nunca vista por varias razones, se ven atraídos por las luces artificiales y mueren inmediatamente al entrar en contacto con la fuente.

Incluso el organismo humano se ve afectado, no ya solo por perjudicar el descanso nocturno (los ciclos circadianos que regulan el sueño necesitan oscuridad durante la noche), sino porque, según han comprobado varios estudios, el exceso de luz estimula también la aparición de enfermedades graves.

Las luces blancas, las peores

Las emisiones blancas y azuladas de los LED carecen casi por completo de luz roja o infrarroja cercana, afirma el profesor Robert Fosbury, del Instituto de Oftalmología del University College de Londres (UCL) y eso es también dañino para el cuerpo humano.

“Nos estamos quedando sin luz roja ni infrarroja, y eso tiene graves consecuencias”, señala. “Cuando la luz rojiza incide sobre nuestro cuerpo, estimula mecanismos como los que descomponen los altos niveles de azúcar en la sangre o estimulan la producción de melatonina. Pero desde la introducción de la iluminación fluorescente y posteriormente de los LED, esa parte del espectro se ha eliminado de la luz artificial y creo que está influyendo en las oleadas de obesidad y el aumento de casos de diabetes que vemos hoy en día”, señala.

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es